SENTENCIA DE LUNA Fue Desterrada de su manada .Traicionada por su pareja destinada y condenada sin pruebas. Nayara lo perdió todo en una sola noche. Acusada de un crimen atroz, fue juzgada sin piedad y desterrada como una asesina. La manada la repudió. Su compañero destinado, Gael, no la protegió. Bajo el mandato de Lidia, la Luna Madre, su nombre fue borrado, su existencia reducida a un recuerdo maldito. Pero mientras ellos la olvidaban, ella sobrevivía. Crecieron en su piel las cicatrices del abandono, en su alma la furia de la injusticia. Y con el tiempo, comprendió la verdad: su caída fue orquestada. Sus enemigos no querían solo desterrarla, querían destruirla. En el exilio, Nayara encontró respuestas. No fue la primera en ser traicionada, ni será la última. Khael, el legítimo Alfa de la manada, también fue condenado por la misma mentira, por la misma mujer que los engañó a todos. La verdad quedó enterrada bajo hechizos y engaños, pero ellos han regresado para desenterrarla… y hacer pagar a quienes los condenaron. La justicia no es suficiente. La venganza es su derecho. Cuando la luna ilumine su regreso, no habrá súplica que la detenga, ni lazos que la retengan. La manada pagará su deuda de sangre. Gael enfrentará el peso de su traición. Y cuando todo arda bajo el juicio de la loba que una vez desterraron, Nayara decidirá si queda algo por lo que luchar… o si destruirá todo a su paso. Porque esta vez, ella dicta la sentencia.
Leer másCAPÍTULO —LA PROMESA DE LA LUNA El día se había rendido al calor, y la playa era su refugio secreto. Nayara y Gael caminaban descalzos, dejando huellas paralelas en la arena húmeda. El mar jugaba con ellos, mojando sus tobillos con espuma blanca, y el viento revolvía sus cabellos como si quisiera recordarles que, allí, lejos de la manada y del peso de las culpas, seguían siendo simplemente dos almas destinadas. Se sentaron sobre una manta improvisada, riendo con la boca llena mientras compartían frutas y carne que habían cazado. Comieron como lobos, arrancando pedazos con ansias y mirándose de reojo con sonrisas traviesas. Gael, con un brillo de picardía en los ojos, le limpió la comisura de los labios con un dedo; Nayara lo atrapó suavemente con la lengua y él, sorprendido, soltó una carcajada tan plena que el eco rodó sobre las olas. Después, jugaron como niños. Gael la persiguió por la orilla, ella lo esquivaba, sus huellas se borraban con cada ola, y cuando él por fin la atra
CAPITULO —FRENTE A LA LUNA Punto de vista de Gael Gael no podía creerlo. No podía creer que ella hubiera bajado, que lo hubiera buscado, que no lo hubiera dejado hundirse en la arena como un despojo. Cuando sus labios tocaron los de Nayara, su lobo rugió de felicidad tan fuerte que le recorrió la sangre como fuego. Hacía años que no sentía esa plenitud: no el poder, no el título, no el mando… sino la certeza de estar completo. Cada beso era una plegaria. Cada caricia, un rezo silencioso. En cada embestida que compartían, en cada gemido que se escapaba entre ellos, él le pedía a la Luna que no lo dejara perderla de nuevo. “Bendecime, Luna, guardanos, no nos arrebates otra vez”, suplicaba por dentro. Su loba se entregaba, y su lobo respondía con una devoción que no era solo deseo, era amor, era hambre de alma. La miraba, la tocaba, y le parecía mentira. Esa mujer sobre la arena era más hermosa que cualquier seda, más cálida que cualquier cama. Había soñado con ella todas esas noches
CAPÍTULO —TE ELIJO DE NUEVO Nayara apretó los ojos en la oscuridad, y la voz de su loba, esa conciencia caliente que le lamía los bordes del miedo, habló como un latido dentro de su pecho: ya basta, Nayara; ya lloramos, ya peleamos, ya pagamos; Gael también cayó y se levantó; perdió a su madre, perdió a su manada, te perdió a vos; no le demos el gusto a la bruja; hoy elegimos nosotras. Y en esa certeza que no pedía permiso ni pedía perdón, se incorporó sin encender la lámpara, abrió la puerta con un cuidado de ritual y dejó que la noche le soplara a la cara su olor a sal, a madera húmeda y a luna cansada. —No le vamos a dar el gusto —murmuró, y su voz sonó como si hablara con la niña que fue y con la loba que es—. Yo lo quiero besar. No sé qué vas a hacer vos, Nayara… pero yo voy a besar a mi compañero. Bajó los escalones, y lo encontró allí, tendido sobre la arena, con la espalda apoyada en la noche y la respiración acompasada a la marea. Se arrodilló a su lado, le rozó la sien co
Capítulo – Lo Que Nunca Te Dije ( Gael no se movió. La puerta se había cerrado tras ella, y aún así, sus pies seguían clavados en la arena como si el tiempo se hubiera detenido justo en el segundo en que Nayara decidió marcharse. Las estrellas apenas titilaban sobre su cabeza, como si ni el cielo se atreviera a interrumpir ese instante congelado. No hizo falta que llorara. No porque no tuviera razones, sino porque las lágrimas, esas compañeras fieles de las noches solitarias, ya no bajaban. Se le habían secado en algún punto del camino, convertidas en sal sobre la piel, en suspiros silenciosos que ya nadie escuchaba. Lo único que le quedaba era la voz quebrada, el pecho hundido, y una necesidad absurda de decir en voz alta todo lo que jamás se atrevió. Se dejó caer primero de rodillas, y después, como si los huesos le pesaran siglos, se sentó sobre la arena fría. Apoyó los codos en las rodillas, las manos sobre la nuca, y por fin, se permitió algo que no se había dado en much
Capítulo 60 – El Perdón Bajo la Luna El mar murmuraba en voz baja. La arena aún estaba tibia bajo sus pies. Y la Luna… la Luna parecía haber bajado del cielo solo para ser testigo de lo que iba a pasar. Nayara no se movió cuando Gael se arrodilló frente a ella. Solo lo miró. Con esos ojos verdes capaces de romperle el alma con un solo parpadeo. —Te escucho —dijo, finalmente. Su voz era firme, pero en su interior todo era un caos. Parte de ella quería huir. Parte de ella… quería abrazarlo. Gael tragó saliva. Tenía la boca seca, pero el corazón empapado. —No vengo a pedirte que olvides. Sería estúpido de mi parte pedirte que borres todo lo que hice. Lo que dejé que te hicieran. Vengo a decirte… que ya no soy ese lobo cobarde. Nayara entrecerró los ojos. —¿Y qué lobo sos ahora? —Uno que se rompió. Uno que te buscó cada noche en el silencio de la manada. Uno que entendió, tarde, que el amor no se construye solo con caricias, sino también con lealtad… y que yo
Capítulo 59 – Bajo la Luna, Todo se Dice El sol descendía con lentitud, tiñendo el cielo de un naranja profundo, como si el propio universo supiera que algo importante estaba por suceder. Las sombras se alargaban sobre la plaza central de Fuego de Luna, donde el árbol más antiguo, aquel que había sido testigo de generaciones de Alfas, de nacimientos, pactos y traiciones, albergaba ahora una escena distinta: el silencio del pasado y la promesa del futuro. Khael estaba sentado a sus pies. El bastón del linaje Alfa, tallado con símbolos antiguos que sólo los de su sangre podían leer, descansaba apoyado contra su hombro. Pero lo que sus manos sujetaban no era una reliquia de guerra ni un documento oficial, sino un pequeño trozo de tela color lavanda, gastado por el tiempo, doblado con un cuidado casi reverencial. Era un fragmento de manta. Una que alguna vez arropó el cuerpo pequeño de Nayara cuando era apenas una niña solitaria en el orfanato. Se la había dado una mujer mayor, una cuid
Último capítulo