El ejecutivo Narcisista, Ethan Kingsman, forzado por su padre a ceder a un matrimonio arreglado y así poder ocupar la presidencia de la compañía de la familia, se casará con una joven que no es de su misma posición social. —No te tocaré —fue lo que le aseguró a su joven esposa, pero conforme pasaron los días, estuvieron juntos. El CEO déspota al cabo de un tiempo firmó los papeles del divorcio, dejando a la chica embarazada, sin saber que el tiempo le daría su merecido. (...) —Ya sé que no me amas, entonces... ¿por qué estuvimos juntos? Dijiste que jamás me tocarías y... —¿Se trata de eso? —se burló, soltando una risa estrepitosa y ella volvió a escuchar el crujir de su órgano vital, ante tal rechazo —. ¡Ese día ni siquiera estaba en mis cabales! No pensaba con claridad cuando estuve contigo, es todo. ¿Crees que por eso te amo? Ya déjate de ilusiones absurdas. —No sigas, que me rompes el corazón —susurró sintiéndose tan idiota por arrastrarse a él. —¿Y se supone que me deba importar? En absoluto —expulsó el aire furioso —. No controles mi vida como si realmente te perteneciera. Herida, con los latidos de su corazón al borde de un colapso, se marchó a la habitación, cerrando la puerta con pestillo. Ethan la siguió y empezó a tocar la puerta con violencia.
Leer másEl joven heredero enfurecido se enfrentó a su padre, atónito estaba de solo escucharle decir semejante desatino.
—¡¿Te has vuelto completamente loco?!—¡Ethan, vas a casarte y no creas que me voy a retractar! —lo igualó —. Todo este tiempo he permitido que hagas lo que te venga en gana, pero ya estoy cansado de lo mismo, ¡Es una vergüenza verte en los tabloides colgado de cada niñata rica y que a los días estés con otra!Maldijo apretando el tabique de su nariz.—¡¿Y quieres que contraiga matrimonio a la fuerza?! Encima con alguien que no conozco y que no está a nuestro nivel. ¡Es una locura!—¡No me has dejado otra opción! —golpeó con fuerza el escritorio —. ¡Te casas mañana o te olvidas de ser el sucesor de la presidencia de Kingsman!Ethan salió dando un portazo que resonó en el despacho de su padre.Agitado, se encontró al pie de las escaleras, a sabiendas de que arriba en esa habitación estaba la chica. ¡Su padre había perdido la cabeza!Pero habiendo advertido de lo que perdería, se vio atrapado en su demanda....—¿Por qué debo casarme? —soltó perturbada, ante la mirada verdosa de aquel hombre al que no conocía, se unió alguien más, tal vez su esposa.—Tu padre te ha entregado como si nada, piensa en que te acogimos y a cambio sin rechistar debes aceptar casarte con nuestro hijo.—Escucha, Luna —siguió la mujer —. Estamos cambiado tu vida, siendo la esposa de Ethan tendrás una buena posición, nunca más tendrás que preocuparte por el dinero... ¿no buscas estabilidad?Ella se contuvo. Desvió la mirada a esa bandeja sobre la mesita, aún la comida intacta seguía ahí.Se rehusaba a casarse con un desconocido.—Solo quiero que me dejen ir, ¡no tienen derecho a ordenarme nada!—No quería decir esto, pero si aposté con tu padre, es porque lo escuché hablar sobre venderte a alguien más, te he salvado de caer en otras manos, dame las gracias accediendo a la propuesta.Parpadeó con lentitud, impresionada de de lo que Guido intentó hacer. Había llegado muy lejos. Trató de contener las lágrimas a punto de salir.—¿Por cuánto tiempo?—No hay un plazo, Luna.Se le cortó la respiración.¡¿Atada de por vida a un desconocido?!Esa familia estaba demente.Asintió con lentitud.A esas alturas, la docilidad llevaba la delantera, rendición y sumisión.Había cedido a lo inevitable....Vestida de novia, con un bouquet entre sus delgadas y pálidas manos, se reflejó en su mirada azulada; con finura fue arreglada, pero ese sujeto en frente suyo parecía detestarla.Quiso llorar, porque le oprimía el pecho una terrible sensación. De un día a otro su vida cambió.Y eso la destrozaba.Aunque, en casa con su padre no estaba bien, allí tampoco lo estaría.¡¿Qué clase de broma le jugaba el destino?!El joven se vio forzado a insertar emoción en su expresión y pronto dar el voto matrimonial.—Yo, Ethan Kingsman, te quiero a ti, Luna Cavalcanti, como esposa y me entrego a ti, y prometo serte fiel en la prosperidad y en la adversidad, en la salud y en la enfermedad, y así amarte y respetarte todos los días de mi vida.Más hipócrita no podía ser.Era bueno interpretando el papel. Ella, por su parte, recibía aquel anillo, inevitablemente trémula, le quemó la piel con solo el roce.Y cuando era su turno, se quedó en silencio algunos segundos, llenando de expectativa a los presentes.Sus ojos se encontraron con los del padre de Ethan y evocó la noche anterior, entristecida.La oscura noche en la que todo en absoluto cambió.«Recordó lo cansada que estaba, mientras limpiaba con el dorso de la mano, la frente perlada de sudor. Había estado ocupada casi todo el día. Solo quería darse una ducha y dormir, más cuando sabía que en cualquier momento su padre llegaría ebrio, causando cualquier tipo de escándalo, algo de lo que siempre intentaba ocultarse.De pronto escuchó como retumbaban la puerta con golpes fuertes. Se asustó aunque también estaba habituada a ese tipo de situaciones.Apretó los ojos con fuerza al recordar que su padre olvidó las llaves de la casa. A pesar de que no quería verlo, tendría que abrirle o todo sería peor para ella.Lo que no se esperaba es que junto a él, estuviera un sujeto que nunca antes en su vida vio, un completo desconocido que empezó a verle de los pies a la cabeza.En ese momento sintió el verdadero terror.—P-papá... ¿quién es él? —casi inaudible pronunció, mirando sobre sus hombros a dos hombres musculosos vestidos de negros.—Podrás irte de esta casa, Luna. ¿No es eso lo que querías? —y se volvió a Joseph —. Llévatela, es toda tuya.La reacción de la chica fue caer de rodillas, incrédula por lo que estaba pasando, sin tener la capacidad en ese momento de reclamar o hacer algo para detener lo que estaba a punto de suceder.Entonces a rastras se la llevaron.—¡Ya suéltame! Basta, déjame ir —exigió con el corazón en la mano, mientras se apagaba poco a poco la imagen de su papá, siendo esa la última vez que lo vio.Tan pronto como la subieron a un auto, supo que el infierno había empezado.Cruzó por su cabeza muchas cosas, preguntándose si ese tipo era un mafioso, alguien a quien su padre le debía mucho dinero, o simplemente un hombre que la compró.Luna sintió el verdadero terror nunca antes experimentado.En el auto, a cada costado suyo, iban esos tipos rubustos y serios. Al volante, Joseph, quién no decía nada.A pesar de querer reclamar al estar allí dentro, no lo hizo sino que permaneció retraída, callada. Sus ojos se volvieron acuosos, en cuanto más se alejaban.Luna se quedó dormida, cuando parpadeó, se halló en una habitación de colores pasteles. No era de noche, sino de día. ¡¿Tan pronto amaneció?! De un salto se levantó de la cama enorme, observando a su alrededor una recámara de ensueño.Todo era demasiado extraño.Creyó que estaría en un cuarto frío y tenebroso, pero estaba ahí, algo completamente distinto, que debía hacerla sentir más tranquila, aún así, seguía en el limbo del presente.Sus pies descalzos avanzaron sobre el suelo pulcro, posada con ligereza y temblor al mismo tiempo.—¿H-hay alguien allí? —titubeó acercándose a la puerta.Nadie le respondió»Luna, solo al sentir la ligera caricia del hombre en su muñeca, supo que debía responder. Miró a los invitados, volviendo rápidamente al frente.Y una débil sonrisa se asomó en sus labios.—Yo, Luna Cavalcanti, te quiero a ti, Ethan Kingsman, como esposo y me entrego a ti, y prometo serte fiel en la prosperidad y en la adversidad, en la salud y en la enfermedad, y así amarte y respetarte todos los días de mi vida.Al terminar exhaló con disimulo, tras deslizar la sortija en su anular, cayendo en cuenta de aquel teatro del que era víctima.—...Puede besar a la novia —incitó el oficiante. Y, la ovasión de los presentes no se hizo esperar.Pero Ethan solo besó su mejilla, casi un ósculo en el aire.—Prepárate, has ingresado a tu propio infierno personal —declaró a su oído, haciendo temblar a la joven.Al separarse, le sonreía como si nada, gesto escalofriante que sentenciaba en donde, "forzadamente", ella fue aventada.Amelie se encontraba en su habitación haciendo la maleta, había llegado la hora de regresar a casa donde su hermana la esperaba. Jade no estaba al tanto de la relación falsa que estaban fingiendo ella y Andrew, por lo que solo creía que había venido allí hasta los Ángeles por motivos de trabajo. Terminó de guardar sus pertenencias en la valija, no había traído muchas cosas así que no le tomó mucho tiempo estar lista. Salió de la habitación arrastrando la maleta por el pasillo encontrándose con Andrew quién venía saliendo del dormitorio frente a su puerta. —¿Estás lista? —le preguntó a la pelinegra y ella asintió.Ambos se dirigieron a la primera planta donde se hallaba Patrick quién al verlo bajar, se levantó del sofá.—Me hubiera encantado que se quedaran otro día más —dijo un poco triste por tener que despedirse de ellos.—Haremos planes para visitarte más seguido, ¿vale? —prometió Andrew dándole un abrazo.—Hace años dijiste lo mismo y perdiste contacto conmigo —comentó el itali
Mientras el sol empezaba a asomarse por encima de las montañas, Amelie se despertó temprano y decidió salir al jardín para disfrutar de la tranquilidad del amanecer. Se sentó en una silla de mimbre y abrió su libro favorito, dejándose llevar por las palabras mientras el mundo a su alrededor cobraba vida.El señor Patrick y Andrew aún se encontraban durmiendo, por lo visto la fiesta había terminado tarde. Solo recordaba haber oído ruidos en la habitación contigua y supuso que se trataba de Andrew quién al notar la hora, había decidido retirarse de la fiesta que había en el jardín e ir a su dormitorio.Andrew se despertó minutos después y decidió tomar una ducha antes de bajar al comedor para desayunar. Al llegar, se encontró con una mesa llena de comida, pero notó que Amelie no estaba allí. Decidió que sería buena idea ir a despertarla, así que subió las escaleras hasta su habitación.—Amelie, despierta —dijo Andrew mientras abría la puerta del dormitorio.No hubo respuesta. Andrew se
La noche estaba fresca y la luna llena iluminaba el camino hacia el lugar donde se llevaría la fiesta de compromiso de Patrick. El italiano había decidido celebrar la reunión en su gran jardín, ya que el espacio sería más cómodo para todos. Amelie y Andrew caminaban por el sendero empedrado, rodeado de árboles frondosos que parecían proteger la casa de la vista de los curiosos. Al llegar a la entrada del jardín, fueron recibidos por un hombre con uniforme impecable, quien los condujo hacia su mesa.Amelie se sintió un poco intimidada por el ambiente sofisticado, pero Andrew le tomó de la mano y le sonrió con confianza.—Tranquila, no me alejaré de ti —aseguró y se encaminaron a la mesa que les correspondía.Allí encontraron a Patrick rodeado de amigos y familiares, todos vestidos elegantemente y con copas de champagne en la mano.—¡Amigo, al fin estás aquí! —exclamó Patrick levantándose de la mesa y dándole un abrazo.Se separó para saludar a Amelie de la misma manera.—Felicidades a
Andrew se encontraba en su coche, camino al apartamento de Amelie. Había pasado toda la tarde pensando en ella y en lo ocurrido en la oficina. Aquel momento en que estuvieron a punto de besarse había sido mágico, pero la interrupción del empleado había cortado el momento y lo había dejado con un sabor agridulce.Durante la reunión importante que había tenido que atender, no había podido dejar de pensar en Amelie. La imagen de sus ojos claros y su sonrisa le habían acompañado durante todo el tiempo, pero no podía evitar sentirse incómodo por cómo habían quedado las cosas entre ellos.Además que con la noticia de que Lorena se había ido de repente, decidió dejar para después lo que quería hablar con Amelie.Finalmente, al terminar la reunión, Andrew se había dirigido a la oficina de Amelie para hablar con ella, pero se encontró con que ya se había ido a casa. Intentó llamarla varias veces, pero no recibió respuesta. Sabía que algo andaba mal, y eso le preocupaba.Decidió entonces ir per
Las manecillas del reloj se movían lentamente haciendo que Amelie soltara un resoplido de aburrimiento. Se encontraba sentada en la oficina de Andrew, rodeada de papeles y carpetas, pero sin tener claro cuál era su función exacta allí. A pesar de su entusiasmo por el nuevo trabajo, se sentía ligeramente inútil y ansiosa por demostrar su valía. Sin embargo, el CEO le había indicado antes de marcharse que solo se quedara quieta en su sitio.La pelinegra dibujó garabatos en la libreta que había en su cubículo, cerca del escritorio de Andrew. En la hoja había figuras que ni ella misma podía entender, pero que le ayudaban a entretenerse durante el rato que estuviera allí sentada, sin hacer nada.De repente, la puerta de la oficina se abrió y entró Andrew junto a uno de los empleados, un muchacho joven que parecía rondar los veinte años. Amelie se levantó enseguida al verlos ingresar al despacho.—Necesito que remodelen el diseño. Tienen aproximadamente... —revisó la hora en su Rolex —. Un
—¿Te apetece algo de beber? Agua, café, jugo... —ofreció cortésmente.Andrew carraspeó incómodo.Se había sorprendido al ver a Amelie en toalla, pero trató de mantener la compostura y no mostrar lo que realmente le había hecho sentir la imagen de ella. No había podido disimular su mirada, y su respiración de pronto se había acelerado ligeramente, pero inmediatamente trató de desviar la mirada para darle privacidad a Amelie.No quería incomodarla.—Eh, creo que deberías colocarte primero algo de... ropa —mencionó señalando su cuerpo.La pelinegra al caer en cuenta de que solo llevaba una toalla, sintió su rostro enrojecer de vergüenza. Instintivamente cruzó los brazos en su pecho como si esto fuera hacer la diferencia.Se abofeteó mentalmente.—Oh, yo... —titubeó sin saber dónde esconder su rostro.¡Ups! ¡Qué vergüenza! No sé dónde meterme ahora mismo. Dijo en su interior.—Sí, ve tranquila. Yo espero a que estés lista —él terminó la oración al notar lo mucho que le estaba costando a A
Último capítulo