Punto de vista de Isla
—Es demasiado tarde. —Dije, mirando hacia abajo a Damián, que seguía de pie frente a mí como un suplicante.
—Durante cinco años, nunca me amaste de verdad. —Continué, enumerando sus pecados uno por uno. —Jamás me trajiste una piedra lunar, el gesto más simple de afecto entre compañeros, y lo consideraste una formalidad innecesaria.
—Mi pasión, mi don… lo despreciaste como un pasatiempo sin sentido.
—Tomaste el rito más sagrado de nuestra especie, un vínculo bendecido por la propia Diosa, y lo profanaste con una mentira patética y manipuladora.
Cada palabra era como un cuchillo de plata girando en su corazón.
—Yo… pensé que nada de eso importaba…
—Exacto. No te importaba a ti. —Dije, observándolo desde arriba. —Porque creías que yo era tu propiedad. Pensabas que nunca me iría.
—Para que quede claro, Damián. —Mis palabras fueron tan afiladas como una navaja. —No estás de luto por nosotros. Lamentas tu ego herido. No soportas que alguien a quien considerabas tuyo ha