Lo que dicta el corazón (3era. Parte)
El mismo día
Ibiza, España
Camila
Aunque mi corazón sangraba por cómo terminó la historia con Iván, no podía negar que imaginaba cómo sería volver a verlo. A veces pensaba que sería madura, que fingiría indiferencia, que incluso podríamos sentarnos a tomar un café y hablar de su vida con calma.
Otras veces, imaginaba lo contrario: ignorarlo, pasar de largo, saludar con una sonrisa forzada y un “hola” helado. Pero la realidad… fue tan distinta.
Me quebré al verlo. No pude controlar el temblor en mis manos, ni el nudo en la garganta. Todo ese dolor que había guardado durante meses se desbordó. Y terminé explotando en reproches, en palabras duras, porque ningún maldito argumento suyo podía aliviar la herida que dejó su ausencia.
Y, sin embargo, dentro de mí sigue esa absurda contradicción.
Porque el terco de mi corazón quiere otra cosa: correr hacia él, abrazarlo, gritarle que también lo extrañé, que mis noches siguen oliendo a él.
Pero la otra parte —la que sobrevivió a su abandono, la