Valeria observaba el reloj, esa pieza valiosa, por un momento quiso venderlo. ¿Cuánto dinero podría obtener por algo así? Lo suficiente para pagar las cuentas, para respirar por un mes, quizás más. La idea, tan dulce como peligrosa, se le cruzó por la mente, un destello oscuro en su momento de debilidad. Pero su honestidad, arraigada incluso en los rincones más profundos de su desesperación, se rebeló. Sería un robo, un acto que iría en contra de todo lo que ella era. —No —murmuró, sacudiendo la cabeza como si quisiera espantar al diablo. Con un suspiro, guardó el reloj en un lugar que creyó seguro, lejos de miradas indiscretas, aunque vivía sola. Al final tomó una bolsa que solía usar para salir, la misma que siempre llevaba consigo, y deslizó el reloj en su interior, ocultándolo entre otros objetos personales. Allí estaría a salvo, invisible para cualquiera. Valeria intentó retomar su rutina, pero el sabor amargo de la humillación la perseguía. Sin embargo, la vida no esp
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