Madison, en su anhelo de amor y estabilidad, se sumerge por completo en una relación que parece ser la ideal. Sueña con una vida perfecta junto a su pareja: una casa con cerca blanca, dos hijos, un perro y quizás un gato. Sin embargo, sus ilusiones se desmoronan cuando su amante la traiciona en su momento de mayor vulnerabilidad, dejándola sumida en una profunda desesperación. En su momento más oscuro, un inesperado salvador aparece: el tío de su traicionero ex. Para sorpresa de Madison, este hombre resulta ser el millonario más temido y el soltero más deseado de la ciudad. Mientras su relación florece, Madison se convierte en el centro de atención no deseada, siendo acusada de cazafortunas y oportunista. A pesar de las críticas y la vergüenza, Madison está decidida a cumplir con su parte en esta alianza inusual. Lo que no sabe es que, para su benefactor, ella nunca fue solo un acuerdo. Él está decidido a consentirla más allá de sus sueños más atrevidos. En medio del caos y la confusión, Madison se encuentra en un torbellino de emociones, atrapada entre un pasado doloroso y un futuro incierto que podría ofrecerle más de lo que alguna vez imaginó.
Leer másEra una mañana preciosa, y en esa reconocida boutique, las mejores diseñadoras preparaban los mejores vestidos para los matrimonios más prestantes en la ciudad.
Madison caminaba entre los elegantes pasillos, sus dedos rozaban las telas más finas mientras su corazón latía con emoción. Este era el día que tanto había esperado: elegiría el vestido que llevaría el día de su boda.
Hacía dos años que había conocido a Manuel Ferrer, su prometido, el gran amor de su vida: un hombre millonario, excéntrico, atractivo y, sobre todo, apasionado. Un suspiro escapó de sus labios al imaginarse caminando del brazo de él hacia el altar.
—¡Perfecto, señorita Fiorency! Su vestido está listo. ¿Quiere probárselo? —La voz de la vendedora la sacó de su ensueño.
La mujer sostenía un vestido impresionante: lentejuelas que brillaban como estrellas, una cola majestuosa y un escote en forma de corazón que parecía hecho para ella. Madison lo abrazó contra su pecho, incapaz de contener su emoción.
—¡Claro que sí! Es lo que más he esperado. Voy al vestidor.
Mientras se dirigía hacia allí, su teléfono comenzó a vibrar insistentemente en su bolso. Lo ignoró, demasiado absorta en el momento, pero el sonido no cesó. Frunció el ceño, dejó el vestido con cuidado sobre el perchero y respondió.
—¿Hola?
—Señorita Madison Fiorency —una voz desconocida resonó al otro lado—. Le habla Romina, del Hospital Central de Rockefeller. Lamento mucho informarle… su madre ha fallecido. ¿Podría venir lo antes posible?
El mundo se detuvo. El aire le faltó. El vestido, los planes, la felicidad… todo se desvaneció ante sus ojos. Un vacío doloroso se apoderó de su estómago mientras se dejaba caer en una silla.
El teléfono volvió a su bolso. Su siguiente llamada fue para Manuel.
«Contesta, por favor…»
Pero no hubo respuesta.
Con el corazón en pedazos y las lágrimas ahogándola, abandonó la boutique y condujo como una loca hacia el departamento que compartían. Necesitaba su abrazo, su consuelo.
—Señora Madison, ¿adónde va? —El portero, José, intentó detenerla.
—¡Al apartamento de Manuel! ¿Está allí?
El hombre palideció.
—Sí… bueno, no, es que…
No esperó a escuchar más. Subió en el ascensor, sus lágrimas le nublaban la vista. Al llegar, sacó las llaves, pero una extraña intuición la detuvo.
Desde el otro lado de la puerta, se escuchaban gemidos.
Un nudo de horror se formó en su garganta. Abrió lentamente y avanzó hacia la habitación principal, donde una voz femenina jadeaba.
—¡No pares, Manuel! ¡Eres increíble!
Madison se detuvo en seco. A través de la rendija de la puerta, vio a una mujer rubia montando a su prometido, ambos perdidos en un éxtasis que nunca le había dedicado a ella.
—Cuando me case con Madison y tenga la herencia, nos iremos juntos, mi amor —murmuró Manuel entre gemidos.
—¿Por qué no puedo ser yo tu esposa? —preguntó la rubia con ansia.
—Mi familia nunca aceptaría una mujer de otros estatus social —respondió él con desdén—. Pero te quiero igual. Ahora muévete…
Madison no pudo más. Con un empujón violento, abrió la puerta.
—¡Maldito traidor!
La escena se congeló. La rubia se cubrió con las sábanas, mientras Manuel la miraba, más enfadado que arrepentido.
—¿Qué haces aquí? —rugió.
—¡Vivimos juntos, imbécil! —gritó Madison, lanzándose contra él, golpeándole el pecho—. ¡Después de todo lo que hice por ti!
Manuel la apartó con violencia, y antes de que pudiera reaccionar, sacó una maleta y comenzó a arrojar sus cosas dentro.
—Lárgate de aquí.
—¡Vendí mi departamento para pagar nuestra boda! —gritó ella, desesperada.
—No me importa. Eres una carga. No te amo.
Las palabras la atravesaron como cuchillos.
Con el corazón destrozado y el rostro empapado, agarró su maleta y salió, dejando atrás la vida que creía perfecta.
***
Hudson Yards, Mansión Ferrer
Mientras tanto, en la opulenta mansión de los Ferrer, la familia se reunía para la lectura del testamento de Christopher, el patriarca. Todos estaban presentes… excepto Manuel, que llegó tarde, arrogante y desafiante.
—¿Qué hace este mafioso aquí? —espetó al ver a Maximiliano, su tío, sentado junto a su abuelo.
—Empresario, sobrino —replicó Maximiliano con calma—. Algo que tú nunca serás.
Christopher alzó la mano.
—Basta. —Sacó los documentos y los colocó sobre la mesa—. Cambié mi testamento. Y ahora, Maximiliano también forma parte de este.
Manuel palideció.
—¿Qué?
—Siéntate —ordenó el abuelo—. Tenemos mucho que hablar.
Y mientras Madison lloraba en las escaleras del edificio, sin saber adónde ir, la fortuna que Manuel tanto ansiaba comenzaba a escapársele de las manos.
Punto de vista Madison Moría de deseos por sentir la explosiva polla de Maximiliano penetrando mi interior, el castigo impuesto me estaba afectando mucho más a mí, que a él.Sin embargo, yo no tenía problema de que él fuera un mafioso, jure en el altar amarlo de manera incondicional, ser su mujer y amarlo y respetarlo hasta que la muerte llegue para cualquiera de los dos, o para los dos, porque si él llegará a morir, tendrían que enterrarme con él. ¡No soportaría una vida en donde Maximiliano Ferrer no acompañara mis días!Pero, Mía Ferrer era quien realmente me preocupaba, una niña tan inteligente como ella no debía estar viviendo situaciones que la afectaran, desde que era tan solo una niña, presenció como la mafia invadió sus espacios, empezando por la madre que la vida le concedió, un demonio sin escrúpulos ni sentimientos, que fue capaz de arriesgarla en un atentado, sin tener un poco de piedad ni compasión.Suspiré al verla sentada en la alberca jugando con Sebastián, quería pe
Madison apretó mi mano mientras íbamos de camino al despacho, su tacto era suave y tibio.No necesite más de cinco minutos para que mi amigo se hinchara como si fuese a explotar.—Madison preciosa, te deseo tanto.Abrí la puerta del despacho, y ella me empujó hacia adentro, cerró la puerta con un fuerte golpe a sus espaldas, y me miró fijamente.—¿Me deseas, esposo?—¡Oh si! Madison , claro que sí, te deseo como desde el primer día que vi tu cuerpo menudo, batallando por huir aquella noche.Madison no dejaba de mirarme, sus ojos estaban ardiendo, se mordía los labios con intensidad.Bajó una tiranta de su blusa y dejó uno de sus senos al descubierto, luego bajó la otra y los dejo completamente descubiertos.La blusa cayó al piso, y su vientre que ya no estaba tan plano quedó al desnudo, solamente su pantalón de algodón cubría su parte inferior.Me acerqué a ella lentamente, aunque cojeaba, mis pasos eran firmes y sabían a la perfección mi destino, mi amada y seductora esposa, la mi
Respiré profundo, sabía que la conversación que debía sostener con Mía no sería fácil. Si de por sí, entender a una mujer ya era complicado, no me podía ni imaginar cómo sería entenderla en plena adolescencia, cuando las hormonas están trabajando al cien por ciento.Salí de mi oficina y la encontré en la sala de estar. Mía estaba absorta en un libro de economía que había encontrado en mi biblioteca. Desde que lo descubrió, se había empeñado en comprender el concepto de 'ceteris paribus'.Sentí orgullo al ver que mi hija ya estaba enfocada en la decisión de estudiar una carrera profesional, en lugar de seguir las conductas típicas de otras niñas de su edad.Aclaré mi garganta para sacarla de sus pensamientos. Mía levantó la cabeza y me dedicó una pequeña sonrisa con la comisura de los labios. Colocó un separador en su libro y cerró la tapa.—Hola, papá.—Hola princesa, ¿Cómo va la lectura? —Bien, aun no comprendo cómo algunas variables pueden incidir en los resultados de suposiciones,
Punto de vista Maximiliano Tres años pasaron desde que nació mi hija, aún recuerdo el día del parto y la ansiedad que sentíamos con Madison por saber la sorpresa, ella apostaba a que era un varón y yo apostaba a muerte, que era otra princesa.La vida me concedió el verdadero placer de una tercer mujer en mi vida. Sherry, una preciosa criatura de tez blanca y ojos grises como los de su padre, también como los de su hermana.Mía ya estaba próxima a cumplir los quince años, ya era toda una señorita, su cabello estaba largo hasta la cintura, sus ojos brillaban con la fe de la adolescencia, y su cuerpo había abandonado el porte de niña, para convertirse en una mujer.Algo que dolía en mi alma, pues en su corazón, ya estaban apartados sus sentimientos de amor, mi pequeña ya estaba enamorada, y lo estaba desde hace un año, que formalizo su relación con Sebastián, el hermano de Philipe.—¿En qué piensas mi amor? —Madison entró a mi despacho con la pequeña Sherry de su mano, mis mujeres era
3 meses más tarde Punto de vista MaximilianoFinalmente regresé a la mansión después de una larga estancia en el hospital, pero lo hice con una sonrisa de oreja a oreja. Los médicos habían sido pesimistas, asegurando que no volvería a caminar, y sin embargo, ahí estaba yo, dando pasos lentos pero firmes.Aunque necesitaba apoyarme en un bastón y caminaba muy despacio, mi recuperación avanzaba de manera satisfactoria. Estos tres meses habían sido cruciales para mi vida, llenos de eventos significativos.Primero, la pancita de Madison ya estaba notablemente crecida, y sus hormonas también se notaban. Decidimos esperar hasta el nacimiento de nuestro bebé para conocer su sexo; queríamos que fuera una sorpresa.Afortunadamente, confirmé que mi padre había fallecido a causa de un paro cardíaco, una muerte natural que esperábamos desde que supimos de su enfermedad. No murió en la explosión que causó Samantha en su casa.Manuel y Mérida, mis sobrinos, se convirtieron en los herederos unive
Punto de vista MaximilianoParecía que estaba viviendo un sueño, ¿o más bien una pesadilla? Enterarme de que podía quedar paralítico era un desastre. Yo era el pilar de mi familia y mi organización; postrado en una silla de ruedas no podría hacer mucho.¿Y Madison ? Sería egoísta de mi parte hacer que ella se quedara al lado de un hombre como yo, que ni siquiera podía satisfacerla sexualmente. Ahí estaba ella, con sus ojos clavados en los míos mientras se acercaba más a mi miembro.Un miembro que no iba a funcionar, pues la movilidad de mi cuerpo de la cintura para abajo se había limitado y era casi imposible que yo pudiera tener una erección. Sin embargo, eso no quería decir que no sintiera nada. Al verla tan cerca de mi intimidad, mi corazón empezó a latir con fuerza.La excitación de mi cuerpo era evidente: mis vellos se erizaron y mi estómago subía y bajaba agitado. ¡Maldita sea! Cómo la deseaba.—Tú sí me puedes dar placer, Maximiliano —dijo con enojo.—Preciosa, yo… yo… —titubeé
Último capítulo