Valeria volvió a casa. Su madre, Diana, se dio cuenta de que su hija parecía un poco diferente, como si estuviera más contenta.
—¿Estás bien, Valeria? Te noto diferente —admitió, acercándose—. Parece que algo bueno ha pasado.
Diana percibió el reflejo de la felicidad en sus ojos, ese brillo que volvía a resplandecer de alguna manera. Significaba que algo bueno había ocurrido.
Valeria sonrió ampliamente y abrazó a su madre.
—En realidad, no te equivocas, Mamá —susurró, con alegría—. Ha pasado algo muy bueno. Alexander y yo hemos decidido empezar de nuevo. Queremos estar juntos. Ambos sabemos que el divorcio no es algo que deseamos. Espero que lo entiendas, Mamá.
Diana se llenó de sorpresa por la noticia, pero al mismo tiempo, sintió una genuina felicidad. Ver a su hija contenta hacía que ella se sintiera igual.
—¡Por supuesto que estoy contenta por ti, Valeria! No te imaginas lo feliz que me siento al escuchar eso —dijo, abrazándola de nuevo.
Valeria se separó de ella, c