El mismo díaNew YorkNickyTodos sabemos que jugar con fuego quema, pero aun así hay algo en ese calor que nos atrae. Es como una maldita adicción que necesitas para respirar. Como una corriente eléctrica que recorre la piel y te hace sentir viva, aunque sepas que va a doler. Algunos lo llaman estupidez, otros: suicidio emocional. Los más valientes lo llaman vivir.Yo me inscribo en ese último grupo. El de los que prefieren lanzarse al abismo con los ojos abiertos, aunque sepan que van a estrellarse. Porque hay dolores que valen la caída. Y yo… yo quiero sentirlo todo. Aunque duela. Aunque me rompa.Uno puede repetir mil veces que tiene el control, que sabe dónde pisa, que todo es un juego. Pero hay una parte de ti —una que no escucha razones— que siempre se escapa. El corazón. Ese cabrón late a su antojo, se prende sin permiso y decide por ti… cuando tú apenas estás aprendiendo a sostenerte en pie.En mi caso, solita me metí en la boca del lobo al presentarme a esa cena con el galán
Unos días despuésNew YorkAlanLos imprevistos son como un sabotaje del destino, un disparo silencioso que desajusta todo lo que creías tener bajo control. No piden permiso. No tocan la puerta. Simplemente irrumpen, te empujan fuera del camino y te obligan a encontrar uno nuevo mientras aún estás recogiendo los pedazos.Lo importante, dicen, es aprender a sortearlos. Yo diría que lo importante es no naufragar del todo. A veces no se trata de ganar la batalla, sino de no hundirse en el proceso, de flotar entre los restos mientras encuentras un madero al cual aferrarte.El problema es que siempre llegan en el peor momento. No hay señales previas, no suena una alarma, no parpadea una luz roja como advertencia. Solo aparecen —como una nube espesa— y en cuestión de segundos, lo que era claro se vuelve niebla. Lo que parecía firme, se resquebraja.¿Cómo sobrevivir a ellos? No hay una fórmula. Nadie nos entrena para la caída libre. Solo reaccionamos, improvisamos, y a veces, simplemente...
El mismo díaPistas privadas de Teterboro, cerca de New YorkNickyPrudencia, sensatez, cabeza fría. Esas palabras nos las tatúan en la piel desde el primer día en la base, como si fueran parte del uniforme. Nos entrenan para mantener la mente anclada en la lógica, incluso cuando el cuerpo quiere gritar. Porque volar no es solo dominar un panel de instrumentos o saber despegar con el viento en contra. Volar es cargar con la vida de otros, es saber que cada decisión, cada segundo, puede marcar la línea entre aterrizar o estrellarse.Lo entiendes de golpe la primera vez que ves cómo tiembla la mano de un compañero después de una misión difícil, aunque jure que está bien. Lo ves en los ojos de quien regresa solo, cuando debería haber vuelto en formación. Por eso nos enseñan a contener. A guardar el temblor, el miedo, la rabia… como si fueran armas peligrosas que solo deben desatarse en tierra firme y lejos de los mandos.Y una aprende. Aprende a poner todo en pausa. A tragar el nudo en l
El mismo díaNew YorkHillaryComplicación. Así se llama cuando alguien nuevo irrumpe en tu tablero sin haber sido invitado. No es solo una cara distinta, es una variable impredecible. Una amenaza vestida de posibilidad. Porque al principio —cuando no sabes con quién lidias— te aferras a la ilusión de poder moldearlo, girarlo a tu favor, manipularlo como una pieza suelta en un juego que ya dominabas. Es la trampa del control: creer que todo recién llegado es una herramienta más que puedes usar… o descartar.Pero las reglas cambian cuando lo conoces. Cuando no se limita a pisar tu terreno, sino que se infiltra. Como el humo en una habitación cerrada, se cuela en las rendijas, se instala donde no lo esperabas. Y entonces ya no se trata solo de estrategia. Se trata de intuir el propósito detrás de sus pasos: ¿vino a trabajar? ¿a observar? ¿a sabotear?Lo que realmente nos molesta —aunque jamás lo admitamos— es la sensación de desorden. Que alguien entre sin previo aviso en una vida metic
El mismo díaPistas privadas de Teterboro, cerca de New YorkAlanA veces —solo a veces— es necesario tomar una decisión arriesgada, hacer algo sin garantías, sin saber si va a salir bien. Dar ese paso, aunque no estés seguro, porque si no lo haces, te quedas con la duda, con ese mal sabor de boca que deja no haberlo intentado. Quizás ya sea tarde, sí. Puede que las oportunidades se hayan ido. Pero quedarse de brazos cruzados, lamentándose, no cambia nada. Esa sensación de haber sido cobarde, de no haber actuado cuando era necesario, no se borra con el tiempo. Se queda. Y aunque aprendas a vivir con ella, no se olvida. Te sigue. Te marca.Porque los recuerdos no alivian. No consuelan. Al contrario. Te hacen daño. Te recuerdan lo que no hiciste. Lo que perdiste por miedo o por no tener el valor suficiente. Y vivir con eso es más difícil que asumir las consecuencias de una mala decisión. Por eso hay que actuar, entonces respira hondo, aprieta los puños y adelante, lánzate al abismo sin
Al día siguienteClub AeronáuticoNickyAlguien dijo que todos tenemos miedo. Y es verdad. Al principio, cuando somos niños, tememos a la oscuridad, a los monstruos debajo de la cama, al ruido de una tormenta. Pero con el tiempo, esos miedos cambian. Se transforman. Se vuelven más silenciosos, más complejos, más difíciles de explicar. Ya no le tememos a lo que está afuera, sino a lo que llevamos dentro. Al fracaso. A decepcionar. A que nos dejen. A amar demasiado. A no estar a la altura.Algunos miedos son simples, casi absurdos, fáciles de ignorar con una risa o una distracción. Pero otros… otros se te quedan en el pecho. Te paralizan justo cuando deberías avanzar. Te susurran que no puedes, que no lo mereces, que es mejor rendirse antes de intentarlo.El amor… es otro miedo. Uno más profundo. Porque en el amor no hay máscaras ni excusas que valgan. Te expone. Te deja vulnerable. Ahí no hay control, ni cálculo, ni estrategia. Solo estás tú, con tus emociones al descubierto. Y eso asu
La misma nocheNew YorkClub AeronáuticoAlanMi padre tiene una frase peculiar “si no hay salidas, fabrícalas, pero no te des por vencido”. Si es necesario hay que improvisar, inventar. La cuestión es sobrevivir, porque según su doctrina la vida es como un campo de batalla constante. En el mundo de los negocios, aprendí a vivir bajo esa premisa. Cuando todo parecía perdido, encontraba una grieta, un margen, una rendija apenas perceptible por donde colarme y recuperar el control, para no hundirme. A veces ganaba, a veces solo sobrevivía. Pero ahí estaba yo, siempre resistiendo. Sin embargo, nunca imaginé lo difícil que sería aplicar esa lógica fuera del tablero empresarial.Con Nicky, no bastaba con improvisar. No podía tomar atajos ni esconderme tras estrategias. Su mundo no era un número en un contrato ni una negociación más. Era una mujer con fuego en la sangre, con una historia que apenas comenzaba a conocer, pero ante todo con quien por primera vez en mucho tiempo sentía que quer
La misma nocheNew YorkClub AeronáuticoNickyDicen que los desastres emergen uno tras otro, como una avalancha de problemas que te dejan sin aliento, pero lo realmente perturbador es sentir que te hundes, que te quedas sin fuerzas porque tu pequeño castillo de naipes se derrumba delante de ti con una ligera brisa. Lo que te sostenía, lo que creías firme, se deshace como ceniza en el viento, y de pronto, estás ahí, en el suelo, mirando los restos de algo que juraste era real. A veces no es una tormenta la que destruye, a veces es una simple palabra, una mirada, una verdad callada demasiado tiempo.Entonces llega ese momento donde el corazón se queda quieto, como si quisiera esconderse para no seguir recibiendo golpes. Te arde el pecho, se forma un nudo en la garganta, y el silencio... ese maldito silencio... se vuelve refugio. Porque hablar sería admitir que te rompieron. Porque explotar sería aceptar que te importa. Y duele. Duele como si te arrancaran algo sin anestesia, como si al