Meses Después.
El amanecer caía dorado sobre el horizonte.
El mar respiraba en calma, con olas que besaban la orilla y retrocedían lentamente, dejando un rastro de espuma blanca.
La arena aún estaba fresca, y el aire olía a sal, a vida nueva.
Nathan y Logan caminaban descalzos junto al agua. El traje blanco de lino de Nathan ondeaba con el viento, y Logan llevaba los pantalones remangados hasta los tobillos, el cabello despeinado por la brisa marina. Detrás de ellos, en lo alto de una pequeña colina, la decoración del día anterior aún se mantenía: las flores blancas, las luces de cuerda colgando entre los palos de bambú, y una mesa larga donde la noche anterior habían celebrado su boda frente al mar.
La boda había sido íntima, elegante, con solo sus seres más cercanos.
Jon y Eleonor habían llorado de emoción al verlos intercambiar votos.
Nara, recuperada y serena, había viajado desde Grecia solo para acompañarlos, porqué lo que había sido unas vacaciones se convirtió en su eterno hog