No quiero que se vaya

Punto de vista Maximiliano

Parecía que estaba viviendo un sueño, ¿o más bien una pesadilla? Enterarme de que podía quedar paralítico era un desastre. Yo era el pilar de mi familia y mi organización; postrado en una silla de ruedas no podría hacer mucho.

¿Y Madison ? Sería egoísta de mi parte hacer que ella se quedara al lado de un hombre como yo, que ni siquiera podía satisfacerla sexualmente. Ahí estaba ella, con sus ojos clavados en los míos mientras se acercaba más a mi miembro.

Un miembro que no iba a funcionar, pues la movilidad de mi cuerpo de la cintura para abajo se había limitado y era casi imposible que yo pudiera tener una erección. Sin embargo, eso no quería decir que no sintiera nada. Al verla tan cerca de mi intimidad, mi corazón empezó a latir con fuerza.

La excitación de mi cuerpo era evidente: mis vellos se erizaron y mi estómago subía y bajaba agitado. ¡Maldita sea! Cómo la deseaba.

—Tú sí me puedes dar placer, Maximiliano —dijo con enojo.

—Preciosa, yo… yo… —titubeé
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