Esa mañana se habían terminado de afinar los últimos detalles de la habitación de los cuatrillizos. Valeria y Alexander estaban contentos con el resultado. Ambos se abrazaron, mirando el espacio cuidadosamente decorado.
—Me encanta el lugar—comentó Valeria, acariciando su vientre abultado—. Y pensar que solo faltan algunos días para el nacimiento de los bebés. Estoy tan nerviosa y al mismo tiempo emocionada—admitió, con una enorme sonrisa en la cara.
Alexander la abrazó por los hombros, atrayéndola a él con cariño.
—Yo también estoy bastante ansioso por conocerlos—le mencionó—. Me llena de emoción, y todavía es increíble que me voy a convertir en padre, ¡y no solo de un bebé, sino de cuatro!—confesó, con una sonrisa que denotaba una genuina felicidad.
Valeria suspiró, inclinando la cabeza sobre su hombro.
—No pude encontrar a un hombre mejor. Creo que estábamos destinados a encontrarnos—dijo, con un tono de diversión.
—¿Por qué te estás riendo, Valeria?—le preguntó él, cariñosamente.