El CEO pensó que ella era estéril, así que se divorciaron. Se fue sin decirle que estaba embarazada de... ¡Trillizas! — Tres años sin poder concebir y tener el vientre vacío, por fin destruyeron su matrimonio. En la familia de su esposo, Giovanni Accardi, no habían nacido niñas en más de veinte años. Así que la abuela de él fue clara: quien diera a luz una niña, herederia el Grupo Accardi. Después de intentarlo sin éxito, finalmente la dejo por su amante, le pidió el divorcio y la dejo en la calle... Pero ella no se fue sin nada. Skyler Donovan llevaba en su vientre a las Herederas del CEO, y su ex muy pronto iba a descubrir del error que cometió al traicionarla. «Dicen que las mujeres heridas son más letales que el veneno, ¿te atreves a descubrirlo?» RECUPERANDO A MI EX-ESPOSA DESPRECIADA (LAS HEREDERAS DEL CEO)
Leer másEsperaba recibir la noticia de que estaba embarazada, necesitaba darle un heredero a Giovanni, su esposo desde hacía tres años.
Demostrarles a todos que no era una "esposa infértil" como le decían a sus espaldas, que sí podía albergar vida dentro suyo. No quería volver a ver un negativo en sus resultados. Nunca le habían gustado lo hospitales. Le traían malos recuerdos de su infancia, pero era un precio a pagar por la recompensa que habría al final... El amor de su esposo. La posibilidad de traer al mundo un ser que fuera de los dos. «Dios, por favor... Que sea positivo, ¡dame un bebé!» ─────༻✧༺───── Pero nada se nos da como queremos, ¿cierto? Porque cuánto más grande es el anhelo, más fuerte es la decepción. El aire del hospital olía a desinfectante y por alguna razón, ahora creía que incluso a desilusión. Skyler Donovan salió del consultorio con una carpeta bajo el brazo, los labios apretados y la mirada fija en el suelo. Su corazón latía con fuerza, pero no de emoción. Ya no. Era el latido hueco de una esperanza herida que se resistía a morir. —El resultado fue negativo —le había dicho el médico con una expresión que pretendía ser empática—. Pero hay una posibilidad. Su retraso indica que aún no ha ovulado. Puede que no sea un no definitivo, solo un "todavía no". Un "aún no" que había escuchado durante tres años. Tres años de intentarlo. Tres años de aguantar preguntas incómodas, tratamientos dolorosos, pastillas, inyecciones hormonales, y noches con lágrimas derrotadas sobre la almohada mientras su esposo dormía a su lado con la espalda vuelta. Odiaba las noches después de saber que no había logrado concebir, era una especie de castigo que Giovanni le daba por fallar. Pero ese día era especial, porque se cumplían exactamente tres años desde que se había casado con Giovanni Accardi, y aún no había logrado concebir. No era una fecha que celebrara... Era un recordatorio. Entró al coche sin mirar a nadie y condujo hasta casa. Lo hacía en automático. Como todo últimamente. Respirar, sonreír, cocinar, fingir. Ser la esposa perfecta aunque su cuerpo no lo fuera. Aunque cada mes el vacío siguiera igual de intacto. Cuando abrió la puerta de la mansión, el aroma a whisky la golpeó primero. Luego, el sonido de un vaso estrellándose contra el suelo. —¿Giovanni...? —llamó con cautela. Lo encontró en la sala, medio derrumbado sobre el sofá, con los ojos turbios y la camisa desabotonada. Había botellas vacías sobre la mesa, algunas aún rodaban por el piso. Nunca lo había visto así. —¿Qué pasó...? ¿Estás bien? —preguntó, arrodillándose frente a él. Giovanni la miró como si no la reconociera. Pero luego estiró una mano y la atrajo hacia sí, con fuerza. Ella cayó sobre su regazo con un grito ahogado. —¿Qué haces? —murmuró, pero no se resistió. Él la besó. Con rabia. Con necesidad. Con una desesperación que no entendía. Y Skyler, por una noche, dejó de pensar. Ella también estaba desesperada por pensar en otra cosa que no fuera un bebé. Dejó de contar los días del calendario. Dejó de recordar las veces que falló, las veces que lloró. Solo cerró los ojos y se entregó al hombre que una vez la miró como si fuera todo lo que quería en la vida. Pero a la mañana siguiente, despertó sola. Y no tardó en escuchar el portazo de su dormitorio al ser abierto con fuerza. Giovanni la miró desde el umbral con frialdad. —Espero que estés feliz con lo que hiciste anoche —escupió. Skyler se sentó en la cama, cubriéndose con las sábanas. —¿Qué…? —Me sedujiste mientras estaba ebrio —la interrumpió con desprecio—. Sabías que no estaba en mis cinco sentidos. Eres patética, Skyler. Sus palabras fueron un balde de hielo. Cada palabra le destrozó el corazón más que la anterior. Ella no respondió. Solo lo vio marcharse. Y el silencio volvió a ocupar la casa. Horas más tarde, fue al hospital para continuar su tratamiento. Porque a pesar de todo, aún creía. Aún quería salvar su matrimonio. Aún quería ser madre y darle un hijo al hombre que amaba. Porque así de ciego y tonto es el amor, ¿cierto? El día era gris. El viento le alborotaba el cabello rubio y su abrigo no era suficiente para el frío que sentía en el alma. Al salir de la clínica, se detuvo en seco. El auto negro de su esposo estaba estacionado frente a la entrada. Su corazón, ingrato, palpitó con fuerza. ¿Había venido por ella? ¿Iban a hablar? ¿Él se había arrepentido? Corrió. No pensó. Solo corrió, necesitando abrazar a su esposo y saber que todo estaría bien, saber que estaban juntos en ese barco. Y entonces la vio. Una mujer de cabello moreno, delgada, de vestido ajustado... con una barriga evidente. De al menos cinco meses. La reconoció al instante: era su secretaria, Marcella. Skyler se detuvo de golpe. La mujer se acercó a la puerta del copiloto como si fuera lo más normal del mundo. Giovanni salió por el lado del conductor, dio la vuelta y la ayudó a entrar. Luego se inclinó y la besó. No fue un beso casto. Fue íntimo. Familiar. Era el beso que compartían dos amantes acostumbrados a hacerlo. Skyler no gritó. No lloró como pensaba que debería hacer. Ni siquiera se movió de su lugar, se quedó estática como su corazón en ese momento. Solo lo miró todo, como si no fuera ella quien estuviera parada bajo la lluvia que comenzaba a caer. Como si fuera una espectadora más de un drama ajeno. Pero no lo era. Era la esposa traicionada. La "estéril" que todos criticaban. La que iba a ser reemplazada por una mujer que sí logro darle lo que ella no pudo en tres años. En ese momento, sintió que algo dentro de ella se rompía. Su matrimonio estaba destruido. - ¿Pero cómo iba a saber que los bebés eran pequeños milagros que llegaban cuando toda esperanza se había perdido? Y tampoco imaginaria que las cosas buenas vienen en paquetes de tres.El departamento olía a nuevo, lo cual era una sensación muy agradable después de respirar el aroma del pescado luego de cinco años.Pero ese lugar era suyo y de las niñas, tenían algo propio. Skyler dejó las maletas en la sala amplia, de ventanales enormes que dejaban entrar la luz de la tarde. Había logrado comprar ese lugar con sus ganancias en la bolsa de valores, después de años de desvelos, estudios y paciencia. Cada centavo estaba invertido en ese hogar, que sería el inicio de una nueva etapa para ella y sus hijas. Aun así, mientras recorría el espacio, no podía dejar de sorprenderse por el encuentro inesperado que había tenido ese día. Realmente nunca esperó volver a cruzar caminos. Había visto a Giovanni. Y la impresión todavía le recorría la sangre como un escalofrío. Él estaba aún más guapo que antes. El paso de los años no lo había desgastado, al contrario: su porte era más varonil, más fuerte, con esa seguridad que siempre lo había caracterizado. Treinta años le sen
La villa Accardi brillaba esa tarde con las luces blancas encendidas desde la entrada principal hasta el último balcón. El jardín estaba adornado con arreglos de rosas blancas y doradas, y los invitados ya llenaban los pasillos mientras la orquesta tocaba discretamente de fondo, no habían escatimado en gastos para la ocasión. Todo era grandioso, como correspondía a la celebración del cumpleaños número setenta de la matriarca, la temida y respetada "Nonna" Eleonore Accardi. Giovanni llegó con el gesto serio, acompañado de Marcella, que parecía disfrutar de cada mirada de aprobación que recibía por ser “la esposa perfecta”. Él, en cambio, sentía que cada paso lo llevaba directo a un campo de batalla. No quería fingir que su matrimonio era perfecto cuando estaban a las puertas del divorcio... Es más, ni siquiera sabía porque había aceptado llegar con ella si la abuela no la quería tanto. —Giovanni, al fin llegas —la voz firme de la abuela lo interceptó apenas cruzó el salón princip
- CINCO AÑOS DESPUÉS -El verano había convertido a Ravenshill en un mosaico de colores.El puerto estaba lleno de turistas, y la librería-cafetería de Elliot se había expandido lo suficiente para que Skyler pudiera abrir una segunda sucursal en la ciudad vecina.Cinco años… y tres pequeñas que ya no eran bebés, sino pequeñas tormentas con piernas.Isabella, la mayor por apenas tres minutos, era la líder. Curiosa, decidida, con un genio que a veces recordaba demasiado al de Giovanni.Mercy, la del medio, era la más dulce y observadora, siempre con un cuaderno donde dibujaba flores y casas de cuentos.Rowan, la menor, era pura risa y travesura, incapaz de quedarse quieta.Ese día, Skyler y las niñas viajaban a otra ciudad para una reunión de negocios. Era la primera vez que las trillizas pisaban un aeropuerto.—¡Mamá, mira! ¡Un avión gigante! —gritó Rowan, jalando su mano.Skyler sonrió, ajustando el sombrero de ala ancha que usaba para ocultarse un poco.Siempre evitaba las miradas cu
El taxi la dejó frente a una estación de tren en las afueras de la ciudad. Era de madrugada, y el cielo todavía guardaba el gris oscuro de la noche.Skyler bajó con su maleta pequeña y un sobre con sus documentos. No había despedidas, ni abrazos, ni un lugar al que volver.Todo lo que importaba estaba en su vientre, creciendo en silencio.Oficialmente comenzaba su nueva vida, divorciada y embarazada.—Como si de un libro de mal gusto se tratase —chasqueo la lengua con desdén.Sacó el boleto que había comprado en efectivo, sin dejar rastro. Destino: Ravenshill, una ciudad costera donde nadie conocía su nombre ni su historia.Mientras esperaba en el andén, se envolvió más en su abrigo. No pensaba en lo que dejaba atrás, sino en lo que debía construir.Lejos de los Accardi. Lejos de Giovanni y su amante embarazada.Ravenshill la recibió con un aroma a sal y café recién hecho.Pequeñas casas de madera, calles empedradas y un puerto con barcos meciéndose perezosamente sobre el agua.Todo p
El reloj de la cocina marcaba las 7:15 a.m.Quedaban nueve días.Nueve días para empacar tres años de vida y marcharse como si nunca hubiera existido.Ya había consumido casi el mes de gracia que su beneplácito marido le había dado. Logró elegir su destino, vender todo su guardarropa lleno de vestidos de diseñador e incluso un collar que Giovanni le había dado en su primer aniversario de bodas, su primer y único regalo.Skyler removía el té sin tomarlo, mirando el líquido girar como si pudiera hipnotizarla y arrancarle la ansiedad del pecho.El mareo que llevaba sintiendo desde la madrugada volvió a golpearla, obligándola a apoyarse en la mesa.«Debe ser el estrés», se dijo, tratando de calmarse.Pero una vocecita persistente en el fondo de su mente le susurraba otra cosa.Suspiró y tomó el teléfono. Marcó el número de la clínica.—Buenos días… ¿tienen disponible una cita para hoy? Sí, con el doctor Vassallo.─••❀••─La sala de espera olía a un aromatizante que le daba arcadas. Frunci
El sonido de la lluvia golpeando contra el cristal era lo único que acompañaba a Skyler aquella noche.Casi como si el clima se pusiera de acuerdo con su estado de ánimo.Había intentado dormir, pero cada vez que cerraba los ojos, veía la imagen de Giovanni besando a Marcella. El golpe había sido tan certero que todavía sentía un vacío en el pecho.¿Cómo podía cambiar tanto un hombre que la había mirado cual jade fuera?Jamás hubiera imaginado que el amor de su esposo fuera tan volátil, tan diminuto que se esfumó con el viento del otoño.No quería llorar. No otra vez. Las lágrimas no solucionaban nada, y en ese momento, ni siquiera le quedaban fuerzas para derramarlas.Cuando escuchó el ruido de la puerta principal, supo que él había llegado. Maldijo para sus adentros, no era así como quería que él la viera en ese momento, hecha un completo desastre.Respiró hondo y se obligó a bajar las escaleras. Tenía que hablar con él. Tenía que salvar lo poco que quedaba de su matrimonio, aunque
Último capítulo