Hazel.
Completamente sola.
Así me sentía en aquel momento.
Desde que Valentino se había marchado, no había tenido más noticias de él. Intenté llamarlo muchas veces, intente saber dónde se encontraba. Y no encontraba respuestas. Nadie hablaba del tema en la casa, nadie decía nada.
Valentino se transformó poco a poco en un fantasma, no estaba, se había ido y con él se había llevado parte de mi alma.
La otra parte había quedado aquí junto a mí, quizás lo único que podría tener de él. Nuestros bebés.
Debía ser fuerte.
Lo intentaba, lo intentaba muchas veces. Todos los días y era tan fácil de decir, de escucharlo de los demás.
Odette me acompañaba en mis noches solitarias a través de video llamadas, su embarazo había avanzado mucho y estaba más feliz con nunca, a diario me mostraba el cuarto de su bebé y las cosas que había comprado para él, y aunque admitía que era una buena consejera, no dejaba de sentirme vacía por las noches.
En esta inmensa casa de bastas paredes y preciosos cuadros d