CAPÍTULO 9: VERDADES ENTERRADASEl fuego crepitaba en medio del claro, proyectando sombras danzantes sobre los árboles, como si los antiguos espíritus del bosque hubieran despertado para rodearlos, atentos, expectantes, silenciosos.Nayara estaba sentada en el suelo, con las piernas dobladas contra el pecho y los puños cerrados sobre las rodillas, mientras su respiración seguía agitada, no solo por el rigor del entrenamiento con Kael, sino también por el peso insoportable que traían las palabras que él había pronunciado minutos antes.Porque el agotamiento no nacía esta vez en el cuerpo… sino del alma.Kael, al otro lado de la fogata, permanecía en silencio, con la mirada clavada en las llamas como si pudiera ver en ellas todo aquello que el tiempo no había logrado borrar. Su silueta, recortada contra el resplandor del fuego, parecía esculpida en piedra, firme, serena y letal, como un guerrero hecho de cicatrices antiguas y verdades postergadas.Y entonces, su voz quebró el silencio c
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