Un hombre que se esconde detrás de las sombras, alguien que conoce tanto el bien como el mal. Valentino Bonatti se ha convertido en el algo más que ser el linaje de la más importante familia de la mafia de Venecia, ha nacido y ha sido entrenado para seguir el trabajo que su padre dejó años atrás, ahora se ha convertido en una de las figuras más importantes de la mafia italiana, su destreza al disparar lo han llegado a ganarse el apodo del “perfecto asesino”, nunca ha fallado una bala sin lograr su oscuro cometido. Sin embargo, hay algo que lo distingue de los demás: su capacidad para sentir un atisbo de culpa, un resquicio de humanidad que ha aprendido a enterrar muy profundamente en su alma, pero que en ocasiones se ve reflejado en su mirada. En el mundo de la mafia no pueden existir debilidades, y Valentino conoce a la perfección aquella regla. ¿Pero que sucede cuando existe una excepción a la regla? La misteriosa mujer que lo ha salvado de morir se convertirá en algo más que la dueña de sus pensamientos, se convertirá en su obsesión por encontrarla y cuando lo haga no dejará que se escape de sus brazos como la última vez, así implique morir en el intento.
Leer másCamino en puntillas asegurándome de no hacer el más mínimo ruido, estaba convencida de que nadie notaria mi presencia en la casa, sin embargo aquello resulta ser imposible, la luz de la lámpara de la sala se enciende y en medio de la poca luminosidad y en medio de aquella oscuridad la figura de mi madre aparece.
—Puedo explicar... —tatareo.
Su vista furibunda y fría se centra en mí, da unos cuantos pasos hasta llegar a mí.
—¿Has visto acaso la hora en el reloj? —dice intentando contener la furia.
—Si.
—¿Entonces porque lo has hecho si sabes las reglas? —replica con su voz cargada de enojo.
Trago en seco nerviosa de lo que pueda hacer.
—Yo...—titubeo, me aterra de lo que sea capaz de hacer.
—¿Has regresado acaso a ese lugar a tomar clases con esa anciana? —Me reprende.
—Lo siento mamá, en verdad...
Ella no me deja terminar de hablar, me toma fuertemente con una de sus manos del brazo y con la otra me sujeta con violencia de mis cabellos.
—¡Eres el peor error de mi vida! —repite las mismas palabras con las que he crecido desde que vine al mundo—. Lo mejor que puedes hacer es desaparecer.
—No quería hacerte enojar, yo...
—Aquí te quedaras como siempre lo has hecho —me tumba a aquella oscura y sucia habitación que comparto algunas noches y la cual conozco a la perfección.
Comienzo a luchar por zafarme de su agarre, comienzo a sentir que presión en mi pecho. Mis nervios incrementan cuando amenaza con cerrar la puerta para dejarme en aquella solitaria habitación.
—¡Mamá no he hecho nada malo!, solo he tomado clases con la señora Carter sobre cuidados animales —me excuso, aunque no debería hacerlo hace mucho tiempo cumplí la mayoría de edad y sé que cualquier persona en su sano juicio se alejaría de un ser como lo es mi madre, es cruel fría y sin una pizca de humanidad en su sangre. No recuerdo nunca haberla visto sonreír, no recuerdo un primer cumpleaños que me celebrase, no tengo ningún recuerdo amoroso con ella.
Sin embargo no puedo olvidar de que se trata de mi madre y no puedo dejarla sola, cuando yo soy lo único que le queda en el mundo.
—Por favor déjame salir —suplico una vez más esperando a que aquello le ablande el corazón. Si es que tiene uno.
—Parece que no has aprendido las reglas de la casa pequeña puta, me encargaré de que tomes esta vez un buen escarmiento, tú y ese animal que tienes como mascota sufrirán las consecuencias de ir en contra de mis reglas.
—¡Por favor no!, deja a petunia en paz no le hagas nada.
—Ya verás cuando encuentre a esa pequeña rata.
Escucho sus pasos alejarse de la puerta y solo me tumbo en el suelo esperando que mi pequeña ardilla haya encontrado un lugar seguro para esconderse de mi madre.
—Por favor no le hagas nada —suplico en medio de las lágrimas pero aquello es inútil.
**
Una semana completa ha pasado, he estado sin comida y solo tomo agua del lavamanos que se encuentra en el baño, hace poco descubrí un paquete de galletas viejas que me han ayudado a sobrevivir aquellos días en ese lugar, mi cuerpo débil apenas puede ponerse en pie.
De repente la puerta se abre, la figura de mi madre aparece en medio de la luz que se refleja por la ventana que da con la calle, mi cuerpo algo tembloroso por mi debilidad logra ponerse en pie.
—Sal de aquí —es lo único que me dice.
Atravieso la puerta no sin antes ser detenida por sus manos.
—Y que sea la última vez que se repite.
Aprieto con fuerza mis parpados dejando escapar algunas lágrimas, lo he pensado muy bien abandonaré la casa, así no tenga a donde ir, dejaré ese horrible lugar en el que solo he recibido cicatrices no solo en mi cuerpo, también en mi corazón.
—No se volverá a repetir —susurro en apenas un hilo de voz.
Camino en dirección a mi habitación, rebusco entre mis cosa una toalla, y una muda de ropa. Me desvisto solo para notar las marcas de los moretones que recorren parte de mis brazos, mis muñecas y mis muslos. Me encamino rápidamente al cuarto de baño y mientras me enjabono el cuerpo me dejo caer al suelo llorando, el agua fría recorre cada esquina de mi piel, me aferro a mis piernas tratando de buscar tan solo una razón para quedarme en este mundo. Si tan solo existiera una pudiera quedarme aquí sin pensar en darle lo que quiere mi madre, dejar de existir.
No recuerdo ser feliz un solo día de mi vida, Oh quizás si lo fui alguna vez.
La única persona que me ofreció amor y cariño fue mi abuela, gracias a ella es que pude cursar el instituto, fue ella quien se encargó de costear mi educación porque a mi madre nunca le interesó que estudiase. Mi abuela ahorró cada centavo y cada dólar que ganaba gracias a la costura. Mi abuela me hizo muy feliz en el corto tiempo que estuvo conmigo, desde que murió mi vida se volvió a convertir en un infierno con mi madre.
Ella era la única luz en esta vida tormentosa.
Toda la vida de mi madre se ha resumido a culparme de ser la razón por la cual mi padre se marchó dejándola sola con una bebé a su cargo, me odia porque si yo no hubiese nacido ella aun seguiría al lado de un hombre que prefirió irse lejos y formar una familia con otra, un hombre cobarde que le ofreció dinero para que se deshiciera de mí, pero mi madre no lo hizo y con el pasar del tiempo descubrí su razón, ella quería desquitar su ira y su odio con alguien, y ese alguien era yo.
Yo era el recuerdo del hombre al que ella más amo y al que más odia.
Me he repetido todos los días de mi vida que un día no muy lejano podre encontrar la felicidad, mi propia felicidad, de esa que tanto hablaba mi abuela. Aun no olvido sus palabras antes de irse.
"Eres alguien destinado a ser amado Hazel, recuerda lo valiosa que eres"
Cuanto daría para que estuviera aquí y me diera uno de sus abrazos pero sé que eso no sucederá. Ya no existe nadie en el mundo que pueda amarme.
**
Nueva York es conocida por ser una de las ciudades más icónicas del mundo, famosa por sus emblemáticos lugares y por sus miles de tiendas de moda. Es una de las ciudades más visitadas y un lugar bastante turístico para los extranjeros que son atraídos por las luces de pomposos y refinados lugares en los que pueden divertirse.
Sin embargo algunas de sus calles no son las más seguras para caminar, en especial las del vecindario cuando cae la noche. El lugar se convierte en un escenario en el cual puedes ver con facilidad al crimen organizado como lo son el hurto, las pandillas y quienes se dedican al tráfico de drogas.
Un ambiente bastante familiar para mí ya que desde niña he recorrido cada una de sus calles y las conozco a la perfección, se incluso la hora de toque de queda y sé cuándo no puedo salir por que pisar tan solo un ladrillo fuera de casa se convertiría para mí en la perdición. Puedo distinguir a muchos de esos hombres que merodean el lugar en especial a uno, Michel, es un demonio en carne y hueso, frecuenta mi casa porque mi madre le debe dinero, sus ojos son como los de un águila que espera devorar su presa cada vez que me ve, por eso evito salir cuando él está presente.
Pero hoy ni siquiera el miedo que le tengo a Michel o el toque de queda me impedirán salir de mi hogar, si es que a esto se le puede llamar "hogar", porque más que una casa ha sido una cárcel para mí en la que he sido la única que ha pagado los errores de otros.
Observo desde aquella pared la figura de mi madre dormida sobre el viejo sofá, es el momento perfecto de escapar junto a petunia de casa, sin embargo la duda ataca en ese momento ¿y si ella cambia? ¿Y solo necesita ayuda? Quizás si vivimos en otro lugar las cosas serán diferentes...
Me quedo pensando tan solo algunos momentos para después regresar a mi dura realidad, mi madre me odia igual o más que a mi padre, y sé que lo único que le haría feliz en el mundo sería si desapareciera, así que lo haré desapareceré de su vida para siempre.
—Vamos petunia, este ya no es nuestro hogar —tomo entre mis brazos a mi pequeña ardilla y me escabullo entre las cortinas de mi habitación para tirarme desde la ventana hasta el patio trasero de la casa. Mis rodillas se llevan la peor parte de aquello pero poco me importa solo quiero huir de allí.
Corro a gran velocidad por las calles del vecindario, me aseguro de que nadie me siga, cuando he visto que puedo llegar a un lugar en el que no exista peligro me detengo. Tomar el metro me llevara unos 35 minutos en llegar a Manhattan así que decido seguir caminando hasta la estación, pero hay algo que se roba mi atención desde la maleza que separa la avenida del río que pasa por allí.
Se trata de dos hombres que parecen discutir mientras cargan a alguien en sus brazos.
—Tíralo al rio, en efecto se ahogará, los animales harán el resto—dice uno de ellos.
Me mantengo oculta detrás de los arboles sin hacer el mas mínimo ruido, no puedo creer lo que está sucediendo.
—Que fácil ha sido todo esto, el idiota ha caído justo en la trampa —siguen hablando mientras sujetan las figura de lo que ahora logro reconocer se trata de un hombre al que sostienen los dos y que después arrojan al rio.
—Ya no será más nuestro problema, vámonos de aquí —los dos desparecen rumbo a la avenida y cuando me aseguro que se han ido corro camino abajo por el rio siguiendo el cuerpo que han arrojado.
Es una suerte que hoy su corriente no sea tan fuerte como otras temporadas, me aseguro de dejar a petunia en la orilla y luego me meto al agua fría, como puedo me las ingenio para nadar y llegar hasta el hombre. Lucho por llevarlo a la orilla porque es demasiado pesado además logro divisar que está herido en un costado de su cuerpo quizás han sido esos hombres.
—Ya está, estas a salvo o eso creo —susurro asustada mientras intento moverlo.
No respira.
—Oh Dios, ¿qué haré ahora? —me lamento, miro a todos lados no hay nadie que pueda ayudarme y temo que aquellos hombres regresen.
Sin embargo ahora lo que me preocupa es el que no responde, así que intento reanimarlo dándole respiración boca a boca, lo hago tres veces hasta que por fin logra escupir el agua.
—Gracias al cielo —respiro aliviada.
—Hmm —se queja y se mueve de un lado a otro.
—No te muevas mucho, puedes empeorar tus heridas —le pido.
Él no habla solo medio abre sus ojos.
—Voy a ayudarte, voy a llevarte a un lugar donde podré curarte —me armo de valor, no lo dejaré morir aquí.
Tomo rápidamente el móvil y le marco a la señora Carter pero no contesta. Recuerdo entonces que mencionó la semana pasada que se iría de vacaciones a Vancouver con su esposo y que me dejaría la llave debajo de su tapete para que me encargará de la clínica veterinaria. Supongo que ahora la única opción que tengo es llevarlo y atenderlo allí.
—Está bien tengo un plan, tengo un plan —susurro y rebusco entre su pantalón algo que me pueda ayudar a saber de quién se trata, solo encuentro una identificación rasgada y desecha por el agua pero puedo solo ver su nombre, Valentino—. Bien Valentino, voy a ayudarte, no voy a dejar que te mueras —sigo buscando en su cartera y encuentro un par de dólares que me podrán ayudar a llevarlo en un taxi hasta la clínica veterinaria, si lo llevo a un hospital esos hombres podrían seguirnos.
—¿Quién eres? —pregunta él de repente.
—La persona que te ayudará, ¿crees que puedes apoyarte en mí y caminar solo unos pasos hasta la avenida?
Él asiente y se apoya en mi hombro, caminamos juntos con dificultad hasta la avenida en donde tomo un taxi que en principio se niega a llevarnos pero luego termina aceptando cuando me invento una excusa de que se trata de mi novio borracho que ha caído al rio por equivocación.
—¿Segura que no quiere que los lleve a una clínica?
—Segura, él estará bien, no acostumbra a beber mucho, pero recién rompimos y hoy se ha metido en un lio —miento.
—Sí que debe estar enamorado de usted para que haga tal locura.
—Sí, pobre —lo miro mientras lo cargo en mis piernas—. Pero por suerte lo he encontrado —sonrío.
El hombre nos deja en la dirección que le he dado, lucho con Valentino para poder meterlo a la clínica sin que nadie nos vea, si la señora Carter se entera se olvidará de volver a darme clases de medicina veterinaria y no me dejará acercarme a este lugar nunca más y es algo que no quiero.
—Me duele mucho —se queja de dolor mientras lo subo a un mueble.
—Lo sé y estas hirviendo en fiebre —paso mis manos por su frente—. No te preocupes, pronto te vas a aliviar.
Me levanto de allí para ir por algunos implementos quirúrgicos como lo son gasa y algodón, y un poco de alcohol, curaré sus heridas y me encargaré de que se recupere, una vez este un poco más lúcido me aseguraré de que se vaya.
—Regresé de nuevo —le sonrío—. Voy a quitarte la camisa para ver tus heridas —le digo y él obedece dándose media vuelta.
Puedo divisar dos heridas de lo que parecen ser disparos, nunca en mi vida había visto aquello, no soy experta en curar personas, solo en animales, pero creo que ahora se resume a lo mismo. Limpio y desinfecto sus heridas, me encargo con ayuda de las pinzas de buscar si existe alguna bala incrustada y cuando la veo tiemblo de miedo.
¿Y si toco un nervio?
La señora Carter me explicó algo similar con un perro que accidentalmente recibió un disparo, debo ser muy cuidadosa si no quiero tocar una arteria o un nervio que produzca un sangrado y empeore la situación, así que cuidadosamente me aseguro de quitar la bala sin hacer ningún daño.
—Ya está, la he sacado.
Valentino logra volver incorporarse en el mueble, apenas puede abrir los ojos pero lo suficiente para que note el color de estos, son de un azul cielo, bastantes claros y bonitos, adornados de unas largas pestañas. Sus facciones son bastantes masculinas y marcadas, tiene un color de piel blanca y perfecta, sus labios son ligeramente regordetes y su color de cabello tiene visos dorados, es como si estuviera viendo uno de los ángeles del propio Miguel Ángel.
—¿Cuál es tu nombre? —pregunta.
—¿Por qué quieres saberlo?
—Porque me has salvado, te debo la vida —intenta levantarse pero no lo logra.
—Lo de esta noche, lo haría por cualquier persona, sin embargo me temo que debes irte cuando estés recuperado. No te diré mi nombre, así no me deberás nada.
—Eres una ninfa ¿acaso? —dice mientras sus dedos se pasan por mis cabellos rizados.
Me alejo de aquella acción y rápidamente me levanto de allí en busca de la medicina para bajar la fiebre pero él me detiene del brazo.
—Tienes el cabello crespo y hueles a flores, podría reconocerte en cualquier lugar si te volviera a ver. Ninfa.
—Tienes entonces un indicio de mi nombre, porque me llamo como una flor. Soy una ninfa de las flores —Una ligera sonrisa se dibuja en su rostro.
Me alejo de su lado y tomo las medicinas en mis manos para luego hacérselas beber.
—Es posible que te quedes dormido y es posible que cuando despiertes yo ya no esté aquí ni tú estés aquí. No te preocupes, no nos volveremos a ver y no le diré nada a nadie, sea lo que seas no le diré a nadie lo que vi hoy en el rio.
—¿Y que hay si te quiero volver a ver? —pregunta.
—Tal cosa no va a suceder. Quizás ya nadie pueda volver a verme, ni siquiera tú.
—¿Que estás diciendo?
—Tu ninfa pronto dejará este mundo.
Esa misma semana recibí un mensaje de parte de Nathan en el que me mencionaba que había logrado encontrar lo que con le había hecho en mi petición. Sin embargo ignorar la seguridad de la casa era una tarea más que difícil, era imposible. Pero Nathan y yo habíamos pensando en aquello y nos habíamos ideado un plan que estábamos seguros saldría a la perfección.Temía que Caterina terminase descubriendo todo.—Señora Hazel, parece que tiene un poco de afán —me dice ella cuando me ha visto caminar rápidamente.—Sí, es que he visto un almacén con ropa muy bonita, me gustaría comprar un par de vestidos —miento.Caterina me sigue a la tienda de ropa.Finjo buscar en los percheros, y después de unas cuantas rondas tomo un vestido. Camino con el en mis manos al probador junto a mi bolso.—Creo que me lo mediré, es de mi talla.—Está bien la espero aquí.Le regreso una sonrisa a Caterina y me meto en el probador. Una mujer me recibe justo antes de cruzar una puerta adversa, es amiga de Nathan y
Hazel.Completamente sola.Así me sentía en aquel momento.Desde que Valentino se había marchado, no había tenido más noticias de él. Intenté llamarlo muchas veces, intente saber dónde se encontraba. Y no encontraba respuestas. Nadie hablaba del tema en la casa, nadie decía nada.Valentino se transformó poco a poco en un fantasma, no estaba, se había ido y con él se había llevado parte de mi alma.La otra parte había quedado aquí junto a mí, quizás lo único que podría tener de él. Nuestros bebés.Debía ser fuerte.Lo intentaba, lo intentaba muchas veces. Todos los días y era tan fácil de decir, de escucharlo de los demás.Odette me acompañaba en mis noches solitarias a través de video llamadas, su embarazo había avanzado mucho y estaba más feliz con nunca, a diario me mostraba el cuarto de su bebé y las cosas que había comprado para él, y aunque admitía que era una buena consejera, no dejaba de sentirme vacía por las noches.En esta inmensa casa de bastas paredes y preciosos cuadros d
ValentinoObservo lo que tengo en mis manos. Son fotografías en las que aparece Hazel, cada uno de sus movimientos, de todo lo que hace, toda la información acerca de ella esta inscrita en ella. Incluso sus citas médicas.A este punto me preocupaba la seguridad de Hazel, y no era una buena idea mantenerme cerca suyo. Esos hombres me habían hecho amenazas, tenían toda su información. No podía arriesgarme.—Señor Valentino hemos dado con la ubicación IP de quienes enviaron las fotos ¿quiere que los rastreemos? — Pregunta Caterina.Hago un gesto con la mano.—Haré una llamada primero —le respondo.Marco el número de mi padre, pero solo faltan unos segundos para que su imagen atraviese la puerta de aquella oficina.—¿Me necesitabas? —dice él.Me acerco a su lado.—Si.—Te dije que sería peligroso jugar con esos tipos.—Quiero que me respondas si te pondrás de mi lado, y me ayudaras a proteger a mi familia.Mi padre pasa de largo. Se recuesta en una de las mesas en las que se almacenan las
Las balas rebotan en los vidrios del auto. A pesar de que se trate de un auto blindado no puede contener tantos disparos.—¡Agáchese señora Hazel! —me grita Elio mientras intenta conducir a toda velocidad por un estrecho callejón.Obedezco a lo que me ha pedido, me mantengo oculta en el suelo del auto tanto como puedo pidiendo en suplicas que no suceda nada grave.—Mierda, y más mierda —escucho quejarse a Elio mientras marca un número en el teclado táctil del auto. Un pitido se escucha por un par de segundos y luego una voz contesta.—¿Se puede saber porque mierdas el radar del auto arroja esa ubicación Elio? —Pregunta enojado Valentino del otro lado de la línea—. Los hombres de seguridad me han notificado que estas en la ciudad, se supone que deberías estar cuidando de mi esposa en Venecia, ¿Cómo has podido dejarla sola en la ciudad?—Señor Valentino, yo…—Valentino —hablo y él loga escucharme.—¿Hazel?—Señor Bonatti la señora Hazel y yo estamos en Nueva York, hemos sido emboscados
Aquello dicho por Odette me había tomado por sorpresa. ¿Cómo se había enterado?—¿No piensas decir nada? —pregunta.—Yo…—susurro torpemente en un intento de mentir—. No sé a qué te refieres.Odette suelta una diminuta risa.—¿Quieres saber cómo me he enterado? —sonríe—. No era muy difícil de adivinar. Los ascos, el dormir más de lo habitual. Cariño ya he pasado por eso. Además eras demasiado obvia.—Por favor promete que no le dirás nada a nadie —la tomo de las manos—. Valentino y yo hemos acordado decírselo a la familia en un momento adecuado para todos, ya sabes que las cosas ahora no van muy bien.Odette me toma las manos y me responde dulcemente.—No te preocupes no le diré a nadie.—Gracias —respondo dándole un abrazo.—No tienes nada que agradecer, me sienta bien tu compañía.Me separo de ella.—¿Qué hay de ti y Damiano?—Ya lo arreglaremos —suspira.—Estoy segura que podrán solucionar las cosas entre ambos.El teléfono vibra en mi bolsillo. Lo tomo en mis manos para revisar la
Valentino se ha comunicado hace un par de horas conmigo, su viaje a nueva York ha salido bien. Me he quedado pensativa mi futuro con él y los bebés, mi vista se ha fijado en el mismo punto del techo por varias horas.Suspiro.Me doy media vuelta, y solo pienso que lo más importante ahora para mí son nuestros bebés. Sigo sin creer que sean dos.—Sé que ahora no es un buen momento para su papá y yo —susurro rodeándome el vientre, sé que sienten lo mismo que yo, el mismo miedo. Pero no se preocupen, trataré de que estén bien, de que todos estemos bien. Mamá se los promete.Cierro mis ojos y me envuelvo en las sabanas, me aferro a las almohadas abrazándome a ellas, quizás quiera fingir que se trata de él. Pero nadie podrá reemplazar la calidez de su cuerpo, sus brazos rodearme, y sobre todo sus ojos, aquellos que siempre me han visto con dulzura.Valentino es una parte importante, y ahora llevaba dentro de mí la parte más valiosa de ambos y la más amada.**Ha pasado una semana desde que
Último capítulo