Stella Hampton ha pasado su vida bajo la sombra de las burlas y el desprecio. Siempre invisible, siempre juzgada. Pero cuando Julián, un hombre encantador, entra en su vida, todo parece cambiar. Sin embargo, lo que comienza como un sueño, pronto se convierte en su peor pesadilla, dejándola devastada y sola. En medio de su desesperación, Stella conoce a Mike Duque, un exitoso CEO atrapado en sus propios fantasmas. Tras un accidente inesperado, Stella toma una arriesgada decisión: hacerle creer a Mike que es su esposa. Lo que comienza como un engaño para proteger su corazón, pronto se transforma en algo más profundo. Pero ¿puede el amor nacer de una mentira? ¿Qué sucederá cuando la verdad salga a la luz? "La Esposa Inesperada: Entre el Amor y el Engaño" es una intensa historia de romance y traición, donde los secretos amenazan con destruir el amor que nunca fue planeado, pero tal vez estaba destinado. Obra registrada en Safe Creative: 2410XXXXX7990 Aviso Legal: Se prohíbe la reproducción total o parcial, copia, distribución, adaptación, o cualquier forma de explotación de este material, ya sea en formato físico o digital, sin la autorización expresa y por escrito del autor. Cualquier uso no autorizado constituye una violación a las leyes de derechos de autor y será penalizado conforme a la ley. Esta es una obra de ficción. Los personajes, nombres, lugares, eventos y situaciones descritas en este libro son producto de la imaginación del autor. Cualquier parecido con personas reales, vivas o fallecidas, o con hechos reales es pura coincidencia.
Leer másNota de la autora
Esta es una obra de ficción.
Aunque algunos personajes, como Mike, puedan parecer genios en su campo, es importante recordar que la inteligencia intelectual no siempre va de la mano con la inteligencia emocional.
Las decisiones de Stella, por más polémicas que parezcan, forman parte de una historia de ficción, no de una guía de vida.
Este libro no busca justificar conductas, sino emocionar, entretener y sumergir al lector en un viaje lleno de giros, amor, dolor y redención.
Si este tipo de historia no es de tu agrado, puedes explorar otros de mis libros con temáticas distintas. No es necesario dejar reseñas ofensivas o malintencionadas, de ser el caso pediré a la app el bloqueo de su usuario. Toda reseña referente a la trama, y con comprensión lectora es bienvenida.
Gracias por leer y acompañarme en este viaje.
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Luis Miguel “Mike” Duque estaba sentado en el sofá de cuero negro de su lujoso pent-house, observando con una sonrisa tonta a su prometida, Evangeline Decker, la modelo más famosa del momento. Ella se miraba en el espejo de cuerpo entero, girando sutilmente para examinarse desde todos los ángulos. Revisaba su reflejo con la precisión de quien sabe que es perfecta.
Mike no podía apartar los ojos de ella. Con su cabello rubio hasta la cintura, piel de porcelana y figura esculpida, parecía una obra de arte viva. Para él, Evangeline era eso: la mujer perfecta. Intocable. Inalcanzable. Pero suya.
—¿Qué opinas, amor? —preguntó ella, dándose vuelta con gracia para mostrarle el vestido ajustado que realzaba cada curva.
—Te ves increíble, Eva. Siempre te ves hermosa —susurró Mike, mojándose los labios al recorrerla con la mirada—. Claro que sin ropa te ves aún mejor.
Ella le dedicó una sonrisa medida, pero en su mirada se asomó un destello calculador. Caminó con paso lento hasta sentarse a su lado y apoyar la cabeza en su hombro, como si todo fuera natural.
—Sabes, cariño… hay algo que me preocupa —murmuró, usando ese tono meloso que sabía que funcionaba con él.
—¿Qué pasa? —preguntó Mike, acariciándole el cabello, completamente entregado.
—La boda. He estado pensando… y siento que necesita ser más espectacular. Algo que marque historia. Ya sabes, estoy en mi mejor momento y nuestro matrimonio debería ser el evento del año.
Mike frunció el ceño. Llevaban meses planeando la boda. El lugar, la decoración, la lista de invitados. Todo era lujoso, exclusivo y carísimo. Pero Evangeline siempre quería más. Y él… él nunca sabía decirle que no.
—¿Qué tienes en mente? —preguntó, con cierto recelo.
Ella alzó la vista, como si estuviera improvisando, pero ya lo tenía todo planeado.
—Pensé en contratar esa banda famosa que tanto me gusta para el after-party. No es barato, claro. Pero sería único, exclusivo… impresionante. —Deslizó una uña perfectamente pintada por su pecho—. Tú y yo merecemos algo así.
Mike sintió una punzada de incomodidad, pero Evangeline sonreía con tanta seguridad que se desarmó al instante.
—Está bien. Haré un ajuste en el presupuesto —respondió con un suspiro—. Quiero que tengas la boda de tus sueños.
—Eres el mejor, amor. Sabía que entenderías —dijo, dándole un beso ligero.
Apenas un segundo después, como si no quisiera perder el impulso, añadió:
—Y ya que hablamos de gastos… ¿recuerdas el dinero que ibas a transferirme para la casa del sur? Faltan solo unos detalles para cerrarla. Imagínate, un lugar donde escapar los fines de semana, lejos del bullicio.
Mike asintió sin pensarlo. Estaba acostumbrado a las peticiones de Eva. Cada una de sus frases venía envuelta en miel y caricias.
—Sí, claro. Te haré la transferencia esta semana. Tú te encargas mejor de eso, cariño.
Evangeline lo besó con más intensidad, satisfecha por su victoria silenciosa. Luego, sin soltarlo, se acomodó sobre él, a horcajadas. Mike la miró embelesado, completamente rendido.
Para él, Evangeline era todo. Deseaba hacerla feliz, aunque a veces no entendía qué significaba eso exactamente. Ella, en cambio, sonreía por dentro. Sabía que tenía el control. Que cada gesto, cada beso, era parte de un juego que dominaba con maestría.
Mientras Mike se perdía en sus besos, Evangeline pensaba en la transferencia, en la nueva propiedad, en los números que sumarían a su cuenta. Era un juego limpio, en su opinión. Él la amaba. Ella lo usaba. Todos obtenían lo que querían.
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A kilómetros de distancia, en Newport, Stella Hampton observaba a su prometido, Julián, hablar por teléfono con gesto preocupado. Lo había conocido hacía tres meses, durante unas vacaciones. Desde aquel primer encuentro en la playa, su mundo había cambiado. Julián era apuesto, carismático, y lo más sorprendente: parecía interesado en ella.
Un mes después, le propuso matrimonio. Fue inesperado, vertiginoso… pero Stella dijo que sí. Por primera vez en su vida, sentía que alguien la había elegido. Y eso era suficiente.
Nadie en Burlington sabía de su compromiso. Ella lo mantenía en secreto, esperando el momento perfecto para demostrar que todos estaban equivocados. Que la chica fea y callada que siempre fue blanco de burlas también podía tener su final feliz.
«Ya verán cuando conozcan a Julián» pensaba con una mezcla de ilusión y revancha. Nadie imaginaba que un hombre tan guapo y encantador se había enamorado de ella. Y Stella estaba decidida a gritarlo al mundo… cuando fuera el momento.
Mientras lo miraba, sentía que todo tenía sentido. No le importaban sus constantes excusas sobre el dinero bloqueado en el extranjero. Ella tenía recursos. Una herencia generosa, bienes raíces, varias cuenta bancarias con muchos ceros. Y confiaba en él.
Pero Julián no pensaba igual. Cada vez que la miraba, una punzada de fastidio se apoderaba de su estómago. Su ropa holgada, sus grandes gafas, su falta de estilo… todo en ella le parecía torpe. Insoportable. Pero su cuenta bancaria era más atractiva que cualquier modelo.
«Solo unos días más» pensaba mientras la escuchaba hablar dulcemente. «Después, todo será mío.»
—Amor, esto es un desastre —dijo Julián al colgar—. La transferencia sigue bloqueada. ¡Es frustrante! Sin acceso a mis cuentas no puedo moverme.
Stella le sonrió con dulzura, como si su amor bastara para solucionarlo todo.
—No te preocupes, cariño. Todo se resolverá.
Julián tomó sus manos y la miró con esa intensidad que solía usar cuando necesitaba algo.
—No quiero parecer un mantenido, Stella. Pero… sin auto no puedo moverme, y hay cosas que debo gestionar. ¿Podrías ayudarme con eso? Solo mientras se resuelve todo. Te lo devolveré, lo prometo.
Stella no lo pensó dos veces. Lo amaba. Y el dinero no era un obstáculo para ella.
—Claro. Dime cuánto necesitas.
Él sonrió, satisfecho. Pero no se detuvo allí.
—También mis padres necesitan pasajes para venir a la boda… y te prometí una luna de miel en Dubái. No puedo quedar mal. Pero si no hago el pago…
Stella lo interrumpió con ternura.
—No te preocupes. Puedo encargarme de todo. Te haré un cheque en blanco. Es lo mínimo que puedo hacer por ti.
Los ojos de Julián brillaron como nunca. La abrazó con una falsa emoción que a Stella la hizo sentirse más amada que nunca.
—Gracias, amor. Eres increíble. Cuando todo se normalice, te devolveré hasta el último centavo.
Pero Stella ya no pensaba en eso. Solo pensaba en lo afortunada que era. Julián era suyo. Y ella, por primera vez en su vida, estaba convencida de que merecía ese amor.
Lo que no sabía… era que todo estaba a punto de desmoronarse.
Cuando Stella iba a decir algo, se escucharon varios golpes en la puerta.—¿Quién? —preguntó Stella.—Soy Verónica, ya llegaron los de la tienda de ropa.—Gracias —contestó Stella, se puso de pie enseguida.Mike frunció el ceño al contemplar a su esposa con ese anticuado camisón del siglo pasado.—¿A dónde vas? —indagó.—Llamé a unas personas de una boutique para que vinieran con ropa adecuada para ti, debo ir a cambiarme para recibirlos.Mike la observó con cierta curiosidad, ladeando la cabeza.—¿Una boutique? —repitió, sorprendido—. ¿Te has molestado en traerme ropa?Stella asintió rápidamente, tratando de no mostrar su nerviosismo.—Quiero que te sientas a gusto —respondió, jugueteando con el borde de su camisón.Mike la miró de arriba abajo, notando lo anticuado y fuera de lugar que parecía ese atuendo.—¿Y qué hay de ti? —preguntó, arqueando una ceja—. No pareces preocuparte mucho por tu propia comodidad.Stella, al darse cuenta de que él la estaba observando más de lo habitual,
El peso de las emociones acumuladas sofocaba a Stella. Finalmente, decidió levantarse, sin hacer ruido, y se fue de la habitación sin decir una palabra.Mike la sintió irse, aunque no abrió los ojos. Cuando estuvo seguro de que estaba solo, se quitó la ropa que le incomodaba tanto. El traje le había quedado corto, y ahora se sentía más liberado al quedarse solo en ropa interior. Se acomodó bajo las cobijas, sintiendo el frío del colchón bajo su cuerpo, y en cuestión de minutos se dejó llevar por el agotamiento, cayendo en un sueño profundo.Pasado un rato, la puerta de la habitación se abrió de nuevo con un leve crujido. Stella regresó, envuelta en un camisón anticuado que había sido de su madre, una prenda tan sencilla y pasada de moda que encajaba perfectamente con su forma de ser. Entró con pasos sigilosos, indecisa y nerviosa, su respiración aún descompensada. Miró a Mike, dormido, relajado bajo las cobijas. A pesar de lo que había pasado minutos antes, decidió que no quería dejar
La pregunta cayó como un balde de agua fría sobre Stella, que sintió cómo su rostro se calentaba al instante. ¿Qué iba a responder? ¿Cómo iba a manejar eso ahora? Ella había intentado evitar justamente esa situación, pero no se le había ocurrido que él preguntara algo así.Stella sintió cómo el color subía a sus mejillas, y su corazón se aceleró. El tartamudeo volvió a hacer acto de presencia, y las palabras se le enredaron en la lengua mientras intentaba salir del embrollo en el que se encontraba.—Y-yo... e-es que... tú estás muy golpeado... y... y yo s-soy de mal dormir —balbuceó, intentando sonar convincente, aunque sus manos temblaban ligeramente—. N-no quiero lastimarte más de lo que ya estás...Mike la observó, con una sonrisa apenas perceptible en los labios, disfrutando de su evidente nerviosismo.—Mañana... mañana iremos al hospital —continuó Stella, evitando mirarlo directamente a los ojos—. Y... y después que te revisen... bueno... p-podremos decidir si dormimos juntos o n
La pregunta cayó sobre ella como un golpe, y su rostro se tornó de un rojo intenso. Sentía que el suelo se movía bajo sus pies. No esperaba esa confrontación tan directa, y mucho menos de Mike, quien hasta ahora había jugado el papel de amnésico confuso.—¿Yo? ¿E-e-evi... evitarte? —tartamudeó, incapaz de ocultar su nerviosismo. A pesar de sus intentos por mantenerse firme, su voz la traicionaba—. N-no, claro que no... solo... solo pensé que necesitabas descansar después de todo...Mike la miró con atención, sabiendo que había algo más detrás de sus palabras. Había visto cómo lo evitaba durante todo el trayecto, y aunque no recordaba nada de su vida con ella, las señales eran más que claras. Algo no cuadraba.—No me parece que solo se trate de cansancio —dijo Mike, acercándose un poco más, lo suficiente para que Stella sintiera su calor—. Cada vez que te miro, parece que te pones nerviosa. ¿Acaso te molesta mi presencia? ¿No estás a gusto casada conmigo?Stella apretó sus manos, sinti
El dolor de cabeza se intensificó, y tuvo que sentarse en el borde de la cama. Se frotó las sienes, tratando de organizar las piezas del rompecabezas que se formaba en su mente. Sentía que estaba a punto de descubrir algo importante, pero cada intento por recordar lo sumía en más confusión y punzadas agudas en la cabeza.Mike respiró hondo y se apoyó en las manos, mirando el suelo.—¿Qué demonios significan estos recuerdos? —susurró, frustrado.Pero por más que lo intentara, las respuestas no llegaban. Solo un torbellino de imágenes sueltas y esa sensación en el pecho... como si algo le faltara.En ese momento, Verónica entró. Lo encontró sentado al borde de la cama, visiblemente afectado. Se acercó con cautela, midiendo sus palabras.—¿Se siente bien, señor Marco? Si prefiere, puedo avisarle a Stella para que cancelemos el viaje.Mike levantó la mirada, intentando disimular el malestar.—No. Estoy bien —respondió con firmeza, aunque su voz traicionó un leve temblor.Verónica lo obser
El corazón de Stella latía con fuerza, y sus pensamientos eran un torbellino. Jamás había estado en una situación como esa, y la sola idea de desvestir y ayudar a Mike la hacía sentir mareada de nervios. Sabía que no podía negarse sin levantar sospechas, pero la situación la descolocaba por completo.—Y-yo... voy a... voy ahora —dijo, intentando que su voz sonara firme, aunque el rubor en sus mejillas la delataba.La empleada la miró con una sonrisa de complicidad, como si estuviera al tanto de sus pensamientos, y luego asintió antes de retirarse. Stella sabía que debía cumplir, pero acercarse a él después del beso de esa mañana la tenía al borde del colapso.Se armó de valor y entró en la habitación con el corazón a mil. Sabía que algo así podía pasar, pero no estaba preparada. Cerró la puerta tras de sí y se acercó con pasos vacilantes, intentando parecer serena. Sus manos temblaban, y evitaba mirarlo de frente.—¿R-requieres ayuda? —preguntó en un susurro—. Pero… tú puedes hacerlo
Último capítulo