El sonido de la lluvia golpeando contra el cristal era lo único que acompañaba a Skyler aquella noche.
Casi como si el clima se pusiera de acuerdo con su estado de ánimo. Había intentado dormir, pero cada vez que cerraba los ojos, veía la imagen de Giovanni besando a Marcella. El golpe había sido tan certero que todavía sentía un vacío en el pecho. ¿Cómo podía cambiar tanto un hombre que la había mirado cual jade fuera? Jamás hubiera imaginado que el amor de su esposo fuera tan volátil, tan diminuto que se esfumó con el viento del otoño. No quería llorar. No otra vez. Las lágrimas no solucionaban nada, y en ese momento, ni siquiera le quedaban fuerzas para derramarlas. Cuando escuchó el ruido de la puerta principal, supo que él había llegado. Maldijo para sus adentros, no era así como quería que él la viera en ese momento, hecha un completo desastre. Respiró hondo y se obligó a bajar las escaleras. Tenía que hablar con él. Tenía que salvar lo poco que quedaba de su matrimonio, aunque su orgullo le gritara que se alejara. Quizás había malinterprado las cosas... De alguna manera en la que se pudiera justificar que su esposo saliera de un hospital con su secretaria evidentemente embarazada. Giovanni estaba en el estudio, de pie, sirviéndose un whisky. Llevaba la chaqueta del traje en la mano y la corbata floja, como si la hubiera arrancado con frustración. —Necesitamos hablar —dijo Skyler, con la voz apenas firme. Él levantó la mirada, pero no había rastro de calidez en sus ojos. —No, Skyler. Ahora lo que menos necesito es hablar contigo —sacudió la cabeza con exasperación—. Lo que realmente quisiera es terminar con todo esto de una vez. Las palabras la golpearon como un ladrillo en el estómago. Se obligó a respirar hondo. —¿Terminar? —repitió, intentando procesarlo—. Giovanni, cariño yo… No entiendo a qué te refieres. ¿Por qué se hacía la tonta cuando claramente entendía que la estaba dejando? —No me llames así. —Su voz fue un látigo—. No sé en qué momento creí que esto funcionaría. Tres años desperdiciados. ¡Acepté casarme contigo por presión tuya y aún así no valió la pena! Ella sintió un nudo en la garganta. —¿Desperdiciados? —preguntó con incredulidad—. ¿Así llamas a nuestro matrimonio? Yo lo he dado todo por ti, mi alma, mi voluntad, mi vida entera... Te los di sin objeción. Le temblaba la voz, pero se mantuvo firme. No iba a retroceder aunque eso le costase su matrimonio. Ella no tenía la culpa de nada. Giovanni dejó el vaso sobre el escritorio con un golpe seco. —Me casé contigo con la esperanza de tener una familia que pudiera ser poderosa en el futuro, tu desgraciada madre nos juro que eras tan fértil como un campo de frutas. Pero eres… —hizo una pausa y se inclinó hacia ella—, Un cascarón vacío, eres incapaz de darme un hijo, Skyler. No quiero seguir atado a una mujer rota. La palabra “rota” se ardió en lo más profundo de su corazón ya destrozado. Skyler dio un paso atrás, sintiendo que el piso bajo sus pies temblaba. —¿Te casarás con Marcella? —preguntó con una amargura que no pudo ocultar—. ¿Es eso lo que estabas haciendo hoy en el hospital? Giovanni no se inmuto ante la revelación. Como si no le importase que ella supiera de su infidelidad. Su esposo era un canalla. —Ella sí puede darme lo que necesito. Y lo hará muy pronto. Cada palabra era un puñal más profundo. —¿Así que este era tu plan? —preguntó ella con la voz quebrada—. Humillarme. Reemplazarme con la primera mujer que tuvieras a la mano por la jodida fortuna de tu familia. —No hagas el papel de víctima, tú le pediste a tus padres que concretasen el trato. —Giovanni tomó un sobre del escritorio y se lo tendió—. Aquí están los papeles del divorcio. Firma y hazlo fácil para ambos. Skyler miró el sobre sin tocarlo. —¿Después de todo lo que hemos pasado… así termina? —susurró—. No me merezco esto, Giovanni. Puede que lo hayas olvidado pero mi apellido también tiene poder. Intentó usar su última carta. —No lo alargues. —Su tono fue cortante—. Mañana mismo hablaré con mi abogado para acelerar el proceso. La conversación terminó ahí. No porque ella quisiera, sino porque él simplemente tomó su whisky, se sentó y la ignoró como si fuera un mueble más de la habitación. Skyler subió las escaleras con las piernas temblorosas. Cuando llegó a la habitación, cerró la puerta y se dejó caer al suelo. Su respiración era irregular, y aunque intentó contenerse, un sollozo escapó de sus labios. ¿Cuándo es que su matrimonio se había desmoronado? Hace tres años, se había casado totalmente enamorada y rendida a los pies de Giovanni Accardi. Pero ahora solo era un cascarón vacío, porque después de darlo todo... ya no quedaba nada de si misma para recuperar. Se quedó así, abrazándose a sí misma, hasta que el cansancio la venció. ─••❀••─ A la mañana siguiente, empacó algunas cosas en una pequeña maleta para cuando tuviera que irse. No se llevaría mucho. No quería que Giovanni pensara que se estaba aferrando a algo que él ya había decidido destruir. Ahora necesitaba saber qué haría con su vida. Al bajar, lo encontró sentado en la sala, hojeando el periódico como si nada hubiera pasado. —Acepto el divorcio, Giovanni. Pero tienes que darme un mes como mínimo, sabes bien que desde que me case contigo no tuve nada propio. Él no pensó mucho en su respuesta. —De acuerdo, solo no quiero nada de trucos. Un mes y se termina esto para siempre, ¿entendiste? Asintió. Luego se dirigió a la puerta de salida. —¿A dónde vas? —preguntó él sin apartar la vista de las páginas. —A cualquier lugar donde no tenga que verte —respondió, con una calma que le sorprendió incluso a ella. Giovanni ni siquiera levantó la mirada. —Cierra la puerta al salir. Skyler lo hizo. Y con ese portazo, algo dentro de ella también se cerró.