Punto de vista Maximiliano
Tres años pasaron desde que nació mi hija, aún recuerdo el día del parto y la ansiedad que sentíamos con Madison por saber la sorpresa, ella apostaba a que era un varón y yo apostaba a muerte, que era otra princesa.
La vida me concedió el verdadero placer de una tercer mujer en mi vida. Sherry, una preciosa criatura de tez blanca y ojos grises como los de su padre, también como los de su hermana.
Mía ya estaba próxima a cumplir los quince años, ya era toda una señorita, su cabello estaba largo hasta la cintura, sus ojos brillaban con la fe de la adolescencia, y su cuerpo había abandonado el porte de niña, para convertirse en una mujer.
Algo que dolía en mi alma, pues en su corazón, ya estaban apartados sus sentimientos de amor, mi pequeña ya estaba enamorada, y lo estaba desde hace un año, que formalizo su relación con Sebastián, el hermano de Philipe.
—¿En qué piensas mi amor? —Madison entró a mi despacho con la pequeña Sherry de su mano, mis mujeres era