CAPÍTULO — LA CEREMONIA DE LOS TRES CACHORROS
El amanecer apenas comenzaba a teñir el cielo de oro y púrpura cuando la manada Fuego de Luna despertó con un júbilo contenido. Esa noche, bajo la Luna llena, se celebraría la ceremonia más esperada en décadas: la presentación de los hijos de Nayara y Gael.
Los aullidos de la víspera aún vibraban en los árboles. Los ancianos hablaban de augurios, de señales divinas, de cómo la Luna había derramado tres bendiciones en una sola madre. Los jóvenes corrían con flores blancas, los niños decoraban el claro con ramas de laurel y lirios. Todo el territorio parecía palpitar como un corazón gigante.
En el centro del claro, se levantó un altar de piedra antigua, decorado con símbolos grabados por generaciones pasadas. Sobre él, se dispusieron tres mantas: una azul oscuro, una rosa suave y una blanca inmaculada.
Alrededor del altar, los lobos formaron un círculo perfecto. Cada Beta, cada Gamma, cada guerrero estaba presente, con las cabezas inc