Nathan Force lo tiene todo: poder, dinero y una prometida perfecta. Pero su mundo se tambalea cuando Logan, el hermano rebelde de su futura esposa, aparece en su vida. Él es lo opuesto a todo lo que Nathan representa: indomable, descarriado y adictivo. Lo que empieza con odio se convierte en un deseo prohibido capaz de destruirlo todo. ¿Podrán resistirse, o se arrastrarán juntos hacia la ruina?
Leer másEl comedor de los Smith resplandecía con la elegancia de una familia que se preciaba de su linaje. La mesa estaba dispuesta con candelabros de plata, copas de cristal y un banquete digno de impresionar al más exigente de los invitados. Al centro, Nathan Force mantenía esa postura impecable que lo caracterizaba: espalda erguida, rostro sereno, el porte de un hombre acostumbrado a dominar cada espacio que pisaba.
La velada era especial. No solo era un gesto de cortesía por parte de los Smith, sino una manera de presentar oficialmente a Nathan como el futuro esposo de Nara. La joven, radiante con un vestido color vino, lo miraba de vez en cuando con una mezcla de nervios y orgullo. Para ella, Nathan era la elección perfecta; para la familia, la alianza soñada. Todo parecía en orden… salvo por un asiento vacío. —Siempre tarde —murmuró el señor Smith, ajustándose los gemelos con impaciencia. Los criados servían el primer plato cuando, al otro extremo del pasillo, se escuchó un portazo. El eco recorrió la mansión como un presagio. Minutos después, Logan Smith apareció en el marco de la puerta. Cabello revuelto, chaqueta de cuero manchada de polvo y un olor a gasolina y tabaco que rompía con la pulcritud del lugar. —¿En serio? —bufó el padre, apretando los labios—. ¿Llegas así a una cena familiar? Logan arqueó una ceja, con esa sonrisa insolente que solía usar como escudo. —Al menos llegué, ¿no? La tensión se apoderó de la mesa. Nathan lo observó en silencio, estudiando cada detalle: la mirada desafiante, los nudillos enrojecidos, la arrogancia de quien no pedía disculpas. Era, en efecto, lo opuesto a todo lo que él representaba. —Esto es una vergüenza —tronó la voz grave del señor Smith—. Mientras tu hermana se prepara para un compromiso que asegura el futuro de esta familia, tú pierdes el tiempo en esas malditas carreras ilegales. Logan dejó caer la chaqueta sobre la silla, sin importarle que un criado casi tropezara con ella. —Al menos yo vivo mi vida como quiero. ¿Puedes decir lo mismo? Un murmullo helado recorrió el ambiente. Nara bajó la mirada, incómoda; la madre se llevó una mano al pecho, conteniendo un suspiro. Nathan, en cambio, no apartó la vista del joven. Había algo en su descaro que, aunque detestable, le resultaba intrigante. El padre se puso de pie, con los nudillos apoyados en la mesa. —¡Eres la vergüenza de este apellido, Logan! ¡Si sigues así, terminarás muerto o en la cárcel! Logan lo sostuvo con una calma peligrosa. —Prefiero eso antes que convertirme en una marioneta más de tus alianzas. El silencio cayó con el peso de un golpe seco. Los ojos de Nathan y Logan se cruzaron por primera vez. Fue apenas un instante, pero bastó: el empresario reconoció en esa rebeldía una chispa que ni la riqueza ni el poder podían comprar. Lo que ninguno sabía, en ese preciso momento, era que aquella cena marcaría el inicio de una guerra silenciosa… una que no solo pondría en riesgo a la familia Smith, sino también al imperio Force.El eco del comedor privado aún vibraba en la cabeza de Logan cuando se levantó de la mesa. Había sonreído lo justo, aguantado las miradas inquisitivas de su padre y las observaciones frías de Nathan, y ahora necesitaba un respiro. Se excusó con un murmullo y caminó por el pasillo hasta llegar al baño. Empujó la puerta y lo recibió la luz blanca, el mármol impecable y el olor a madera perfumada.Dejó el casco que llevaba en la mano contra la pared —aún no lo soltaba desde el desfile, como si fuese su amuleto— y abrió el grifo. El agua corrió cristalina, fría, refrescante contra su piel. Se inclinó, dejó que le empapara las muñecas, se mojó el rostro. El espejo le devolvió su reflejo: el chico rebelde disfrazado de modelo, con la mandíbula apretada y los ojos brillando de orgullo y rabia al mismo tiempo.En ese instante, su teléfono vibró dentro del bolsillo de su chaqueta de cuero. Lo sacó sin pensarlo. Una notificación iluminó la pantalla:“Esta noche. Carrera en la autopista vieja. A
El desfile había sido un éxito rotundo. Los focos se apagaban uno a uno y los técnicos enrollaban cables mientras las voces de los últimos periodistas se alejaban por el pasillo. En ese cierre silencioso, Nathan se acercó a los Smith con una cortesía impecable y los condujo a un comedor privado del mismo recinto: una mesa larga, mantelería marfil, copas altas, arreglos mínimos. Era una celebración íntima por el lanzamiento de la nueva línea… y, sí, por el debut inesperado de Logan.Se sentaron en el siguiente orden: Jon y Eleanor juntos, Nara frente a ellos, Nathan presidiendo la cabecera y, a su derecha, Logan. Un camarero llenó las copas de champán. Hubo un primer instante de quietud, como si todos buscaran el tono correcto para esa nueva fase de la noche.—A su salud —dijo Nathan, alzando apenas la copa—. Y gracias por aceptar mi invitación.—Gracias a ti —respondió Jon con solemnidad—. Ha sido una velada extraordinaria. No exagero si digo que es el mejor evento de moda masculina q
El salón de convenciones estaba transformado en un templo de lujo y sofisticación. Luces blancas y azules caían desde lo alto, iluminando la pasarela central que parecía extenderse como un río brillante en medio de un mar de invitados. El murmullo de la prensa, los clics de las cámaras y el tintinear de copas de champán creaban una sinfonía inquietante, una atmósfera donde cada detalle importaba.Nathan Force estaba en su elemento. Con su traje negro impecable, perfectamente entallado, caminaba entre los invitados con la seguridad de un hombre que sabía que todo, absolutamente todo, giraba a su alrededor. Su sola presencia imponía respeto. Había organizado el evento con precisión quirúrgica: nada estaba al azar. Y esa noche, había decidido añadir un ingrediente más a su espectáculo: Logan Smith.En primera fila, invitados de honor, se encontraban Jon Smith, su esposa Eleanor y su hija Nara. Habían llegado por invitación expresa de Nathan. Jon, con su porte de patriarca, mantenía una e
Logan tamborileaba con los dedos sobre su casco, como si el ritmo metálico fuera lo único que lo mantenía entretenido en ese despacho elegante y cargado de seriedad. Sus ojos chispeaban con un aire desafiante, retador, y en cambio los de Nathan Force se mantenían firmes, clavados en los suyos. La paciencia del empresario se consumía rápido, y ese chico parecía encontrar placer en provocarlo.—¿Qué es lo que tengo que hacer? —preguntó Logan, arqueando una ceja, mientras al mismo tiempo subía los pies y los apoyaba descaradamente sobre el escritorio pulcro de Nathan.El golpe seco del cuero contra la madera impecable hizo que Nathan apretara la mandíbula. No soportaba ese descaro.—Baja los pies, Logan —ordenó con brusquedad, levantando la mano y empujando con fuerza las botas del muchacho fuera de su escritorio. El gesto no fue suave: Nathan lo hizo con rabia contenida, dejando claro quién mandaba allí.Logan soltó una carcajada insolente, inclinándose hacia atrás en la silla con el mi
El rugido de una motocicleta irrumpió en la avenida principal de la ciudad como un desafío descarado a la calma rutinaria del día. Logan Smith apareció sobre ella, con su chaqueta de cuero abierta, el viento despeinándole el cabello castaño y una sonrisa indomable en los labios. Era el retrato vivo de la rebeldía, un muchacho que parecía no deberle nada a nadie, pero que ahora se encontraba encadenado a la voluntad de su padre.Al aparcar frente al imponente edificio de Force Corporation, se quitó el casco y lo llevó bajo el brazo, caminando hacia la entrada con pasos seguros, arrogantes, como si estuviera desfilando sobre un escenario. Sus pantalones de mezclilla rasgados, las botas oscuras y el aire de playboy peligroso no pasaron desapercibidos para las recepcionistas, quienes intercambiaron miradas entre curiosidad y reproche.Logan golpeó suavemente el mostrador con el casco, inclinándose hacia la joven de recepción que, nerviosa, trató de mantener la compostura.—Logan Smith. —d
La mañana en la mansión Smith amaneció con un silencio tenso. Las cortinas de terciopelo aún filtraban la luz gris de un cielo cargado de nubes, y en el comedor solo quedaban restos del desayuno que los criados habían retirado minutos antes. Logan aún dormía, tirado de cualquier manera sobre la cama, con la chaqueta de cuero lanzada en el suelo y la botella vacía de whisky apoyada en la mesita de noche. El ruido de unos golpes secos en la puerta lo hizo despertar, con los ojos entrecerrados y la cabeza palpitante por la resaca.—Levántate —la voz grave de su padre retumbó desde el pasillo. No había ni rastro de paciencia en aquel tono.Logan gruñó, pasó una mano por su cabello despeinado y contestó sin levantarse:—¿Qué pasa ahora?La puerta se abrió sin esperar respuesta. Jon Smith entró en la habitación con su porte imponente, traje impecable a pesar de ser temprano, y esa mirada que siempre parecía juzgar y condenar al mismo tiempo. Se cruzó de brazos mientras observaba a su hijo r
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