Mundo ficciónIniciar sesiónEn el mundo del poder y las apariencias, hay verdades que matan más lento que el veneno… y amores que arden más que el odio. Iván Lucero ha vivido toda su vida al margen, marcado por el escándalo que destruyó a su madre. Cuando el patriarca de una poderosa dinastía empresarial muere, él ve la oportunidad perfecta para ajustar cuentas. Con una identidad cuidadosamente fabricada y un pasado cubierto de cicatrices, se infiltra en la familia que arruinó la suya... sin imaginar que el amor y la verdad lo desarmarían desde dentro. Una noche anónima con una mujer desconocida, un apellido robado, y un legado manchado por el silencio. En el juego del poder, la sangre pesa... pero no más que el deseo.
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Málaga, España
Iván
Todos llevamos heridas. Algunas parecen cerrarse con el tiempo, pero yo sé bien que hay otras que nunca sanan. Mi herida está abierta, siempre sangrando, una quemadura que no se apaga, un dolor que me recuerda cada día la injusticia que me arrancó todo.
No hay forma de coser esa herida con parches o palabras bonitas. No basta con fingir que ya pasó. A veces, la única manera de seguir adelante es dejar que la rabia arda, que el dolor se transforme en una fuerza brutal o lo que muchos llaman venganza. Y lo entendí aquel día que terminaron de desgarrarme el corazón.
Ocho años atrás
Por fin logre reunir el dinero que tanto pedía el abogado. Me costó meses, turnos dobles en la fábrica, agotamiento en el cuerpo, pero hoy siento que puede ser el milagro que necesito. Apresuro mis movimientos, guardo las herramientas y mi chaqueta con manos que tiemblan de cansancio y ansiedad.
De repente, la voz del supervisor suena detrás de mí, seca y cortante.
—Lucero, alguien te busca. Te esperan en la oficina.
Me giro, conteniendo el cansancio en mis ojos.
—Lo siento, señor Gutiérrez —le digo con firmeza—. Le dije al abogado que no venga más a buscarme aquí. Voy a resolver esto yo mismo.
—No es el abogado de tu madre —me responde con una sonrisa tensa, demasiado amable—. Pero puedes tomarte tu tiempo…
No me gusta esa amabilidad falsa. Mi piel se eriza, sé que no es buen augurio.
—Gracias… voy enseguida.
Agarro mi mochila con fuerza y avanzo rápido por el pasillo. El ruido constante de las máquinas llena el aire, un zumbido metálico que choca con mi respiración acelerada y mi corazón que late fuerte.
Llego a la puerta de la oficina, respiro hondo y la empujo. Allí está un oficial de prisión, rígido y serio, con la mirada clavada en mí. Mi cuerpo se tensa, esperando lo peor.
Antes de que diga algo, él se gira hacia mí.
—Tú debes ser Iván Lucero —dice con voz grave.
Asiento, sin palabras.
—Lamento informarte que tu madre murió esta mañana, de un infarto al corazón.
Siento que el suelo se abre bajo mis pies. El aire pesa, y el mundo se ralentiza.
—No… no puede ser —balbuceo, la voz quebrada—. ¡Miente! Mi madre no puede estar muerta.
El oficial baja la mirada, apretando los labios.
—Sucedió durante la madrugada. No pudimos hacer nada. Ya inicié los trámites para que puedas darle una sepultura digna… Lo siento mucho, muchacho.
Y al día siguiente estaba llorando delante de la tumba de mi madre, lleno de rabia por no haber podido sacarla de prisión y maldiciendo por mi desgracia. Desde entonces solo tuve un propósito en la vida y por fin después de años planeando mi venganza se hará realidad.
De repente la voz de Lucas me arranca de los pensamientos.
Desde entonces, solo tengo un propósito en la vida, y por fin, después de años planeando, mi venganza está a punto de hacerse realidad.
De repente, la voz de Lucas me arranca de mis pensamientos.
—Estamos de suerte, o soy un genio —dice con una sonrisa triunfante—. Conseguí la cita con los accionistas del grupo Del Valle. Nos recibirán mañana en su empresa.
—Genio no es la palabra correcta —respondo con una sonrisa irónica—. Más bien tramposo, ladrón, falsificador… y quizás un poco adulador.
Me lanza una mirada de reproche, pero sigo hablando.
—Lucas, espero que no hayas dejado escapar nada, porque si no, esa familia me destrozará.
Él se encoge de hombros.
—Por favor, estás hablando con una mente maestra del crimen. Soy un experto hackeando cualquier sistema.
Hace una pausa, respirando hondo.
—No dejé nada al azar —asegura—. Y más bien, los días de Ramiro y Andrés Del Valle están contados.
Lo miro con dudas y desconfianza.
—Igual vuelve a revisar. No quiero ir preso por engañarlos…
Suelto un suspiro frustrado y añado:
—Necesito un poco de aire fresco. Necesito pensar, porque después de mañana no podré salir del infierno que voy a desatar.
Un rato más tarde
Al final, mi paseo me trajo a un bar y ya llevo un rato sentado en la barra del bar, el vaso de whisky frente a mí es la única compañía que necesito esta noche. La música suave llena el espacio, pero mi mente está en otra parte, dando vueltas a mil pensamientos que no me dejan en paz. El líquido amargo recorre mi garganta, y por un momento siento que puedo respirar.
De repente, algo me hace girar bruscamente y sin darme cuenta, tropiezo contra alguien. Mi vaso se tambalea, y antes de poder reaccionar, el whisky se derrama sobre la barra… y parte de la mujer que está a mi lado.
Levanto la vista y la veo: joven, unos 28 años, cabello castaño que cae en ondas suaves sobre sus hombros. Piel clara como la porcelana, sus ojos, verdes e intensos, parecen contener secretos que no quiere revelar, pero que hipnotizan. Sus labios, llenos y enigmáticos, parecen invitar a un beso, pero algo en su mirada me impide apartarla.
—Lo siento, no te vi llegar —digo, con la voz un poco áspera, intentando disimular la sorpresa—. Quisiera disculparme por mi torpeza… ¿me dejas invitarte un trago?
Ella me mira, sus ojos estudiándome y todo se reduce a su respuesta, a ese sí que necesito escuchar de sus labios o simplemente me mandará al diablo por idiota.
Unos años despuésMálagaIvánHubo una época en la que estuve cegado por la venganza. Aún puedo recordar aquel primer día que pisé Holding Del Valle: los rostros que me observaban como si fuera un intruso, el hijo ilegítimo de Eduardo Del Valle que venía a desenterrar fantasmas. Pero entonces apareció Camila. Y, sin saberlo, cambió todos mis planes.De aquella época ya no queda nada. Aprendí a perdonar, a sanar, a dejar el pasado atrás. Y fue por ella —mi esposa, mi brújula, mi punto de calma—. Una mujer que me enseñó que el amor no siempre es un refugio, sino una elección constante.Todavía recuerdo la primera vez que vi esa imagen borrosa en la pantalla: el eco de un latido que anunciaba vida. El corazón de nuestro hijo. La prueba de que, después del caos y las heridas, el amor había sobrevivido.Con su nacimiento llegaron las noches en vela, los biberones, los pañales, el miedo a no hacerlo bien… y la emoción inmensa de tenerlo entre mis brazos. Pero esa etapa pasó más rápido de lo
Una semana despuésBanyoles, CardonaCamilaAdmito que no deseaba lidiar con la oposición de la familia por mi relación con Iván, pero ya era inevitable: estamos a pocos metros de la casa de mi padre. Además, era hora de que se acostumbraran a vernos juntos, sin escondidas, como lo que somos: una pareja.Aunque nada me preparó para lo que vino después. Fue un escenario tan absurdo, tan desconcertante, que por un momento no supe si estaba soñando o viviendo una pesadilla.Mi papá fue el primero en protestar por haber vuelto con Iván, como si mi opinión no contara. Pero lo que jamás imaginé fue la intervención de Andrés… hablando de escándalos, de reputación, de lo que “diría la prensa”. Y justo cuando pensaba que la situación no podía ser más ridícula, empezaron a hablar de boda. Una boda.Entre miradas tensas y palabras cruzadas, no sabía si reír, gritar o llorar de la emoción. Pero algo tenía clarísimo: eso solo nos concernía a Iván y a mí.—Espera, papá, no puedes hablar de boda —di
El mismo díaMálagaIvánEse tal vez, envuelto en una mirada cautivadora, gritaba más que cualquier palabra. Ella también me anhelaba, más allá de los besos o las caricias, pero supongo que necesitaba aprender a dar un paso a la vez para volver a ser los mismos.Sin embargo, qué difícil me lo hacía con cada roce, con cada beso fugaz mientras preparábamos el desayuno. Y para colmo, la razón terminó escapando por la ventana cuando la vi tan sensual, vistiendo solo mi camisa. Me arrastró a perder la voluntad, y en su lugar quedó el deseo… la pasión por volver a sentirla mía.Vaya si fue un reencuentro hermoso. Nuestros cuerpos hablaron por nosotros, fundiéndose en uno solo. Fue sublime escuchar sus gemidos, ser esclavo de su piel, comprender que, sin ella, nada tenía sentido.Y ahí, en el calor del momento, todavía abrazado a su pecho después de horas amándola, por primera vez en mucho tiempo me sentí completo… como si todo lo roto en mí encontrara un lugar donde encajar. Cerré los ojos,
El mismo díaIbiza, EspañaCamilaPor más que intentara guardar mis sentimientos por Iván en el baúl del olvido, el terco de mi corazón siempre encontraba la forma de traicionarme. Y ante eso, no había defensa posible. Solo podía fingir firmeza, aunque ni mi sarcasmo me salvaba de su sinceridad… ni de esa mirada que parecía desarmarme pieza por pieza.Lo más difícil era aparentar que nada de lo que decía me afectaba. Pero cuando lo escuché desearme felicidad —aunque fuera al lado de otro hombre— sentí que algo dentro de mí se quebraba. Supongo que ese era el amor verdadero: pensar en la felicidad del otro por encima de la tuya.Aun así, por más dolor que hubiera entre nosotros, ese amor seguía vivo. Terco, obstinado. Nació entre dilemas, creció entre miedos… y se negaba a morir. Sí, lo amaba. Él era mi felicidad, aunque me negara a admitirlo.Cerré los ojos un instante. Lo perdoné, a mi manera. Era hora de empezar a sanar, de reconstruir lo que el orgullo había destruido, sin mentiras
El mismo día Ibiza, España Iván Entendía la rabia y el dolor de Camila. Sabía que unas cuantas palabras no bastarían para que me perdonara, pero me partía el alma su indiferencia, ese muro que levantaba entre nosotros. Me costaba estar delante de ella, sentirla tan cerca y, al mismo tiempo, fuera de mi alcance. No podía perdonar, más bien, por un instante sus palabras dejaban entrever otra cosa. Como si mi mente jugara conmigo, recordé el comentario de Fátima sobre el idiota de Mateo. Sí, pensé que volvió con él por despecho, soledad, qué sé yo… pero ella ni lo negó, ni lo afirmó. Me dejó con la duda carcomiéndome, castigándome. Lo más irónico era tenerla tan cerca y lejos al mismo tiempo. Solo la observaba, hermosa, radiante, recordando cómo diablos la había perdido, cómo hubiera hecho todo diferente. Quizás estaríamos casados, con un hijo en camino… pero ya no podía regresar en el tiempo. Solo me quedaba la esperanza de ganarme su perdón y, con suerte, que me dejara coser las he
El mismo díaIbiza, EspañaCamilaAunque mi corazón sangraba por cómo terminó la historia con Iván, no podía negar que imaginaba cómo sería volver a verlo. A veces pensaba que sería madura, que fingiría indiferencia, que incluso podríamos sentarnos a tomar un café y hablar de su vida con calma.Otras veces, imaginaba lo contrario: ignorarlo, pasar de largo, saludar con una sonrisa forzada y un “hola” helado. Pero la realidad… fue tan distinta.Me quebré al verlo. No pude controlar el temblor en mis manos, ni el nudo en la garganta. Todo ese dolor que había guardado durante meses se desbordó. Y terminé explotando en reproches, en palabras duras, porque ningún maldito argumento suyo podía aliviar la herida que dejó su ausencia.Y, sin embargo, dentro de mí sigue esa absurda contradicción.Porque el terco de mi corazón quiere otra cosa: correr hacia él, abrazarlo, gritarle que también lo extrañé, que mis noches siguen oliendo a él.Pero la otra parte —la que sobrevivió a su abandono, la





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