No sé qué responder a lo que acaba de decir Valentino, es la primera vez en vida después de la muerte de mi abuela que alguien se preocupa por mí.
—Sé que estas llena de miles de dudas sobre mi vida y sobre esta casa, sé también que esto es nuevo para ti. Es decir…—se rasca la nuca—. Hazel, lo que trato de decirte es que si te preguntas por qué hago esto por ti es porque te he hecho una promesa, no dejo que nadie entre a mi casa, menos un desconocido pero tú eres la persona que me ha salvado en el momento en que más lo necesite, aquella noche en que creí que moriría tu apareciste ante mí para rescatarme. No sé si estaba destinado a suceder de esa manera, pero sucedió.
—Yo no creo en el destino y en tales cosas, te he ayudado por el simple hecho en que no puedo ser tan cruel para abandonar a alguien necesite de mi ayuda, yo no soy como…—aprieto con fuerzas mis parpados—. No soy como la persona con la que he crecido.
—No puedo ponerme en tu lugar —me sujeta de los hombros—. No puedo saber del sufrimiento que has pasado con esa mujer, porque he sido criado por unos padres maravillosos y amorosos, he tenido el cariño de personas a las que considero mis amigos. Pero si algo puedo decirte y aconsejarte es que piense bien las cosas antes de tomar una decisión como lo es irte.
—Es solo que no quiero incomodar con mi presencia, esta casa es enorme, acogedora y bonita. La gente que vive aquí habla de ti con respeto, y ni hablar de las normas, creo que no pude memorizar todas las que enumeró Caterina.
Valentino dibuja una media sonrisa con lo que he dicho.
—No te preocupes por las normas de la casa, puedes romperlas desde que estés conmigo.
Le regreso una sonrisa y él extiende su mano hacia mí.
—¿Qué dices? ¿Aceptas pensar las cosas?
Asiento.
—Bien —me toma con delicadeza del brazo—. Me he tomado el atrevimiento de llamar a alguien que te ayude a recuperarte de las heridas, puedes confiar en ella, y decirle lo que quieras. Valentino se encamina a la puerta cuando se escucha un golpeteo, abre la puerta solo para revelar la imagen de dos mujeres una que entra con varios platos de comida y otra que se encamina hasta nosotros.
—Señor Valentino —le dice la mujer a él.
—Constanza ella es la señorita Hazel, te he mandado a llamar porque necesita de ti.
—Haré lo que mejor pueda.
—Hazel tiene varios moretones en sus manos, piernas y brazos. Pero lo que más me preocupa es la quemadura que tiene en el brazo. ¿Podrías darle un vistazo?
La mujer asiente y se acerca hasta mí, me sonríe de manera dulce.
—¿Me permites verte el brazo cariño? —pregunta con voz suave.
Obedezco a lo que me ha pedido mientras Valentino vuelve a sentarse en uno de los muebles mirando todo desde allí.
—Vaya es una quemadura bastante seria, quizás de segundo grado. ¿Cómo es que te ha sucedido? Parece ser con un objeto metálico caliente.
Aprietos los labios tratando de no recordar aquello.
—¿Cómo es que te has lastimado Hazel? —pregunta aquella voz masculina.
—Yo…, bueno mi madre —tomo una fuerte bocanada de aire—. Ha sido un accidente —miento.
—Eso es una mentira y ambos lo sabemos —endurece su voz—. ¿Ha sido ella?
Tiemblo con aquello, me siento horrorizada, no me atrevo a confesarlo.
—Está bien cariño, no pasa nada si no quieres decirlo —me dice la mujer—. Quizás ella no se sienta lista para decirlo señor, está asustada aún.
Valentino se levanta del mueble sus ojos destilan odio al igual que la postura de sus manos.
—Hazel dime la verdad —insiste él—. Haré pagar a quien te hizo daño.
—Ella tomo un cuchillo de la cocina para luego calentarlo en la estufa y pasarlo en mi piel —dejo escapar mis lágrimas—. Estaba tan asustada de que Michel me llevara con él que me encerré en la habitación pero no sirvió de nada.
—Querías escapar.
—Siempre he querido escapar, ella me odia porque soy el recuerdo del hombre al que más odia en el mundo. No importa lo que haga siempre termina castigándome. Solo quería ahorrarle un problema, desparecería de su vida para siempre. Pero no me dejo hacerlo.
—¿Cómo pretendías hacer eso?
—Quería morir —confieso en medio del dolor—. Quería acabar con mi vida, ¿Qué haría la diferencia? ¿A quién le importaría? Dime.
Aquello logra un silencio entre los dos, me limpio las lágrimas y me encamino a una de las habitaciones. Ahora solo puedo escuchar unas cuantas palabras intercambiadas entre Constanza y Valentino.
—Ha sufrido mucho, no solo necesita cuidados, también necesita de un psicólogo. Está asustada, y traumada. Quién no con lo que ha dicho.
—Hazel necesita algo más que eso Constanza, necesita una persona que le deje claro a todos quienes le hicieron daño que no está sola.
La mujer guarda silencio y vuelve a hablar.
—Señor Valentino, se trata de su madre. Si lo que piensa hacer es…
—¿Su madre? Esa mujer no es su madre, es un monstruo, una alimaña más de este mundo. Esa mujer se ha convertido ahora en mi asunto, ella y ese tipo de nombre Michel ahora son mi objetivo. Me encargaré de hacerlos pagar con sangre si es necesario.
No puedo creer lo que he escuchado. ¿De qué habla Valentino? Acaso piensa…
—¿Qué dices? —pregunto saliendo de la habitación.
—He dicho que los haré pagar con sangre si es necesario.
—¿Así resuelves todo? —enarco una ceja.
—Así lo resuelvo —responde sin dudarlo.
—Se trata de mi madre.
—Ella no es tu madre Hazel, tú misma lo has dicho, te odia.
—No puedes hacerlo —me paro enfrente de él—. Por más que me odie o yo la odie en este momento no puedes hacer nada.
—Eso no te corresponde a ti decidirlo.
—Te dije que me quedaría con una condición, no harás lo que te pida que no hagas.
—Y yo he dejado claro que no aceptaré tal cosa.
Me ignora y se encamina hasta la puerta, parece enojado con lo que le he dicho.
—Descansa y cena todo lo que quieras, nos veremos mañana —se despide y cierra la puerta después de eso.
Me regreso y me dejo caer en el mueble.
—No es una mala persona —confiesa Constanza sentándose a mi lado—. Fue criado de manera diferente —empieza a hablar mientras saca de un botiquín algunos algodones y cremas para tratar mi herida—. El señor Valentino es un hombre bastante leal a sus ideales, es generoso con quienes necesitan ayuda. Pero su temperamento es distinto cuando ve injusticias en otros. Es algo nato en él.
—Tú pareces conocerlo bastante.
—Conozco lo necesario de él.
—No me ha querido decir más de su vida, pero sé que es un hombre con una vida peligrosa. Quizás un gánster. No sé si este bien quedándome en su casa.
—Creo que tu herida ya está bien —me responde ella cambiando el tema de conversación.
Parece que nadie aquí desea hablar de su vida, o quizás no sean los indicados en hablar de ello.
—Le diré algo desde que este aquí no correrá ningún peligro señorita Hazel, se lo aseguro. Mi tarea aquí está terminada, si siente dolor o alguna molestia, puede llamar a Caterina y ella me buscará.
—Gracias.
—De nada —se despide ella y me deja sola en aquella casa.
Me acerco a la mesa del comedor en donde hay más de un plato servido, creo que en mi vida he visto tanta comida. Pero ahora mi estómago ruge y necesito comer para recuperar fuerzas.
**
Me remuevo en la enorme cama, me giro para el lado derecho abrazándome a la almohada. Un leve ruido de afuera me hace abrir los ojos.
—Muy bien hecho —escucho voces seguidas de aplausos.
Mi vista se fija en el reloj de mesa, son las nueve en punto. Me he saltado el desayuno.
—Mierda —me lamento.
Me levanto de la cama para asomarme por apenas el rabillo de la ventana, puedo ver a los hombres de seguridad formados en dos filas y en el medio se encuentra Valentino quien apunta con su revolver en una sola mano a un centro de tiro. Un disparo se escucha y la bala da exactamente en el centro.
—Muy buen tiro señor —lo felicita Caterina.
—Debemos practicar todas las mañanas si queremos reforzar la seguridad. Lo que sucedió hace poco no puede volver a pasar. Esos tipos tienen relación con personas de alto mando, no dudaran en sacarnos del camino al mínimo error.
Valentino se gira de regreso y fija su vista en la ventana. Me oculto detrás de las cortinas tan rápido como puedo. No sé si me ha pillado viéndolo desde allí, así que me tomo un tiempo para volver a asomarme por la ventana pero esta vez no lo veo.
—Espero no me haya visto —susurro y me encargo de tender la cama.
El golpeteo en la puerta me hace abrirla.
—¿Quién es?
—Soy yo Valentino —responde—. ¿Puedo pasar?
—Sí, dame un momento —rebusco con mi mirada algo que ayude a cubrirme así que cuando consigo una bata no dudo en usarla. Me encamino a la puerta y la abro para encontrármelo.
—Buenos días Hazel —camina al interior de la habitación.
—Buenos días.
—¿Cómo has pasado la primera noche en la casa?
—Muy bien, he dormido muy bien.
—me alegro. ¿Cenaste bien?
Asiento.
—En mi vida he comido tanta comida —me burlo.
—Puedes comer lo que te apetezca aquí —sonríe.
—Estoy muy agradecida por lo que has hecho por mí y lamento si lo que dije ayer te indispuso.
—Discúlpame a mí —dice serio—. No debí usar esos términos contigo, es difícil para ti al tratarse de tu madre.
—¿Puedes hacer algo por mí?
—Claro.
—No vuelvas a mencionar el tema de esa mujer aquí, por favor. Te lo pido.
—No lo haré, sé que te trae recuerdos horribles.
—Es mejor dejar en el pasado ciertas cosas.
Valentino se regresa a mi lado y fija su vista en la mí.
—Ahora respóndeme algo ¿tienes esa habilidad de espiar a la gente?
—¿Qué?
Él se acerca un poco más a mí al punto en que mis fosas nasales se llenan de la fragancia masculina que emite.
—Espiar a la gente detrás de las cortinas, creí que solo los ancianos lo hacían —se burla y yo me sonrojo.
—Yo…, mi intención no era….
Él se suelta a reír con aquello.
—Solo es una broma Hazel. No te lo tomes como un regaño.
—Lo siento, me he despertado un poco tarde para tomar el desayuno. No pensé que dormiría tan bien después de tanto tiempo.
—No te preocupes por ello, haré que las empleadas traigan el desayuno hasta aquí para ti. Dime ¿te gusta algo en especial?
—No me atrevería a tanto, me conformaré con pan tostado y jugo de naranja.
Él arruga la frente.
—¿Huevos revueltos?
Arruga su frente aún más.
—¿Huevos revueltos y tocino?
—Eso no es un desayuno.
—Yo me conformo con eso.
—No seas conformista en tu vida Hazel. El conformismo nos lleva a tomar malas decisiones en la vida. Tienes que aprender a pedir lo que te mereces.
—Está bien dejaré que seas tú quien pueda dar indicaciones sobre el desayuno.
Él sonríe.
—Pero tengo que pedirte algo antes de eso, no he traído conmigo ropa. Y…
—¿Has dado un vistazo al armario? —me pregunta y niego.
Valentino se encamina al armario y abre de allí un closet lleno de ropa, hay algunas prendas que incluso siguen en bolsas.
—Eran de mi hermana, pero ya no las usa. Así que creo que son de tu talla.
—No puedo aceptarlas.
—Hazel…—fija su vista en mi—. Estas prendas claramente necesitan ser usadas y es mejor que las utilices tú a que guarden polvo.
—Me siento muy avergonzada por esto. ¿Qué dirá tu hermana?
—No dirá nada, no es el tipo de mujer que se preocupe por esas cosas. Ella es la persona más amorosa y amable que conozco en el mundo. Y no lo digo solo porque lleve mi sangre, lo digo porque es idéntica a mi madre.
—Tu familia ¿es muy unida?
—Vengo de una familia que se quiere con locura —sonríe—. Mi padre es un ser recto y autoritario, pero bastante protector. Mi madre es una mujer bondadosa y amorosa. Odette, mi hermana es una mezcla de ambos.
—¿Y qué hay de ti? ¿Eres más parecido a tu padre o a tu madre?
—No creo que me parezca por completo a ninguno de los dos —sonríe—. He forjado mi carácter a lo largo de los años de una forma distinta, cuando naces en una familia como los Bonatti no hay muchas opciones de por medio para ser considerado “bueno”
—Yo creo que eres un hombre bastante bondadoso.
—¿Lo crees? —parece sorprendido por lo que he dicho.
Asiento.
—Lo creo completamente —respondo.
Valentino se regresa a mi lado, me toma de las manos con suavidad.
—¿Sabes lo que pienso de ti cada vez que te veo a los ojos? —pregunta.
—No lo sé —respondo nerviosa.
—Creo que eres parte de mi destino. Te dije que me casaría contigo. Y soy un hombre de promesas.
—¿Estas de nuevo bromeando con eso?
—¿Acaso parece una broma lo que te estoy diciendo? —dice serio.
No puedo creer lo que ha dicho.
—No he conocido a otra persona en el mundo por la que haya sentido lo que sentí por ti la primera noche en que nos conocimos, tú hablas de no creer en el destino, pero yo creo en el destino. Quizás ninguno estaba buscando al otro, pero encontramos la manera de reunirnos.
—Tú eres demasiado bueno para alguien como yo.
—¿Para alguien como tú? ¿Crees que soy bueno?
—Lo eres, aunque no lo creas —le tomo de las manos y le regalo una sonrisa.
Él parece feliz con lo que le he respondido.
—Pero tu vida no está destinada a una persona como yo, estoy segura que existe alguien para ti allí afuera, que te hará feliz y con la que tú serás feliz. Alguien que te haga ver la vida de otra forma.
—Tuve a alguien así en mi vida —su voz se apaga—. La amaba mucho ¿sabes?
—¿Que sucedió entonces?
—Porque la amaba la deje ir, deje que se fuera de mi lado.
—¿Fuiste feliz con esa decisión?
—No lo fui, entonces entendí mi error. Cuando amas lo suficiente a algo o alguien no renuncias tan fácilmente, así que he decidido que no dejaré escapar nunca más lo que me haga feliz y lo que ame. ¿Comprendes?
—Comprendo.
—Créeme cuando te digo que tú eres mi destino Hazel.
La piel se me eriza cuando su cuerpo se hace más cercano al mío, me alejo de él y me voy a una esquina de la habitación.
—Necesito estar sola para cambiarme de ropa.
—Está bien —responde con voz derrotada—. Tendré que salir nos vemos por la noche, haré que traigan el desayuno.
—Gracias —le respondo.
Valentino se despide de mí, no puedo creer en las palabras que me ha dicho. No sé qué piense de mi o que espere de mí, pero no puedo quedarme a su lado, no soy la mujer que encajaría en su mundo. Así que debería comenzar a buscar un lugar a donde irme. Estaré siempre agradecida con él por lo que ha hecho por mí, pero no puedo seguir a su lado.
Me meto al baño, me doy una rápida ducha y me cambio de ropa, uso uno de los vestidos que había en el closet, uno color rosa claro que se ajusta a mi cuerpo con perfección, cepillo mis rizos y el sonido de mi móvil me hace prestarle atención. Se trata de un mensaje de parte de la señora Carter en la que me avisa que llegará esa misma tarde, así que rápidamente texteo algo de regreso. Le digo que estaré allí en la tarde en la clínica veterinaria.
No dejo de pensar en lo que sucedió la noche anterior, en si el lugar habrá quedado en las mimas condiciones. Así que paso toda la tarde muerta de los nervisos por lo que pueda descubrir la señora Carter, ha regresado de su viaje mucho antes de lo previsto.
Quizás sucedió algo.
**
Caterina me ha asignado uno de los choferes de la casa para que me traiga a la clínica veterinaria, el hombre se ha marchado a petición mía, además de Valentino ya sabe en donde me encuentro, le he escrito que es posible que pase la noche lejos de la casa ya que la señora Carter ha regresado pero él no ha respondido nada a aquello. Supongo que tenía asuntos más importantes.
—¡Hazel! —la anciana se abraza a mí con fuerza en cuanto pongo un pie en la veterinaria. Agradezco que valetino se ha ya encargado de dejar todo como estaba incluido el vidrio roto—. Que alegría verte de nuevo, y a ti también Petunia —acaricia a mi ardilla.
—Y yo a usted señor Cornelia —respondo abrazándola—. Creí que regresarían la próxima semana.
—Lo sé, pero Hikaru no se sentía bien.
—¿El señor Ikeda volvió a recaer?
—Lamentablemente si —confiesa—. Desde la muerte de nuestra hija, Hikaru no volvió a ser el mismo. Queríamos que el viaje a Canadá fuera un descanso para nosotros, pero nos ha traído recuerdos de la infancia de Nao.
—Siento mucho escuchar eso.
—No importa —se limpia las lágrimas que han empezado a bajar por sus ojos—. Por suerte aún nos queda esta clínica, Nao estaría muy orgullosa de lo que hemos logrado después de su muerte, y mira que siempre le reclame que la medicina veterinaria no era la mejor carrera, que equivocada estaba.
La señora Cornelia ha trabajado junto con su esposo en esta clínica veterinaria por cinco largos años, perdieron a su única hija en un lamentable accidente de bote, y ahora lo único que les queda de ella es este lugar en el que era feliz ayudando a los animales. Nao era una chica excepcional y una amorosa hija, fue ella quien me ayudo a cuidar de petunia cuando apenas era una cría. Me enseño algunas cosas que le estaré siempre agradecida.
A veces las personas buenas son llamadas antes de tiempo, porque la necesitan más arriba que en la tierra, quiero creer eso. Porque es a lo que se aferra la señora Cornelia todos los días, aunque la muerte de su hija le dejo un gran vacío que ni las fotos, la clínica o si quiera los recuerdos podrán llenar.
—Dime Hazel ¿cómo ha estado el tema con tu madre? ¿Has podido hablar con ella de tus estudios? —pregunta.
—Ya no vivo con ella señora Carter.
—¿No?
—Decidí escaparme, quería casarme a la fuerza con el degenerado y loco de Michel.
Ella se lleva las manos a la boca sorprendida.
—¿Cómo has hecho para escapar de ese par de maniacos?
—Alguien me ayudó, un amigo.
—¿Un amigo? O ¿quizás un ángel?
—No sé cómo describirlo —me encojo de hombros—. Pero es una buena persona.
—Hazel debes denunciar a esa mujer, sin importar que lleves su sangre, es un ser monstruoso que debe estar encerrado. Tiene el corazón podrido para hacer eso con su hija, por suerte lograste escapar de ese lugar.
—He escapado pero necesito de su ayuda una vez más señora Carter.
—Lo que quieras linda.
—Necesito un lugar a donde mudarme, un lugar temporal. Trabajaré y pagaré los gastos. Pero debo encontrarlo pronto.
Ella se queda en silencio unos segundos.
—Bueno, quizás tenga un lugar en el que puedas quedarte, lo usaba como bodega, pero puede adecuarse para que puedas quedarte allí.
—¿Haría eso por mí?
—Claro que sí, voy a ayudarte.
—Gracias, prometo que le pagaré la renta.
—Hazel, deberías concentrarte en tus estudios. No tienes que pagarme nada, haces mucho ya para nosotros en esta clínica.
—No me sentiría bien si me quedo allí sin pagarle.
—Y yo no me sentiría bien si sales y buscas un empleo en el que te enfermes. Lo importante es que hagas tus estudios.
—Está bien.
—Dime ¿dónde te estas quedando? —pregunta.
—En casa de mi amigo, pero no quiero seguir incomodándolo. A pesar de que me ha pedido que no me vaya.
—¿No te has puesto a pensar en que quizás no le incomodas? Quizás le gusta tu compañía.
—¿Mi compañía? ¿Por qué le gustaría mi compañía?
—Algunas personas encuentran su felicidad cuando encuentran la compañía perfecta, y no lo culpo, eres una chica increíble —me pellizca las mejillas—. Pero tienes un problema.
—¿Cuál?
—Qué te cuesta creer en lo maravillosa que eres —sonríe la anciana.
La puerta de la veterinaria se abre revelando la figura de alguien que me hiela la piel. Mi madre.
—Hola Hazel. He venido para que regreses a casa conmigo.
Trago en seco.