Lo que aún arde (2da. Parte)
El mismo día
Ibiza, España
Camila
Por más que intentara guardar mis sentimientos por Iván en el baúl del olvido, el terco de mi corazón siempre encontraba la forma de traicionarme. Y ante eso, no había defensa posible. Solo podía fingir firmeza, aunque ni mi sarcasmo me salvaba de su sinceridad… ni de esa mirada que parecía desarmarme pieza por pieza.
Lo más difícil era aparentar que nada de lo que decía me afectaba. Pero cuando lo escuché desearme felicidad —aunque fuera al lado de otro hombre— sentí que algo dentro de mí se quebraba. Supongo que ese era el amor verdadero: pensar en la felicidad del otro por encima de la tuya.
Aun así, por más dolor que hubiera entre nosotros, ese amor seguía vivo. Terco, obstinado. Nació entre dilemas, creció entre miedos… y se negaba a morir. Sí, lo amaba. Él era mi felicidad, aunque me negara a admitirlo.
Cerré los ojos un instante. Lo perdoné, a mi manera. Era hora de empezar a sanar, de reconstruir lo que el orgullo había destruido, sin mentiras