Cuando Giselle Lemaire descubre a su esposo siéndole infiel con su amante a la cual embarazó, siente que su mundo se derrumba; sin embargo, después de escuchar como desean humillarla en público decide vengarse de él y traza un plan para hacerle creer que ella también la he sido infiel con el hombre que más desprecia. Nathan Dubois es el dueño de una de las más grandes empresas de perfumes en Francia y aunque podría ser el número uno, siempre queda detrás de Oliver Lefebvre, gracias a que durante años se ha dedicado a robarle todas sus ideas. Cansado de esto, decide enfrentarlo sin esperar que en un encuentro fortuito una desalineada mujer le haga una oferta bastante tentadora, darle el nombre de la persona que lo ha traicionado por años y acabar con su enemigo a cambio de algo muy sencillo, casarse con ella. ¿Podrá el amor nacer de esa venganza o será más fuerte el deseo de destruir a su enemigo por encima de sus sentimientos?
Leer másRelamiéndome los labios discretamente, observo como Giselle sale del baño con ese camisón verde esmeralda de encaje que me encanta como se pega a su figura y fingiendo que no la he visto, intento continuar leyendo mi libro, mientras por encima de este no pierdo ni un solo detalle de ella.—¿Sigues molesto por lo del otro día? —me cuestiona al tiempo que se sienta en la orilla de la cama, cruzando sensualmente sus piernas y dejando al descubierto gran parte de sus muslos.—¿Y cómo no estarlo si me quieres emparejar con mi empleada? —rebato haciéndome el ofendido.—Yo también fui tu empleada.—Y al mismo tiempo mi esposa —le recuerdo—. Además, también estuviste celosa de mi terapeuta, la cual es tan atractiva como mi nana —me burlo.—No te rías —se queja con un mohín—. En ese tiempo estaba embarazada y me sentía muy insegura.»Como parece que aún sigues molesto, es mejor que me duerma y no te dé lo que tenía preparado para ti.—¿A qué te refieres? —inquiero, mirándola con los ojos entrec
Tres años despuésEscucho como la puerta de mi oficina se abre con un ligero chirrido y sin levantar la mirada de mi trabajo, sé que se trata de Giselle, en primer lugar porque es la única persona que tiene permitido entrar sin tocar y, segundo, por ese aroma tan característico de ella.—¿Qué sucede, cariño? —inquiero, aun sin levantar la mirada de los documentos que estoy revisando.—¿Cómo supiste que soy yo? —se queja con un mohín.—Eres la única persona que puede entrar de esa forma a mi oficina, además de que una vez que entras tu sensual aroma se impregna en cada rincón.—¡Nathan! —murmura y justo cuando levanto la mirada, me percato de cómo sus mejillas se tiñen de rojo.—¿Y las niñas? —la cuestiono un poco decepcionado, ya me imaginaba llenando sus caritas de besos.—Se quedaron en la casa con la niñera —me explica brevemente—. He venido a invitarte a la convención anual de perfumistas.Antes de que pueda darle una respuesta, la puerta de mi oficina se vuelve a abrir, solo que
Meses después—Giselle, tiene razón. Has estado actuando muy raro desde hace meses —me riñe Kalet cuando le ordeno contratar más guardias para que acompañen a Giselle en todo momento.—Si te sigues quejando, te dejaré más trabajo —le advierto cuando lo veo mirarme con los ojos entrecerrados—. ¿Qué haces ahí, parado? Esos guardias no se van a contratar solos.—¿Por qué quieres más cuando ya tiene a dos que la acompañan como sombras día y noche?—Porque Oliver ya se enteró de que Giselle está embarazada…—Él no hará nada estando en prisión, además, se sigue negando a confesar.—No temo por él, sino por su esposa. ¿Qué crees que hará si Lefebvre le pide una prueba de paternidad y se da cuenta de que ese niño no es su hijo?—¿Y cómo estás tan seguro de que no es suyo?—Tan simple porque después de tantos años casados Giselle no se pudo embarazar y ella sí. Es obvio que ese niño no es suyo.—¿Por eso mandaste a Giselle a Estados Unidos con Pierre? —inquiere sin poder creerlo.—Obvio, ¿por
—¿Estás bien? —me cuestiona mi amigo, una vez que salimos de la estación de policía.—Sí, todo bien. Por favor, no le cuentes a Giselle lo que sucedió con la pulsera, no quiero espantarla y, antes de ir a casa, debemos de hacer otra parada.Cuando llegamos a casa, subo corriendo las escaleras, ignorando el llamado de Giselle, tal como sucedió en mi sueño, y después de guardar la pulsera en el lugar que le corresponde, bajo a la estancia donde me esperan tanto mi esposa como mi nana.—¿Sucedió algo? Te llamé, pero no me hiciste caso —musita Giselle.—Estoy bien, cariño. ¿Tú cómo sigues? —la cuestiono, enredando mi brazo en su cintura para después dejar un pequeño beso en sus labios.—Mejor, solo es un ligero malestar estomacal. Nada de importancia —asevera con una sonrisa.—Nos podrías dejar a solas, nana —le pido a la mujer mayor.—Iré a ver si ya está lista la cena —responde con un leve asentimiento.—¿Seguro que no ha pasado nada? —insiste Giselle cuando me ve lanzar un suspiro. La
NathanCon un sobresalto despierto empapado en un sudor helado y mirando a mi alrededor, comienzo a buscar a mis bebés hasta que a mi lado, durmiendo profundamente, se encuentra Giselle y sin saber cómo es que llegó a mi cama, se despierta debido a los jadeos que escapan de mi boca.—¿E-estás bien? —inquiere con un ligero bostezo y frotando sus ojos.—¿Q-qué haces aquí? ¿Y las bebés dónde están?—¿De q-qué bebés hablas? ¿Tuviste una pesadilla? —pregunta intentando enfocar su mirada en mí.—Las bebés —repito, pero dado que parece estar dormida de nuevo, dejo de insistir.Me levanto de la cama sin hacer ruido y saliendo de la habitación, me dirijo a la que arreglé especialmente para nuestras bebés. De un fuerte tirón abro la puerta y cuando observo que aún es la habitación de invitados que no se ha usado en años, mi respiración se vuelve irregular, por lo que regreso el camino andado y me encierro en el baño.Abro el grifo y enjuagando mi rostro con agua fría, niego con mi cabeza.—¿Qué
Nathan Se dice que cuando estamos a punto de morir, ante nosotros aparece nuestra vida como si se tratase de una película y en ella vemos todas nuestras acciones, tanto buenas como malas, incluso aquellos eventos que no somos capaces de recordar y aunque antes creía que esa era una falacia, el ver frente a mí sucesos de mi infancia que estaban muy ocultos en mi memoria, me hace ser consciente de que pronto moriré.Observo algunas de las escenas de mi vida y mi madre aparece llorando, desconsolada en varias ocasiones, ante lo cual el Nathan de tan solo nueve años se promete que él nunca será como el miserable de su padre. Lamentablemente, eso que me prometí no logré cumplirlo, me convertí en alguien igual a él, que solo se dedica a dañar a las personas que ama y que con cualquier excusa barata pretende solucionar todo.De un momento a otro todo cambia y ahora me veo arrastrando fuera de casa a una llorosa Giselle y con un dolor lacerante en el pecho, me avergüenzo de la forma tan crue
Último capítulo