No podía quedarme con él. Quedarme al lado de valentino era un peligro, después de ser testigo de lo que vi a orillas del rio. Esos hombres no tenían la intención de dejarlo con vida, y lo que menos quería era que regresasen a terminar con lo que empezaron.
Valentino ha caído inconsciente en mis brazos, supongo que se debe a la medicina que le he dado. Lo cual me servirá para llevarlo a un hospital cercano en el que puedan atenderlo, y pueda recuperarse de sus heridas.
Tomo mi móvil en las manos y trazo la ruta para encontrar el hospital más cercano, cuando logro identificarlo, decido que es momento de dejar la clínica veterinaria de la señora Carter. Lucho en medio de la confusa noche para poder tomar un taxi que nos lleve al hospital, así que cuando el chofer ha aceptado no dudo en llevarlo allí, a diferencia del primer conductor este se limita a hacer preguntas y solo cumple con dejarnos en el lugar al que le he indicado.
—Bien valentino, hemos llegado —suspiro sentándome junto a él en una banca—. No puedo acompañarte más, lo mejor es que te quedes aquí.
Él levemente se remueve de mi lado.
—¿Vas a dejarme ninfa? —pregunta.
—No quisiera hacerlo, pero no es seguro que te quedes en el lugar al que te he llevado.
—Dime tu nombre, así podre buscarte para agradecerte lo que has hecho por mí.
—Ya te dije que no tiene importancia alguna que te lo diga.
—Dime la verdad, ¿estás huyendo de alguien? —logra ponerse en pie y sus ojos azules claros se centran en los míos—. Puedo ayudarte.
—No quiero tu ayuda, y no deberías preocuparte por mí, solo en ti y en recuperarte —me levanto de aquella banca y miro mi reloj—. Debería de irme.
—¿A dónde vas a esta hora de la noche? Es peligroso andar sola por la calle.
—Sé cuidarme muy bien, no te preocupes —le respondo y me encamino a la salida del hospital.
—¡Espera! —intenta detenerme pero soy más rápida corriendo lejos de allí.
Valentino fracasa por alcanzarme y yo agradezco que no lo haya hecho. Cuando me he asegurado de que nadie me ha seguido regreso a la clínica veterinaria, he perdido el último viaje en el metro y ahora solo me quedara pasar la noche allí hasta el día siguiente, sin embargo la imagen de mi madre me toma por sorpresa.
—Suponía que estarías aquí —se para enfrente impidiéndome el paso—. ¿A dónde creías que ibas? —pregunta con sorna.
—Lejos de ti —respondo llena de valor.
—Me temo que he arruinado tus planes.
—¿Qué quieres de mí? Nunca me has amado, ¿porque intentas en que me quede a tu lado? —inquiero.
Nunca he conocido la razón por la que mi madre no me deja ir lejos de ella, simplemente parece ser feliz con el hecho de hacerme daño, esa es la única respuesta que encuentro a su forma de tratarme estos años.
—¿Crees que eres libre Hazel? —camina hacia mí y yo retrocede en su acción—. ¡Responde!
—Lo soy —digo sin miedo.
—Tú me perteneces —me toma de la nuca y me golpea contra una de las paredes. Intento componerme del golpe, pero es imposible cunado siento unas segundas manos levantarme de allí. Giro mi vista solo para encontrarme con la figura de Michel que me mira de manera horrenda.
—Hola Hazel —sonríe.
—¡Suéltame! —lucho por zafarme de su agarre pero es inútil.
—Acabemos con esto, regresemos a casa ya —le dice mi madre al matón que obedece y me jalonea hasta su viejo auto, me tumba a la cojineria y minutos después pone el auto en marcha.
—Quiero que escuches muy bien lo que harás una vez pongas un pie en la casa, te comportaras con Michel y obedecerás en lo que él te pida. ¿Entiendes? —dice ella.
—¿De qué hablas? ¡Nunca obedecería a ese sucio perro! —respondo con furia.
—¿Qué parte de que harás lo que diga no entiendes?
—¡Preferiría morir antes de dejar que ese tipo se me acerque! —exclamo e intento como una loca bajarme de aquel auto, pero es inútil. Le ha puesto el seguro y mi madre me ha tomado a la fuerza para que evite escapar.
—¡Quédate quieta maldita puta! —me golpea una vez más en el rostro.
Las lágrimas descienden de inmediato. Ojala pudiera escapar de mi destino. No tengo a nadie que pueda amarme.
—Deja de llorar, pareces una cria —se burla ella.
Petunia, no dejo de pensar en ella. Es una suerte que la haya dejado en la clínica, la señora Carter sabrá cuidar de ella, pero ahora he perdido la única compañía que tenía.
—¿Por qué me odias tanto mamá? —susurro y me limpio las lágrimas—. ¿Por qué haces todo esto?
—Tu eres el recuerdo del maldito de tu padre, eres la culpable de que él se fuera, no le importo dejarnos solas, nunca le has importado, ni tu, ni yo, eres solo una desgracia en mi vida. Todo sería distinto si no fuera por la anciana de tu abuela, te mimo mucho. De lo contrario hubieras acatado mis normas y nunca te hubieras atrevido a desobedecerme.
Trago en seco al escuchar esas palabras tan crueles.
—Has corrido con algo de suerte, ya que Michel ha puesto sus ojos en ti, pronto me libraré de la deuda que tengo con él y tu dejaras de ser un estorbo en mi vida.
—¿De qué deuda hablas? —indago.
—Lo sabrás una vez lleguemos a casa.
***
Sigo sin creer que mi madre me haya intercambiado con ese hombre solo para evitar pagar las deudas que tiene con él. Con la presencia de Michel en casa me será difícil escapar, no me queda nada más. Estoy condenada a este maldito mundo.
—Despierta ya —siento una patada en mi torso que me obliga a abrir mis ojos—. Michel ha venido a verte.
—No quiero ver a ese hombre —rujo entre dientes.
—No es lo que quieras, es lo que yo te ordene hacer, así que vístete rápido —tira en mi rostro un vestido y me obliga a ponérmelo. Intento controlar las lágrimas que amenazan con salir, tomo aquel vestido rojo corto en mis manos y comienzo a subirlo por mi cuerpo hasta que termino de cambiarme.
Camino hasta la sala donde me espera aquel hombre.
—Ahí esta —mi madre se acerca a mi lado y me toma de los brazos—. Ven Hazel, Michel ha estado ansioso por verte hoy.
No respondo nada solo camino por inercia hasta llegar a él quien no ha dejado de verme desde que cruce la sala.
—Sonríe al menos —masculla entre dientes mi madre.
—Hola Michel —esbozo apenas una sonrisa.
Michel se acerca hasta mí, me dobla la estatura, lleva puesta una camisa de cuadros arrugada que apesta a colillas de cigarrillo, y su rostro refleja una barba descuidada de semanas. La sensación de asco me invade de inmediato cuando pasa su mano por mi mejilla.
—Te ves hermosa hoy Hazel.
Me estremezco con aquello, quiero vomitar.
—Hueles muy bien —dice mientras toma con sus dedos uno de los mechones de mi cabello para olerlo—. No veo la hora de llevarte conmigo.
—Hazel no dará problemas Michel, es una chica muy tranquila y obediente. ¿Verdad Hazel?
La detesto.
—Lo soy —digo en un susurro.
—He hablado mucho con tu madre del compromiso, pero quiero que vengas conmigo, tú y yo podemos conversar un rato y quizás luego divertirnos un poco ¿Qué dices?
Mis manos tiemblan, los nervios me consumen, no sé a dónde ir. Estoy atrapada.
—Respóndele Hazel, te han hecho una pregunta —me da un ligero codazo.
—Yo…, no quiero ir contigo.
—¿Pero que dices Hazel amor? — él se acerca hasta mí y de nuevo intenta tocarme pero se lo impido. Lo empujo lejos de mí y retrocedo hasta encerrarme en mi habitación.
Escucho gritos ir y venir de afuera.
—¡Si tu estúpida hija no viene conmigo quemare esta maldita casa hoy mismo, dile que salga!
—Ella solo está nerviosa, dale tiempo.
—Te di dos meses de tiempo para que me la dieras, no voy a esperar más. O viene ahora conmigo o te olvidas de que perdone tu deuda. Me has prometido que me la darías y ahora he venido a reclamar lo que me pertenece.
—Yo me encargo de ello —le responde mi madre—. Hablaré con ella.
Escucho como sus pasos se dirigen hasta la habitación, gira la llave en la perilla y cierra la puerta a sus espaldas. Sus ojos furibundos se centran en mí.
—¿Quieres morirte acaso maldita puta? —exclama.
—No quiero ir con ese tipo, ¿Cómo has podido venderme a un hombre? ¿Cómo puedes llamarte a tu misma madre? Una madre jamás haría esto con sus hijos.
—Parece que no has entendido nada estos años Hazel, tu solo eres el peor error de mi vida. ¿Crees que tendría una pizca de consideración por ti? Solo digamos que me das pena, tu sola, pasando por esto, simplemente has sido condenada a esta vida cariño. Pero si te vas con él, tu vida puede ser quizás distinta. Michel te trataría como una reina, te daría lo que pidieras, solo debes irte con él.
—No amo a ese hombre, además está loco.
—Me he candado de ser tan paciente contigo niña —me toma de uno de los brazos y me obliga a salir de la habitación hasta la cocina.
—¿Qué haces? ¡Suéltame! —grito cuando me jalonea hasta en donde se encuentra la estufa.
Mi madre toma un cuchillo para calentarlo en la estufa, la miro con horrores.
—¡No! —lucho por zafarme de su agarre pero no lo consigo.
—Voy a darte un maldito escarmiento para que aprendas a obedecerme en algo —sujeta el cuchillo caliente en sus manos para después ponerlo sobre uno de mis brazos.
Me estremezco ante el ardor del contacto del metal caliente en mi piel, grito y me dejo caer al suelo.
—Ahora levántate de ahí y deja de hacer tanto drama.
—Me he cansado del teatro de ambas —el hombre vuelve a hablar y me levanta del suelo para obligarme a salir de la casa—. Vendrás conmigo quieras o no —esta vez no lucho en intentar escapar, quizás sea cierto lo que ha dicho mi madre, irme con Michel será la única forma de librarme de ella.
Michel me sube a su auto, ajusta el cinturón de seguridad y conduce lejos de casa.
—Deja de llorar, voy a llevarte a un lindo restaurante como las parejas hacen en las películas.
—No tengo hambre —paso levemente mis manos por mi herida en el brazo, arde como el demonio.
—Cielo, déjame ser un caballero esta noche —pasa sus manos por mis piernas y las aprieta.
Se fuerte Hazel, puedes hacerlo.
—Tú y yo haremos una linda pareja, nos casaremos, construiré una casa grande para ti y nuestros hijos. Cinco quizás sean muchos, ¿quizás tener unos tres? ¿Qué dices?
El estómago se me revuelve.
—No respondes nada a lo que te he dicho, pareces una jodida muñeca.
—Haremos lo que tú digas —respondo en hipidos.
—Muy bien dicho muñeca.
Conducimos un poco más por la avenida hasta que tenemos que detenernos por gasolina en una de las estaciones. Michel me pide que lo espere en el auto, pero le he pedido que me deje ir unos minutos al baño, curiosamente ha aceptado.
Así que me meto en el baño que hay allí, lloro y no dejo de llorar al ver mi imagine reflejada en el espejo. No puedo creer lo que ha pasado, hace tan solos cinco días estaba a punto de iniciar una nueva vida lejos de esto y ahora me encuentro amarrada a ese hombre. Salgo del baño y cruzo la tienda de la gasolinera cuando mis ojos se centran en una figura masculina particular, esos ojos azules de inmediato hacen contacto con los míos.
Es Valentino.
Retrocedo y me regreso al baño.
—¿Eres tú? —escucho pasos al interior.
Me quedo quieta en el lugar en el que me encuentro.
—Te he encontrado ninfa —sonríe cuando puede verme a la cara.
—Vete de aquí —le digo.
—Oye, ese no es un lindo saludo.
—Lo mejor es que te vayas de aquí ¡rápido! —le pido.
Valentino acerca su figura hasta mí y se detiene para ver mi rostro marcado por los moretones al igual que mi brazo quemado.
—¿Qué te ha pasado?
—¡Hazel, Hazel! —escucho los gritos de Michel acercarse a nosotros.
—Vete de aquí, vas a meterte en un gran lio si te ven conmigo —le pido pero él no obedece.
—¿Quién te ha golpeado? Dime.
Trago en seco.
—¡Hazel! —Michel atraviesa el baño, se mete en medio de los dos y me jalonea de uno de mis brazos lastimados lo que logra una mueca en mi rostro de dolor.
—Quítate que estorbas —le dice a valentino.
—Quita tus malditas manos de ella, maldito animal —ruge.
Miro todo con horrores.
—Solo he venido por mi novia amigo, así que cálmate —le responde Michel.
Valentino se para a su lado lo mira de pies a cabeza como si fuera el ser más insignificante en el mundo.
—Suéltala en este puto instante o no responderé de mis acciones.
—¿Quién putas…?
Michel no termina de decir nada cunado una fuerza descomunal lo arroja hacia el lavado donde se golpea. Valentino lo toma del cuello de su camisa y comienza a golpearlo una y otra vez hasta lograr dejarlo inconsciente y sangrado, el matón ni siquiera ha tenido tiempo de defenderse de él.
—piccolo bastardo —dice limpiándose el traje y regresándose a mi lado—. ¿Estás bien?
Niego y me quiebro en llanto.
—Está bien, ya paso —me abraza con fuerza.
—Quiero irme de aquí, por favor sácame de aquí.
—Lo haré no te preocupes —limpia mi rostro y me saca de ese lugar.
Caminamos hasta donde se encuentra estacionado un auto convertible negro, me pide que abroche mi cinturón de seguridad y luego se pone en marcha conduciendo por la carretera.
—Es un gusto volver a verte Hazel, ahora sé tu nombre. Aunque admito que no ha sido la mejor forma de saberlo. Te he buscado estos días, y no he logrado hallarte, incluso he ido a esa veterinaria pero parece cerrada.
—Sí me recordaste —digo en hipidos.
—¿Cómo podría olvidar a la ninfa que me salvo? Te debo mi vida.
—Y yo te debo ahora la mía —respondo.
—No me debes nada, estoy en deuda contigo para toda la vida.
Me quedo en silencio un par de segundos.
—Ten, límpiate con esto —me extiende un pañuelo que uso para secarme el rostro—. Dime, ¿quién ese ese hombre?
—Es un hombre al que mi madre le debía dinero, así que su solución a no pagar la deuda ha sido el venderme a él —respondo.
El silencio se apodera de los dos.
—Nunca he sido una hija deseada, nunca he sido amada por mi madre. Ni siquiera sé la verdadera razón por la que estoy en este mundo.
—Todos tenemos una razón para estar en este mundo —sonríe y me toma de la mano—. Sé que tienes un propósito en la vida.
—¿Cómo estás seguro de eso?
—Porque desde la primera vez en que te vi supe mi propósito en la vida era casarme contigo, así que quizás el tuyo sea el haberme conocido.
Una risa se escapa de mis labios.
—Estás loco —me burlo.
—No estoy loco, pero te he hecho reír al menos.
—No creo que ahora nada me haga feliz, o quizás si lo haya…—me giro a verlo.
—¿Qué te haría feliz ahora?
—Petunia —respondo.
—¿Hablas de las flores?
Niego.
—Es mi mascota, mi ardilla. La he dejado en esa clínica veterinaria. ¿Puedes llevarme ahí?
—Puedo hacerlo si eso te hace feliz —responde.
Valentino sigue conduciendo por la carretera hasta llegar a la clínica veterinaria de la señora Carter, cruzamos la puerta y voy en dirección al pequeño árbol que hay plantado en el jardín.
—Petunia, he vuelto por ti —la llamo y ella al cabo de unos segundos logra bajar de una de las ramas. Corre en dirección a mi alegre de volver a verme—. Yo también te extrañe mucho amiga, no sabes cuánto —los ojos se me aguan—. Pero he vuelto por ti, nada nos va a separar ahora. Lo prometo.
—Dime, ¿cómo es posible algo como esto? —escucho su voz a mis espaldas.
—¿De qué hablas? —le pregunto.
—¿Cómo es posible que alguien pueda hacerle tanto daño a otra persona como lo eres tú? Dime porque nada de esto tiene sentido para mí.
—Ya te lo dije, mi madre nunca me ha amado. No tengo a nadie más en el mundo al que pueda considerar mi familia, y no quiero ser un problema mayor para la señora Carter. Ya ha hecho mucho por mí.
—Me tienes a mí, yo podría ayudarte en lo que necesites.
—No Valentino, ese hombre del que me has salvado hoy es muy peligroso, temo que pueda hacerte algo ahora que me has ayudado a escapar, créeme no dejará las cosas pasar. Debería irme de aquí cuanto antes. Debo escapar de esta ciudad —me encamino hasta la puerta pero él me detiene.
—No voy a dejar que te escapes de mí nuevamente.
—¿Acaso estás loco? ¿No valoras tu vida? te he dicho que ese hombre es un peligro andante ¿e insistes en ayudarme?
—Hazel ese tipejo no me asusta, ni un poquito.
—No sabes lo que podría hacerte.
—Y él no sabe con quién se mete ni mucho menos de lo que podría hacerle si vuelvo a verlo cerca de ti.
Trago en seco.
—No quiero ser un problema para ti.
—Escucha algo Hazel —me toma de las manos—. Tú no pensaste dos veces aquella noche para salvarme de morir, simplemente lo hiciste sin importar que sucediera después, pude ver el miedo en tus ojos como lo estoy viendo ahora. Lo que hiciste esa noche por mi tiene mucho significado, es más que un agradecimiento, te protegeré si es necesario, estoy en deuda contigo, no voy a faltar a lo que prometí ese día y era el encontrarte para ayudarte en lo que necesites.
—No tienes porque hacerlo, escucha algo. Todas las personas que alguna vez han intentado ayudarme han terminado mal. No quiero eso de nuevo.
—Está bien, supongamos que hago lo que me pides, me alejo. Te dejo sola ¿a dónde iras? Me has dicho que ese tipo puede regresar y encontrarte, ¿a dónde piensas ir y esconderé de él o de tu madre que te buscará para que puedas ser el juguete de ese tipo? Dímelo.
—Escaparé, me iré muy lejos de aquí.
—Mírame, no tienes a donde ir. Mucho menos dinero, o bueno quizás si lo tengas. Te has quedado con mi billetera ese día.
—Juro que te la iba a regresar, pero…
—No me interesa el dinero, me importa que harás con tu vida. No voy a dejar que te vayas sola cuando tienes a ese tipo cerca.
Un fuerte golpeteo nos hace detener nuestra conversación, seguido del sonido de los cristales romperse.
—¿Que ha sido eso?
—Quédate aquí —me pide él.
—¿Cómo que me quede aquí? ¿A dónde vas tú? —le pegunto.
—¡Bonatti! —un disparo da directo a una de las mesas que hay allí.
Me sobresalto.
—Cúbrete, busca un lugar donde esconderte y no salgas de ahí hasta que te lo diga.
Obedezco a lo que valentino me ha pedido. Me oculto debajo de unos de los muebles de la sala de espera. Lo veo caminar hasta donde ha provenido los ruidos, su mano se ajusta a la pretina de su pantalón y saca de allí un revolver.
—Aquí estas —dice uno de los hombres que puedo reconocer, es el mismo de aquella vez en el rio—. Parece que te resiste a morir.
—Y tu parece que buscas una muerte estúpida —le responde Valentino y sin más le dispara certeramente en la cabeza.
El tipo cae muerto a un lado.
—No he perdido el toque —dice él.
Seguido a eso dos hombres más aparecen, Valentino logra dispararles a ambos con tal precisión que estos caen muertos a un lado de la recepción. Nunca en mi vida he visto a alguien disparar de la forma en la que él lo ha hecho, su puntería es perfecta.
—¿Hazel?
Camina hasta mí y me busca debajo del mueble.
—¿Estas bien?
Estoy en shock después de ver aquello.
—Sé que estas asustada, pero todo tiene una explicación.
Niego.
—No quiero escucharla, yo…, debería irme —titubeo y camino en medio de los hombres muertos—. No puedo creer lo que pasado, he arruinado la clínica de la señora Carter.
—Tranquila me encargaré de todo —me calma él.
—Los has matado, por dios hay cadáveres en este lugar —camino de un lugar a otro—. Espero que nadie haya escuchado los disparos o…
Las imágenes se comienzan a distorsionar para mí, no me siento bien.
—¡Hazel! —me toma de la cintura evitando que me caiga.
—Voy a desmayarme si no bebo agua.
—Está bien, tranquila —me carga en sus brazos hasta un mueble y me deja allí—. Solo respira, no te alteres.
Valentino corre en busca de un vaso de agua y luego lo extiende para que lo beba de un solo sorbo.
—¿Mucho mejor? —pregunta.
Asiento.
—¿Hace cuánto no comes?
—Días —respondo.
—¿Cuántos?
—Unos seis. Solo he comido un par de galletas.
Él me mira como si lo que hubiera dicho fuera una completa locura.
—Debemos ir a un hospital ahora mismo, ¿quiere acaso morirte?
—Ojala fuera tan fácil morirme —respondo con un nudo en la garganta.
—No digas algo tan horrendo como eso —replica con enojo.
Él pasa sus manos por sus cabellos desesperado. Luego toma su móvil en las manos se aleja un par de minutos y luego regresa a mi lado.
—He encontrado una solución a esto, vas a estar bien.
—¿Qué solución has encontrado?
—Vendrás conmigo, no voy a dejarte sola.