Punto de vista de Damián
Una hora después, irrumpí en el resort.
Serafina estaba en la cama leyendo. Cuando me vio, su rostro se llenó de pánico.
—¿Damián? ¿Qué haces…?
—La Luna de Sangre. —La Interrumpí. —Hace cinco años.
Su cara se puso blanca como la nieve.
—¿De qué… de qué estás hablando?
—¿Quién. Me. Salvó? —Escupí cada palabra.
—Fui yo, por supuesto… —Su voz tembló.
—¡Mentira! —Rugí. —¡Vi el cristal de memoria!
El libro de Serafina cayó al suelo.
—Yo… yo también ayudé… —Balbuceó. —Te salvamos juntas…
Avancé hacia ella, mirándola a los ojos que alguna vez creí tan bondadosos. Ahora solo veía miedo y engaño.
—¿Sabías que ella casi muere por salvarme?
—Yo… yo no sabía que usaría tanta…
—¡Lo sabías! —Mi voz se volvió hielo. —Sabías que me amaba, sabías que haría cualquier cosa por salvarme, así que la dejaste ir primero. Y luego te aseguraste de ser la primera persona que viera al despertar.
La verdad más amarga quedó expuesta.
Miré a la mujer frente a mí y no sentí nada de la “deuda