Justo antes de nuestra ceremonia de apareamiento, mi compañero, el Alfa Damián, me dijo que tenía que marcar temporalmente a una Omega de nuestra manada, Serafina. Aseguró que ella sufría de la Enfermedad Lunar y que moriría si él no la marcaba. Me opuse con todas mis fuerzas, pero al día siguiente, Damián instaló a Serafina directamente en el Penthouse de la Casa de la Manada. La suite destinada a la futura Luna. Mi suite. Para calmarme, incluso se arrodilló, con los ojos enrojecidos, y me prometió: —Cuando ella esté a salvo, le quitaré la marca. Tú seguirás siendo mi única Luna. Pero entonces, Serafina vino a verme, con un informe médico en la mano. Seis semanas de embarazo. Ya habían celebrado su propia ceremonia de marcado mucho antes de que Damián viniera a hablar conmigo. Sentí que mi corazón se deshacía en cenizas. Mi pluma se hundió en el calendario, trazando una X furiosa sobre la fecha que debía ser nuestra ceremonia de apareamiento. Luego, abrí mi computadora portátil y respondí al correo del Gremio Europeo de Sanadores de Laurel: —Acepto su invitación. Me marcho el mismo día de la ceremonia de apareamiento.
Ler maisPunto de vista de Isla—Sí.Mi respuesta dejó a todos en la habitación atónitos.—¿Isla? —Esteban me miró, con una pregunta en los ojos.—Si quieres venir, puedes hacerlo. —Le dije a Damián. —Pero solo para mirar.Un destello de luz apareció en los ojos de Damián. —Gracias.A la mañana siguiente, el médico autorizó a Damián a salir del hospital por unas horas.—Pero no por mucho tiempo. —Advirtió. —El veneno de plata no ha desaparecido por completo.Esteban envió una invitación formal y un prendedor ceremonial de piedra lunar. Era la más alta muestra de cortesía hacia un invitado.A las tres de la tarde, comenzó la ceremonia.El lugar elegido fue la orilla del Manantial de la Luna más antiguo de Suiza. Nos rodeaban los Alpes, con sus cumbres nevadas brillando bajo el sol. El agua del manantial era tan clara como un espejo y despedía un suave resplandor plateado.Yo llevaba un vestido ceremonial blanco tradicional y una corona de flores de laurel. Esteban vestía un traje de Alfa en az
Punto de vista de IslaEl tiempo pareció detenerse. El destello de la plata. El gruñido del atacante. Y luego, un borrón de movimiento. Un aroma que conocía mejor que el mío propio.—¡Isla! —La palabra fue una súplica desesperada cuando el cuerpo de Damián se lanzó contra el mío, cubriéndome.La hoja maldita de plata, impregnada con acónito, se hundió profundamente en su pecho con un sonido repulsivo.—¡No!Se desplomó en mis brazos, la sangre empapando al instante su camisa blanca. El veneno de plata empezó a extenderse, y su piel se volvió pálida ante mis ojos.—¡Damián! —Lo sostuve, mis manos intentando desesperadamente canalizar mi energía sanadora para combatir el veneno, mi voz temblando de terror. —¿Por qué harías esto…?—Corre… —Jadeó, con sangre burbujeando en sus labios. —Ellos… volverán…Los dos atacantes, rebeldes por su aroma, se congelaron. Sus rostros palidecieron al reconocerlo.—¡Alfa! —Balbuceó uno. —No queríamos hacerle daño…—Fuera de aquí. —Ordenó Damián con vo
Punto de vista de Isla—Es demasiado tarde. —Dije, mirando hacia abajo a Damián, que seguía de pie frente a mí como un suplicante.—Durante cinco años, nunca me amaste de verdad. —Continué, enumerando sus pecados uno por uno. —Jamás me trajiste una piedra lunar, el gesto más simple de afecto entre compañeros, y lo consideraste una formalidad innecesaria.—Mi pasión, mi don… lo despreciaste como un pasatiempo sin sentido.—Tomaste el rito más sagrado de nuestra especie, un vínculo bendecido por la propia Diosa, y lo profanaste con una mentira patética y manipuladora.Cada palabra era como un cuchillo de plata girando en su corazón.—Yo… pensé que nada de eso importaba…—Exacto. No te importaba a ti. —Dije, observándolo desde arriba. —Porque creías que yo era tu propiedad. Pensabas que nunca me iría.—Para que quede claro, Damián. —Mis palabras fueron tan afiladas como una navaja. —No estás de luto por nosotros. Lamentas tu ego herido. No soportas que alguien a quien considerabas tuyo ha
Punto de vista de Isla—No necesito salvar a mi ex compañero.Mi voz resonó clara como el cristal en el silencio del salón. El color desapareció del rostro de Damián.—Vámonos. —Dije, tomando la mano de Esteban y girando para marcharme.—¡Espera! —Gritó Damián detrás de nosotros, con la voz quebrada por la desesperación. —¡Por favor, dame una oportunidad!No miré hacia atrás.Esteban me condujo hasta la casa de mis padres.—¿Estás bien? —Preguntó con un tono lleno de preocupación.—Estoy bien. —Respondí, observando las luces de la ciudad pasar a través de la ventanilla. —Solo no esperaba verlo.—Si no te sientes cómoda, podemos regresar a Suiza antes de lo previsto.—No. —Dije, mirándolo. —No voy a permitir que nadie cambie mis planes.Esteban sonrió con ternura.—Por eso te amo.Se detuvo frente a la casa de mis padres, y le di un suave beso en la mejilla antes de bajar.Apenas abrí la puerta, me quedé inmóvil. Había alguien sentado en la sala.Damián.—¡Isla! —Dijo mi madre, poniéndo
Punto de vista de IslaDos años después.Estaba de regreso en Nueva York. No por Damián, sino para asistir a la Cumbre Global de Sanadores Sobrenaturales. Era la cima de mi carrera.—¡Isla! —Clara corrió hacia mí y me abrazó. —Diosa, ¡te ves increíble!Era cierto. Había cambiado. Dos años de investigación habían llevado mis habilidades a un nuevo nivel. Ahora era la Sanadora Maestra más joven en la historia del Gremio. Más importante aún, había encontrado paz.—¿Y quién es “nosotros”? —Preguntó Clara, alzando las cejas con picardía.Me giré justo cuando Esteban se acercaba. Lucía impecable en un traje negro perfectamente entallado, con su sonrisa cálida de siempre.—Este es Esteban. —Dije con voz firme y serena mientras tomaba su mano. —Mi compañero en la investigación… y en la vida. Mi compañero elegido.Clara nos miró y una chispa de comprensión apareció en sus ojos.—Ustedes dos…—Sí. —Respondí, entrelazando mis dedos con los de Esteban. —Estamos juntos.La gala de celebración s
Punto de vista de DamiánUna hora después, irrumpí en el resort.Serafina estaba en la cama leyendo. Cuando me vio, su rostro se llenó de pánico.—¿Damián? ¿Qué haces…?—La Luna de Sangre. —La Interrumpí. —Hace cinco años.Su cara se puso blanca como la nieve.—¿De qué… de qué estás hablando?—¿Quién. Me. Salvó? —Escupí cada palabra.—Fui yo, por supuesto… —Su voz tembló.—¡Mentira! —Rugí. —¡Vi el cristal de memoria!El libro de Serafina cayó al suelo.—Yo… yo también ayudé… —Balbuceó. —Te salvamos juntas…Avancé hacia ella, mirándola a los ojos que alguna vez creí tan bondadosos. Ahora solo veía miedo y engaño.—¿Sabías que ella casi muere por salvarme?—Yo… yo no sabía que usaría tanta…—¡Lo sabías! —Mi voz se volvió hielo. —Sabías que me amaba, sabías que haría cualquier cosa por salvarme, así que la dejaste ir primero. Y luego te aseguraste de ser la primera persona que viera al despertar.La verdad más amarga quedó expuesta.Miré a la mujer frente a mí y no sentí nada de la “deuda
Último capítulo