Marcela contemplaba su reflejo en el espejo del hospital de fertilidad con un gesto de fastidio. Había probado todo lo que estaba a su alcance: cenas elegantes, escapadas improvisadas, intentos fallidos de seducir a Giovanni en medio de su indiferencia. Nada había funcionado. Él seguía distante, como si la simple presencia de ella fuera un recordatorio incómodo de algo que no quería recordar.

El reloj biológico, la presión social y la desesperación de no perder su lugar la empujaron a tomar una decisión final

Tomando valor, finalmente salió del baño para entrar en la habitación de la especialista.

La jeringa vacía descansaba sobre la mesa, esperando recibir el líquido que estaba dentro de la caja metálica que había recibido con tanto sigilo por una enfermera.

La muestra robada del tío de Giovanni, cuidadosamente conservada, sería su última carta. Al fin y al cabo, ellos dos compartían rasgos similares; nadie dudaría que el hijo era de Giovanni.

Se mordió el labio, consciente de