CAPÍTULO 8: FORJADA EN VENGANZA
El sonido de los golpes resonaba con violencia en el claro del bosque, como el tambor de una guerra antigua que no cesaba, martillando el corazón de la noche con cada impacto.
Nayara jadeaba con fuerza, sintiendo su pecho alzarse y caer con una furia incontrolable, aunque no se permitió detenerse ni por un segundo. No podía. No debía. No cuando cada fibra de su cuerpo ardía con la urgencia de resistir.
Kael, imperturbable, bloqueaba sus ataques con una facilidad que hablaba de años de supervivencia en el exilio, de una experiencia que se forjó en la soledad más hostil, en batallas donde no existía el margen de error. Sin embargo, Nayara no se rindió, porque dentro de ella había algo más que coraje tenía hambre de justicia.
Volvió a lanzarse, esta vez con una secuencia precisa y feroz: una patada giratoria, seguida por un puñetazo directo al estómago y una embestida que contenía todo el rencor acumulado en su alma. Kael sonrió, un gruñido bajo se escapó