Un Matrimonio de Mentira, Pero ¿Qué Tal un Beso?” Un matrimonio por contrato, una amenaza que pone en jaque a dos poderosas familias y secretos que podrían destruirlo todo. Lylah Min y Daylon Pohl son polos opuestos obligados a fingir ser esposos para salvar sus empresas, pero lo que comienza como una mentira se complica cuando el amor entra en juego. Entre intrigas, traiciones y un vínculo que nunca esperaron, deberán decidir: ¿el final de su acuerdo será también el de sus corazones? Pero mientras oscuros secretos salen a la luz y las traiciones se acumulan, lo que empezó como una farsa comienza a sentirse demasiado real. Entre risas, lágrimas y corazones divididos, deberán decidir si el amor puede florecer incluso en medio de la mentira.
Leer másDesperté con la cabeza latiendo como si alguien estuviera tocando tambores adentro. No sabía si era por el insomnio o por tantas lágrimas… pero el resultado era el mismo: agotador.Las sábanas pesaban como si estuvieran hechas de concreto. La luz atravesando mis párpados me obligó a rendirme. Fingir que dormía ya no tenía sentido.Estiré el brazo, buscando el calor al otro lado de la cama...Nada.Abrí los ojos de golpe. El espacio a mi lado estaba intacto. Frío. Como si él nunca hubiera estado ahí.—Genial —murmuré—. Otro acto de desaparición del gran Daylon.¿Y el abrazo de anoche? ¿Las palabras? ¿Ese “Estoy aquí”?¿Me lo imaginé todo? ¿O fue una promesa de esas que solo duran mientras estás medio dormida y vulnerable?Sentí una punzada en el pecho. Rabia, tal vez. No sabía si tenía derecho a sentirla… pero estaba ahí, ardiendo.Agarré el celular. Un mensaje nuevo brillaba en la pantalla:> “No quise despertarte. Ocurrió una emergencia en la empresa.”Claro. La clásica.¿No que habí
Mi abuelo, el respetado Yeon Min, fue el fundador de Min Wines, y junto a mi abuela, construyó uno de los viñedos más importantes del país. La historia era casi poética: sus padres eran amigos, sus hijos se casaron, y de ese amor nació una empresa legendaria. No solo cultivaban uvas, cultivaban legado.Recuerdo verlos de niña y pensar que su amor era sacado de una película antigua—cariñosos, siempre cercanos, con una complicidad silenciosa que me hacía sentir a salvo. Hasta que, de pronto, se apagó. Nadie gritó, no hubo escándalo. Solo aceptaron que estar juntos se había vuelto una costumbre bonita. Extraño, si me preguntas... pero había una madurez en esa decisión que solo ahora empiezo a entender.Ellos fueron más que abuelos para mí. Fueron padres. De mi familia materna no sabía casi nada. Mi madre dejó su hogar a una edad que nadie menciona, y cualquier pregunta sobre su pasado era un muro de silencio. Un tema prohibido.Mis abuelos, en cambio, eran un ejemplo de amor con mi padre
Desperté con el estruendo del timbre como si me hubieran lanzado una alarma de incendio directo a los sueños. Me incorporé de golpe, el cabello aún cubriéndome la mitad de la cara y mi ridículamente corta pijama temblando ante el ataque del aire frío. Estaba claro que mi dignidad no se había despertado conmigo.Otra noche más en la habitación de Daylon. Técnicamente tenía la mía, con velas aromáticas, sábanas de lino y una planta que ya se había muerto dos veces. Pero la de él tenía algo que la mía no: una absurda sensación de seguridad. Y su olor. Maldita sea. Su olor también.Salí tambaleándome, tropezando con la cama como si el mueble me hubiera atacado primero. Me quejé en voz baja mientras me sobaba la pierna. ¿Quién demonios timbra a esta hora?Me acerqué al panel de seguridad, con la esperanza de que fuera una equivocación, o un asesino educado. Pero no. Era mi madre. Vestida con un conjunto de yoga que probablemente costaba más que mi refrigerador entero, haciendo señas como s
A veces siento que mi vida es una película de esas que ni el propio director entiende. Una mezcla mal editada de acción, drama, un romance imposible con aroma a tragedia y un final tan mal escrito que termina en la sección de "filmes malditos" del cine local. ¿Sabes cuál? Esa que nadie quiere ver, la que solo sirve para que las parejas se coman a besos en la última fila mientras el protagonista muere en cámara lenta por quinta vez. Así se siente. Así de mal.Han pasado más de dos semanas desde aquella pelea con mi madre. Catorce días desde que descubrí lo que me quita el sueño, desde que entendí que, técnicamente, soy “libre”, aunque siga atrapada en un contrato matrimonial con cláusulas que ni yo recuerdo. Y en ese mismo tiempo he visto a Mia y Félix convertirse en una parejita de enamorados que da náuseas y ternura al mismo tiempo. Mientras tanto, yo… yo estoy en pausa. En esa escena donde el personaje principal solo mira al vacío mientras su mundo se incendia detrás.En este precis
"Te voy a proteger, cueste lo que cueste." Esa frase rebotó con fuerza dentro de mi mente, como una campana que no quería dejar de sonar. Por un instante, me anuló la razón, dejándome atrapada en el eco de su promesa. Y ahí estaba otra vez... ese impulso estúpido de rendirme. Porque si me entregaba por completo a él, sería mi perdición. Daylon era mi refugio en los peores momentos, la calma disfrazada de caos. Sus abrazos eran cálidos, seguros, distintos a cualquier otro... como si en su pecho existiera un espacio reservado solo para mí. Nadie me abrazaba con tantas ganas, con tanto cuidado. Y aun así, lo supe. Siempre lo supe. Esto nunca dejaría de ser la historia de una Lylah en apuros y un Daylon que intentaba resolverme emocionalmente, como si yo fuera un rompecabezas con piezas de cristal. Me aparté de su abrazo con torpeza, como quien huye del abismo justo antes de caer. —No lo hagas —le advertí, sin mirarlo a los ojos—. Eso sería cruzar la línea. Él se quedó quieto. Me sos
Desperté con un dolor punzante en el abdomen. No era para menos, después de la paliza que me habían dado ayer, esto era lo mínimo que podía esperar. Un aroma familiar invadió mis sentidos, cálido y embriagador: el perfume de Daylon. Abrí los ojos lentamente y confirmé lo que ya sospechaba. Me había quedado dormida en su habitación. No es que fuera mi primera opción, pero Félix estaba roncando en la sala y Mia ocupaba mi habitación. Podría haber dormido con ella, pero después del caos de anoche, necesitaba un respiro. Y, siendo sincera, también necesitaba una cama cómoda. En esta mini mansión solo había dos habitaciones principales, así que había optado por la de Daylon sin remordimientos. Agarré mi celular y vi la hora: siete de la mañana. Era temprano, pero no podía darme el lujo de holgazanear. Hoy era el gran día, el día de mi divorcio. Estaba segura de que Daylon no perdería el tiempo y se presentaría en su oficina con los papeles de la anulación. No iba a soportar la presión de
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