Mundo ficciónIniciar sesiónSamuel un hombre que salió de la nada, "huérfano" ayudado desde joven por el padre de la mujer de la cuál está enamorado.un matrimonio que Alia no acepta, simplemente por escuchar los rumores del "mujeriego" Joven Anderson...¿Podrá Samuel enamorar a Alia y desmontar que siempre ha sido ella, la mujer de la cuál ha estado enamorado?
Leer másNo sé cuántas veces he rodado los ojos desde que empezó la cena, pero sé que voy por lo menos en la décima.
Samuel Anders, el socio de mi padre y uno de los hombres más comentados de la ciudad, acaba de besarme la mano como si estuviéramos en una película de época. Su gesto fue tan exagerado, tan calculadamente elegante, que me dieron ganas de reírme… o tal vez de empujarlo suavemente para que dejara de actuar como si fuera el protagonista de una telenovela antigua.
Papá lo observó con esa sonrisa orgullosa de siempre, la misma que usa cuando presume a su “gran amigo, el hombre que salvó a nuestra familia”. Yo, en cambio, solo pude mirar a Samuel con el gesto endurecido. Su mirada se cruzó con la mía por un segundo, y juro que vi un destello de tristeza en esos ojos grises antes de que él bajara la vista.
—Alia —gruñó mi padre—, ¿podrías ser un poco más amable?
—Papá, solo dije hola —murmuré, retirando mi mano con cuidado.
—No es eso, y lo sabes. —Suspiró, decepcionado—. Samuel es tu prometido. Lo mínimo que podrías hacer es tratarlo con respeto.
Prometido.
La palabra aún me sonaba tan ajena, tan impuesta, tan absurda.No fue una decisión mía. Mi padre y Samuel tenían un trato, uno de esos acuerdos empresariales disfrazados de destino romántico. Según papá, “era lo mejor para todos”. Según yo, era la forma más elegante de arruinar mi vida.
—No puedo fingir algo que no siento —dije en voz baja, aunque lo suficientemente fuerte para que Samuel me escuchara.
Él no respondió. Solo sonrió con amabilidad, esa sonrisa que parece ensayada frente al espejo.
Pero había algo en su mirada que no encajaba con su reputación de mujeriego: un cansancio oculto, una especie de ternura triste que no sabía si era real o parte del personaje que representaba frente a todos.El resto de la cena fue un desfile de conversaciones forzadas. Los socios de mi padre hablaban de fusiones, de proyectos, de inversiones. Yo solo escuchaba los cubiertos chocar contra la porcelana y el sonido del reloj en la pared, marcando los segundos que faltaban para poder escapar.
Horas después, cuando todos se dispersaron, me quedé mirando desde el balcón del salón principal. La ciudad de Livor brillaba con sus luces blancas y frías. Abajo, el tráfico seguía su danza ruidosa y perfecta.
A veces pensaba que todo era igual: luces, apariencias, movimientos programados.Sentí su presencia antes de escucharlo.
Samuel estaba detrás de mí, tan cerca que pude oler su perfume. Madera, cuero, un toque de algo amargo.—No deberías mirar el vacío con esa cara —dijo suavemente—. Podría pensarse que te sientes atrapada.
—Tal vez lo estoy —contesté, sin girarme.
Él se rio apenas, una risa breve, casi nostálgica.
—No quise que esto fuera así, Alia.—¿Y cómo querías que fuera, Samuel? ¿Una historia de amor entre un socio y la hija del dueño? —Mi tono salió más duro de lo que planeaba.
Silencio.
Después, un suspiro.—Solo quiero que me des una oportunidad —dijo—. No para cumplir con tu padre. Para demostrarte que no soy el hombre que dicen que soy.
Me giré, y esta vez lo miré de frente. Había sinceridad en su mirada, una que no esperaba. Y por un instante, por un solo y maldito instante, sentí que mi pecho se aflojaba.
Pero enseguida recordé los rumores, las fiestas, las fotos en revistas de sociedad.
No. No me dejaría engañar por un par de palabras dulces y una voz grave.—Buenas noches, señor Anders —dije con una sonrisa helada.
Me di la vuelta y caminé hacia las escaleras sin mirar atrás, aunque pude sentir su mirada siguiéndome hasta el último peldaño.
A la mañana siguiente, papá estaba en el despacho, revisando papeles.
—Te comportaste como una adolescente caprichosa anoche —dijo sin levantar la vista.—Lo soy —respondí con sarcasmo.
Él levantó la cabeza y me miró con cansancio.
—Samuel no es como crees. Te sorprenderías si dejaras de juzgarlo.No respondí. No quería discutir.
Aunque parte de mí sabía que papá tenía razón: Samuel no era exactamente lo que aparentaba. Había algo en él… algo roto, algo que me desconcertaba.Pero reconocer eso era abrir una puerta que no estaba lista para cruzar.
En la tarde, fui a la empresa de mi padre. Klein Industries siempre olía a café caro y a papel nuevo. Caminé por los pasillos con paso rápido, tratando de evitar las miradas curiosas de los empleados.
—Señorita Klein —me saludó la recepcionista—, el señor Anders está en la sala de juntas.
Claro. Por supuesto.
Lo encontré ahí, hablando con Amanda Fox, la jefa de diseño de interiores. Amanda era una de esas mujeres que parecen haber nacido con la palabra sofisticación tatuada en la piel: impecable, elegante, autosuficiente.
Y justo en ese momento, lo miraba a él con una mezcla de profesionalismo y algo más… algo que dolía mirar.—Alia —dijo Samuel, sorprendido al verme entrar—. No sabía que vendrías.
—Yo tampoco —respondí—. Pero al parecer, el destino no para de cruzarnos.
Amanda sonrió con educación y se levantó.
—Los dejo solos. Tengo que revisar los planos de la nueva sede.Cuando salió, el silencio quedó flotando entre nosotros.
Samuel apoyó las manos sobre la mesa y me observó sin decir nada.—¿Por qué estás aquí? —preguntó al fin.
—No lo sé —contesté, y era verdad—. Tal vez quería ver si todo esto era real.
Él se acercó, despacio, como si temiera que yo saliera corriendo.
—Alia, no quiero que te sientas obligada a nada. Pero tampoco quiero que sigas creyendo que soy el villano de tu historia.Su voz era suave, casi un ruego.
Y entonces ocurrió algo inesperado: él alzó la mano, como si fuera a tocarme, pero se detuvo a medio camino. Sus dedos temblaron apenas, y durante un segundo, el mundo se detuvo.El aire olía a tinta, a perfume y a algo que no podía describir.
Mi corazón latía demasiado rápido, y lo odié por eso.—No sé quién eres, Samuel —susurré—, pero no quiero que me rompas.
Él sonrió, triste.
—No pienso hacerlo. Lo prometo.Salí antes de que pudiera decir algo más.
Porque si me quedaba un segundo más en esa sala, tal vez no habría querido irme.Samuel
Cuando la puerta se cerró, me quedé quieto, mirando el espacio vacío donde había estado Alia.
Todavía podía oler su perfume.Thomas asomó la cabeza por la puerta.
—¿Otra discusión?Negué con la cabeza.
—No. Esta vez fue peor. Fue honesta.Él rio.
—Bueno, al menos eso.Pero yo no podía reír.
Desde el día que conocí a Alia, supe que mi destino estaba sellado. No era el tipo de mujer que uno olvida; era el tipo de mujer que te cambia incluso cuando no quiere.Me dejé caer en la silla y pasé una mano por el rostro.
Amarla era un error. Pero algunos errores son tan inevitables como respirar.Y aunque ella aún no lo sabía, pronto entendería que nada de lo que hacía era por obligación.
Todo, absolutamente todo, era por amor.Después de la noticia y ver como Samuel poco a poco despertaba después de la noticia que recibió encontró a una nerviosa Alia, que después de reír por lo que le paso a su esposo la preocupación la comenzó a invadir al ver que el no respondía.–¡Hey! ¿te encuentras bien cielo?– Alia tomó la mano de Samuel para ayudarlo a que se sentará mejor.– Pequeña, me haces el hombre más feliz del mundo ¿Lo sabes verdad?– Alia solo le pudo sonreír a su esposo.los dos se fundieron en un gran abrazo y Alia estaba lista para dar ese paso.Con cuidado sacó la pequeña cara que tenía en su bolso y procedió a dárselo a Samuel, quien viéndola como estaba de nerviosa se relajó.–¡Amor! ¿esto que es?- Tu solo ábrela samuel.Ya Alia se encontraba con los ojos cristalinos por las lágrimas, pensar que este hombre le hiciera sentir tantas cosas, gracias a dios ella no se excedió en hacer pasar un mal rato a samuel si no estuviera arrepentida.Samuel soltó un suspiro y procedió abrir el obsequió. después de es
Después de recorrer varias tiendas en el centro comercial, juntas se dividieron ir a tomar un té mientras esperaban La hora del almuerzo para dirigirse hacia el restaurante. —Alia Ya que no puedes tomar mucha Cafeína... ¿Qué tal sería tomar un batido de frutas?— Pregunto Olga sin querer sonar como una metiche. Pero al ver la sonrisa y mirada qué Alia le dio, dejo sus preocupaciones y temores atrás, estaba feliz y dichosa de que su hijo compartiera su vida con tal excelente mujer. — Si, Incluso estaba pensando en lo mismo, ya que mucha Cafeína le puede hacer daño al bebé, ya pronto será la próxima ecografia y quiero estar muy bien de salud para que los resultados sean favorable, no quiero hacer nada que vuelva a perjudicar a nadie. — Buenos días, bienvenidas, este es le menú, cuando ya se dispongan a ordenar por favor pueden hacer sonar esta campana y con gusto las Antendere. Sin más las mujeres se sipusieron a ver la carta y ver que quería ordenar cada una. Después de un rato
*CUATRO AÑOS ATRÁS* Samuel y Alia estaban disfrutando de los mejores momentos de su vida juntos. La barriga de Alia, redonda y prominente, destacaba su belleza y juventud. Su cabello largo y sedoso caía suavemente por su espalda, llegando más abajo de su cintura. Los que la veían no podían evitar admirarla, especialmente en este momento de felicidad y expectativa. Samuel, con una sonrisa radiante, entró en la habitación con un delicioso desayuno en una bandeja. —¡Buenos días, mi hermosa esposa!—, exclamó, sorprendiéndola con su dulce voz. Alia se iluminó con una sonrisa aún más brillante, y los dos compartieron un tierno beso de buenos días. Se sentaron juntos en la cama, listos para disfrutar del desayuno y de la compañía mutua. Mientras comían, Alia planteó una pregunta que había estado rondando en su mente durante un tiempo. —¿Alguna vez has pensado en retomar el nombre biológico que te dieron tus padres?—, preguntó con curiosidad. Alia se detuvo un momento, reflexionand
Todo se había vuelto un caos de un momento a otro mientras los periodistas interrumpían la captura de Natalia, la mujer no sabe dónde saco las agallas para quitarle el arma a uno de los oficiales, de lo que si puedo estar segura es que en ese momento vi mi vida pasar por milisegundos.—Tú lo decidiste así Samuel Anderson, entonces si no eres para mí no eres para esa perra— El detonante del arma fue ensordecedor, vi como mi esposo iba cayendo en mis brazos, trate de sujetarlo como pudiera, pero su peso no me dejaba, pues era mucho más.— ¡Oh, Dios, No…! - El grito que pude dar después de volver en sí hizo que todo en ese momento estuviera en silencio, cuando los policías vieron lo que acababa de pasar enseguida dispararon a la mujer, lo vi porque estaba buscando ayuda en la gente que allí se encontraba. Y aunque los oficiales me estaban tratando de decir algo, era como si no escuchara y solo pudiera ver a mi esposo tirado en el suelo inconsciente y un enorme charco de sangre a su alred
— ¿Qué rayos está pasando?¡¡No, no, no Aliaaa!! — El grito de Samuel puso en estado de shock a las personas que aún se encontraban en la sala de juntas. Después de 15 minutos, una reunión que él pensaba tomaría más tiempo término tan rápido.— Jason… Ordena a tus hombres que entres a la casa ya, están atacando a Alía, comunícate con la policía, llama a mi suegro de inmediato.El segundo grito salió dejando casi paralizados a todos, el hombre salió corriendo como si un espíritu maligno lo estuviera persiguiendo, el mismo había roto su teléfono al ver lo que estaba pasando en la habitación donde su adorada esposa tenía que estar descansando. Pero lo que vio fue a la arpía de su acosadora, propinarle una bofetada a su mujer, de verdad quería a esa mujer muerta.Jason rápidamente hizo lo que se le ordenó mientras seguía a su jefe muy de prisa bajando las escaleras y que este no quiero esperar el ascensor, gracias a Dios la sala de juntas quedaba en los pisos de abajo, hubiera sido mucho
Por cosas del destino, ese día todo era muy diferente, Alía se levantó y le extrañó no ver la rosa que su esposo todo el tiempo dejaba para ella, la sensación de que algo malo podría pasar ese día estaba alojado como una espina en su corazón; sin embargo, la mujer no le dio mucha importancia, fue hasta el baño, hizo su rutina matutina y después de una hora bajo las escaleras para llegar hasta el comedor.— Buenos Días, Señora Alía, ¿va a comer de una vez?— la voz de la mujer llego a las espaldas de Alía, que con un poco de susto giro para verla y regalarle una sonrisa.—Claro de sí Adela, muchas gracias - después de eso alía se ubicó hasta esperar que la señora viniera con su desayuno, Reviso su celular y se encontró con el mensaje de su esposo, quien se disculpaba por haber salido de prisa sin despedirse de ella, pues había llegado el japonés a revisar el proyecto que ya casi estaba completo, y ella sabe como trabajan esos hombres, pues son muy puntuales y no les gustan las fallas. —
Último capítulo