Nicky Collins es hermosa, independiente y temeraria, cualidades que la llevaron a convertirse en teniente de aviación del gobierno, lejos de las sombras del imperio aeronáutico construido por su padre. Sin embargo, tras la trágica muerte de éste en un misterioso accidente aéreo, Nicky se ve obligada a asumir el control de la empresa familiar. Lo que no esperaba era enfrentarse a una madrastra ambiciosa con sus propios planes... ni cruzarse con Alan Parker, el carismático y seductor magnate de un conglomerado de aerolíneas comerciales, a quien culpa por la muerte de su padre. Ahora, entre traiciones, secretos del pasado y una atracción imposible de ignorar, Nicky deberá decidir si puede confiar en el hombre que amenaza con derribar no solo su imperio… sino también sus defensas.
Leer másUnos años más tardeNew YorkNickyLa vida me enseñó a golpes. No con advertencias suaves, sino con lecciones crudas que me arrancaron la inocencia y me dejaron cicatrices. Aprendí que no hay peor error que alejarse de quien amamos… por orgullo, por miedo, por resentimiento. Y que el tiempo no perdona. A veces uno se convence de que habrá otra oportunidad, otro día para sanar, para hablar… pero ese día nunca llega.Lo más triste fue aprender a perdonarme. No por haber fallado, sino por no haber hecho las paces con mi padre antes de que fuera demasiado tarde. Cargué con esa culpa como una cruz, preguntándome una y otra vez si él sabía que lo amaba, si alcanzó a ver en mí algo más que una hija rebelde. Pero el dolor, cuando no se transforma en rencor, puede convertirse en fuerza.Quizás por eso, cuando el luto comenzó a soltarme, tomé una decisión. No bastaba con encontrar al culpable de su accidente, ni con desvanecer esa tormenta de oscuridad que se posó sobre el Grupo Collins. Tenía q
Unos días despuésNew YorkAlanEncontrar a alguien que encaje contigo es un milagro. Pero cuando sucede… lo sabes. No necesitas explicaciones, lo sientes en el pecho, en los silencios compartidos, en las miradas que no piden nada y lo dicen todo. Sabes que no quieres solo momentos, sino una vida: con sus altos y bajos, con la calma y la tormenta, porque todo –incluso lo que antes parecía no tener sentido– comienza a encajar cuando es con ella.Nicky fue esa luz inesperada. Desde el primer cruce de miradas, supe que era diferente. No hubo coqueteo, solo verdades crudas. Me desarmó con su actitud desafiante, con esa forma tan suya de retarme sin palabras. No me conquistó con dulzura, sino con fuego. Quizá eso era lo que necesitaba: que alguien pateara mis miedos y me enseñara otra vez lo que era amar… pero amar de verdad. Sin máscaras. Sin reservas. Con ella, salté sin paracaídas, solo para sostener su mano. Y desde entonces, no volví a ser el mismo.Nuestra boda fue el comienzo de alg
Dos semanas despuésNew YorkNickySupongo que es normal tener miedo a lo nuevo, a ese futuro que comienzas a soñar en silencio… ese que aparece en los momentos más simples, como al preparar una cena, o al sentir una mano rozarte la espalda con ternura. Porque, aunque no lo digas en voz alta, hay un instante donde entiendes que ya no estás sola, que ese futuro ya no te pertenece solo a ti, sino que lo estás compartiendo, construyendo, con alguien más.Pero lo que realmente da miedo… es sujetar la mano de quien elegiste amar. Porque amar es eso: una apuesta. Una maniobra arriesgada. No hay garantías, no hay mapas, ni rutas seguras. Puedes caer en picada, con las alas rotas, sin tiempo de reacción… o puedes surcar los cielos con el horizonte despejado, incluso cuando se forma una tormenta delante de ti.Lo supe desde el primer día en que me enamoré de Alan: no era un aterrizaje suave, era un salto libre. Era todo o nada. Y a pesar del miedo, de las dudas, de las heridas del pasado, hoy
La misma nocheNew YorkAlanSupongo que uno de los peores males es la incertidumbre. Esa maldita sensación que se mete sin permiso, que se instala en el pecho y no deja respirar. Nos consume. Nos estruja el corazón con dedos invisibles, y nos deja suspendidos sobre una cuerda tan delgada que cualquier soplo puede quebrarla.Cada segundo sin certezas arde. Se enciende como un incendio lento que empieza por los bordes y termina devorándolo todo. Y lo único que uno puede hacer es resistir. Aguantar. Permanecer firme. Poner cara de sensatez. Fingir frialdad. Porque en el momento en que la desesperación logra colarse —ese segundo exacto en que parpadeas y te tiembla la voz—, entonces la incertidumbre te gana. Y una vez que lo hace… cuesta volver a encontrar el equilibrio.Es fácil decirlo, claro. Hacerlo es otro infierno. Porque somos humanos. Somos impulsivos, nerviosos, orgullosos. Detestamos perder el control. Detestamos no entender qué está pasando a nuestro alrededor. Lo peor aún, de
La misma madrugadaNew YorkNickyDicen que la vida es un conjunto de elecciones. Caminamos sobre una cuerda delgada, tambaleándonos entre lo que deseamos y lo que tememos, intentando mantener el equilibrio sin saber si el siguiente paso será el que nos haga caer. Lo más aterrador no es tomar decisiones, no. Lo verdaderamente espeluznante es no tener certezas. No saber si esa palabra que dijimos fue la correcta. Si confiar en alguien fue un error. Si quedarnos, o irnos, fue el movimiento que cambió todo.Porque la vida no avisa. No nos da garantías. Solo te lanza al vacío…Y lo hace sin piedad. Entonces en el fondo, todos esperamos haber hecho lo correcto. Nos aferramos a esa idea como náufragos a una tabla. Porque cuando el momento llega —ese instante en el que decides, en el que eliges, en el que saltas sin red— ya no hay vuelta atrás. Solo queda enfrentarlo. Con dignidad. Con miedo. Con el corazón latiendo como un tambor desbocado… pero sin quebrarnos.Y eso, tal vez, es lo que verd
La misma nocheNew YorkAlanSupongo que, en el fondo, supe lo que iba a pasar en cuanto Nicky apareció. No hizo falta mucho para que el pánico me trepara como una garra por la garganta. Pero no hubo tiempo para procesar nada. Todo ocurrió demasiado rápido, como en una pesadilla a cámara rápida. Cuando me quise dar cuenta, Scott ya la había apresado. Mi mujer. Sus manos en ella como una maldición, y yo… yo clavado en el suelo como un imbécil, viendo cómo la arrastraba por la pista en dirección a una avioneta.Verla en sus brazos fue un golpe. Pero lo catastrófico fue no moverme a tiempo. No impedirlo. El metal del fuselaje brilló bajo las luces mientras Scott abría la escotilla, me lanzaba una última mirada de victoria podrida y la cerraba justo en mi cara.Sentí el golpe de la impotencia en los puños. Literalmente. Golpeé el avión con tanta furia que la piel se me rompió. La sangre me chorreaba por los dedos mientras pensaba en una sola cosa: aún había una entrada. Una única oportuni
Último capítulo