Cuando Valeria despertó, se encontró en la habitación de un hospital, y a su lado se encontraba Alexander. Él se inclinó sobre ella, con el rostro iluminado por el alivio.
—Menos mal que has despertado, Valeria. ¿Cómo te sientes, cariño?—preguntó amoroso, mientras besaba su frente y su mejilla con una ternura gigantesca.
Ella sonrió, todavía un poco débil.
—Creo que estaré bien, eso creo. Supongo que ya prepararon la cesárea, ¿no es así?
El hombre asintió con la cabeza.
—Están preparándote. Te llevarán a quirófano dentro de una hora, más o menos. ¿Crees que deba estar allí contigo también?
—¿Estás seguro? ¿Podrás estar allí sin desmayarte?—preguntó ella, un poco divertida.
Alexander sonrió con su pregunta.
—¿Crees que soy tan cobarde como para desmayarme en el nacimiento de mis hijos? Por supuesto que no lo haré. No me voy a desmayar, así que despreocúpate.
Ella asintió con la cabeza.
—En ese caso, entonces no te apartes de mi lado.
—Prometo que no me voy a ir de tu lado, cariño.
Desp