Cuando me inyectaron el veneno de lobo, sentí cómo la vida se me escapaba. Quedé inmóvil en la cama, mientras el frío me envolvía como un sudario. A duras penas pude encontrar un antídoto, pero mi compañero alfa, en vez de ayudarme, corrió a dárselo a su primer amor. Con la voz rota, le supliqué que me dejara al menos un poco, solo un sorbo, con la finalidad de vivir tres días más. Estaba convencida de que podría encontrar otra cura. Pero él ni siquiera se dignó a pensarlo. Me lanzó una mirada llena de rabia y me gritó: —¡Julia se está muriendo y tú todavía aquí haciéndote la enferma! ¡Ya basta de tus celos, no te aguanto más! Por su orden, me encerraron en la habitación, sola, sin fuerzas, sin esperanza. Finalmente, el veneno acabó con mi vida. Mi cuerpo se apagó en silencio, solo y olvidado. Cuando el alfa recibió la noticia... perdió la razón. Como un loco, desenterró mi tumba con sus propias manos, llamándome a gritos en medio de la noche.
Leer másRoyce se quedó tirado en el suelo por un buen rato, bajo la luz de la luna que le caía directo en la cara. Incluso así, con todo el dolor encima, seguía viéndose igual de atractivo.Y no sé por qué, pero me vino a la mente un recuerdo. Uno viejo, de esos que aparecen sin pedir consentimiento:esa noche, los dos acostados junto al lago, sin decir nada, mirando la luna. La luz entonces era más clara que ahora.Teníamos los dedos entrelazados y él me miró de lado, con esa sonrisa tan suya, y me dijo:—Diana, ¿quieres ser mi luna?En ese momento estaba segura de que me amaba. Pero de ese amor a su indiferencia… solo pasaron cinco años. Su amor fue más corto de lo que imaginé.Royce abrió y cerró la mano, sin apartar la vista de su palma, como si aún quedara algo ahí.Seguro también estaba recordando aquel momento.Luego, sin decir nada, extendió su garra y empezó a raspar la lápida, borrando todo lo que decía.Quería dejar espacio para grabar algo nuevo: Royce y su compañera, Diana, reposa
Royce pasó mucho tiempo hundido en su propia miseria, hasta que un día empezó a salir cada vez más seguido, pasando horas fuera antes de volver a casa.Mi alma ya era tan débil que la luz del sol me lastimaba. Durante el día no podía seguirlo, así que una noche, después de que se despertó agitado por una pesadilla, decidí salir con él.Lo acompañé en silencio hasta el cementerio de la Manada Stormclaw.Una de las lápidas llevaba mi nombre grabado. Abajo se leía en la leyenda: Luna de Jason, alfa de la Manada Stormclaw. Aquí descansa Diana.Al parecer, Royce había estado buscando mi tumba durante todo este tiempo… pero claramente no era lo que esperaba encontrar. Se enfureció, y yo, en cambio, solo sentí un dolor amargo.La verdad... yo nunca llegué a amar a Jason. Los dos sabíamos que lo nuestro no iba para ningún lado, así que nunca hicimos nada al respecto. Después conocí a Royce… y todo lo que sentía por Jason desapareció. Lo único que me pesaba era no haber podido devolverle a Jaso
Julia huyó del clan, pero no llegó muy lejos. Los lobos errantes que la habían estado cazando la alcanzaron en seguidaEran los mismos a los que había usado como peones… ahora estaban heridos, furiosos, con ganas de ajustar cuentas.La lista negra de Royce los había condenado, y ellos, desesperados por vengarse, la destrozaron sin darle ni siquiera oportunidad de pedir piedad. Sus gritos desgarraron la noche, largos, horribles, hasta que todo volvió a quedar en silencio.Cuando me llegó la noticia, no sentí satisfacción.Porque en el fondo yo sabía: todo eso era solo su forma de echarme en cara el amor que creía haberme quitado. Pero la verdad era otra. Royce no amaba a ninguna de las dos. Solo se amaba a sí mismo.No le importó en lo más mínimo la muerte de Julia. Apenas murmuró que ya lo sabía, sin siquiera cambiar el tono, como si le hablaran del clima, no de la vida de alguien. No hizo el menor intento de encontrar su cuerpo.Estaba en otras cosas. Demasiado ocupado buscando el par
El asistente, algo nervioso, soltó aquellas palabras y salió apurado.Royce se quedó paralizado, como si el suelo lo hubiera atrapado, incapaz de moverse o decir cualquier palabra.¿Quizá recordó aquel momento en que intenté suplicarle ayuda a través del vínculo mental?¿O tal vez la cicatriz familiar marcada en mi cadáver?¿Sentiría tristeza? ¿Incredulidad? ¿Un poco de arrepentimiento? Quién sabe.Pasó un largo rato antes de que finalmente reaccionara.Y cuando lo hizo, fue para correr directo a la casa de Julia. Una vez más... me había equivocado.Pensaba que, al menos, mi muerte le dejaría algo de culpa.Pero la realidad era que ni siquiera mi fenecimiento logró arrancarlo de Julia, ni por un segundo.La puerta de la casa de Julia estaba entornada, y sus voces se oían claras desde fuera.—¡Ya les di lo que querían! ¡Déjenme en paz o llamaré a la brigada de justicia!Al oírla, Royce dio un paso hacia adelante, instintivamente, dispuesto a protegerla.Pero lo que escuchó a continuació
—¿Por qué no dejamos el pasado atrás y comenzamos otra vez? Royce, no me importa que hayas tenido otra luna. Y tampoco quiero que te importe que yo, en su momento, me haya ido. Sabemos que esto no es una traición, nos amamos, y deberíamos estar juntos.La voz de Julia era suave y melodiosa; siempre sabía cómo ganarse el cariño de Royce. Yo, en cambio, por más que hiciera todo lo posible por calmarlo, él jamás me prestaba atención. Sus preferencias eran más que evidentes. Y yo seguía atrapada en esos pequeños gestos de cariño del pasado, aferrada a lo poco que había creído verdadero… hasta que fallecí, y finalmente pude ver a Royce tal como era.Toda la ternura, toda la atención, era para Julia. Conmigo, en cambio, siempre había sido cruel.Solo de pensarlo, sentía el corazón entumecido. Pero ya no me importa. Que Julia siguiera diciendo lo que quisiera de mí, y que Royce me odiara todo lo que se le antojara… Ya no me dolía. Ya no me interesaba.—Ahora no es momento para hablar
Después de un mes entero de tratamiento, fue el mismo Royce quien buscó a Julia al hospital.La sala estaba llena de amigos y familiares, y, apenas lo vieron llegar, un murmullo emocionado se esparció en el aire.—¡Es el alfa de Ashenfang!—¡Llegó tan temprano! ¡Se nota cuán preocupado está por Julia!—¿Será que pronto ella será nuestra luna? ¡Qué emoción!Julia, sonrojada, les pidió en voz baja que se callaran, antes de mirar a Royce con una ternura contenida.—Royce ya tiene una luna —dijo en un susurro—. No digan eso. Si ella llegara a oírlo... podría enojarse conmigo.—Julia, eres demasiado buena —murmuró alguien entre la multitud, sin molestarse en bajar la voz—. Si esa mujer no se hubiera metido entre tú y el alfa, tú serías nuestra luna desde hace tiempo.—Royce te ama —añadió otra voz con desprecio—. Esa mujer arruinó todo. Siempre te estuvo molestando. Nunca fue digna del alfa.Yo los escuchaba, como si todo viniera de muy lejos. ¿De verdad era así como me veían todos
Royce regresó con las hierbas justo cuando Jason, ya transformado en lobo, corría hacia él a toda velocidad.Casi lo arrolla, y Royce, obligado a retroceder un paso, soltó un insulto entre los dientes.Pero Jason ni siquiera lo notó.Ya estaba frente a mi cadáver, con los ojos anegados de lágrimas. Extendió una mano temblorosa para tocarme, pero, al sentir el frío de mi piel, la retiró de inmediato.Finalmente, no pudo más. Cayó de rodillas junto a mí y rompió en llanto, murmurando entre sollozos:—Diana... ¿por qué... por qué te fuiste así? ¿Por qué no aceptaste ser mi luna? ¡No podía soportar verte sufrir!Dicen que llorar es contagioso. Después de morir, había logrado mantenerme relativamente serena. Pero ver a Jason así... hizo que no pudiera evitar quebrarme también.Jason era el alfa de la Manada Stormclaw, y, para llegar tan rápido hasta donde yo estaba, sin duda había sorteado más de un obstáculo. Pero lamentablemente... ya era demasiado tarde.Yo era huérfana, adoptada
Estaba atada a la cama de una sala pública de tratamiento, con la mirada fija en el techo, sintiendo cada vez más débiles los latidos de mi corazón, mientras esperaba el fin.Me encontraba en un pequeño hospital en la frontera de varios clanes, un sitio de paso donde la gente entraba y salía, pero nadie se detenía a detallarme. Sabía que, en la habitación de al lado, mi alfa estaba junto a la cama de Julia, avocándose a consolarla con ternura, susurrándole bellas y dulces palabras al oído. Dentro de mí, sentía cómo el veneno de lobo me quemaba lentamente, robándome el aliento y las fuerzas de a poco.Mi loba se había alejado de mí hacía ya mucho, y, aunque yo sufría, sabía que ella era la verdadera víctima.El único antídoto que podía salvarme estaba tan cerca... y, al mismo tiempo, tan lejos; imposible de alcanzar. Cada respiración me costaba todavía más, cada latido se apagaba un poquito, y el frío empezaba a ganar terreno en mi cuerpo. Hasta que ya no pude parpadear ni mover lo