La chica finalmente miró a Leo. Su voz sonó molesta por la presión.
—¿Por qué hace todo esto? ¿Por qué insiste en ayudarme cuando no se lo pedí? —farfulló, no porque quisiera ser malagradecida, sino porque se sentía incómoda con la intromisión.
Leo la miró por un instante, un gesto de fastidio. Volvió a fijar la mirada en la carretera.
—¿Cuántas veces te voy a repetir que no seas formal conmigo? Solo dime ‘tú’, otra vez —repitió.
Ella suspiró sonoramente, volviendo a dirigirse a él.
—No entiendo por qué insistes en ayudarme cuando claramente ya has hecho mucho por mí.
—¿Cómo quieres que no me preocupe? Ese día, cuando apareciste de la nada y te lanzaste a la carretera sin pensar, parecías estar huyendo de alguien o algo. Y ahora mismo tienes un moretón en el ojo. Alguien te lo hizo. Entonces, dime quién te ha golpeado y por qué no denuncias esto a la policía. Deberías hacerlo para que se tomen represalias contra esa persona.
La mujer se puso otra vez incómoda, sintiendo