Mundo ficciónIniciar sesiónRafael Baker es un exitoso empresario, un hombre atractivo y demasiado inteligente. Su vida cambió completamente cuando el destino lo separó de la mujer que amaba, convirtiéndolo en un hombre frío, arrogante y despiadado. Desde ese momento decidió no creer en el amor. Abigail Taylor es una mujer inteligente y entregada a su familia. Ella busca la manera de salir adelante sin importar las adversidades que se le presente, sin embargo, debe escoger lo que es más importante… el amor o su familia. El destino vuelve a poner en el mismo camino a Rafael y a Abigail, pero ya no son los mismos de antes, ahora están llenos de rencor y de odio. ¿Él será capaz de perdonarla cuando vuelva a encontrarla en su camino? ¿Tendrán una segunda oportunidad en el amor?
Leer másAbigail sonrió una vez más mientras observó por el retrovisor, el vestido blanco era el protagonista en el carro mientras que su rostro irradiaba felicidad. Había llegado el gran día, el que habían esperado desde hace mucho, por el que tanto lucharon.
Por fin uniría su vida a la del hombre que más amaba. El hombre que la hacía sentir plena en todo sentido. Daría el sí al hombre que día a día le mostró que podría ser amada como lo merecía.
A lo lejos se alcanzó a ver la iglesia, enorme e imponente. La hora se iba acercando, sin importar todos los obstáculos que se les presentó por fin estarían juntos.
Faltando muy poco para llegar, el carro se detuvo abruptamente haciendo que ella golpeara levemente su cabeza. Todo sucedió muy rápido cuando un carro se atravesó evitando que pudieran seguir.
Un carro muy familiar.
Abigail vio a la mujer que se bajó del otro carro, era inconfundible… y lo único cierto era que cuando ella estaba cerca, nada salía bien. Hizo una seña y el chofer abrió la puerta e hizo salir del carro a Abigail.
La mujer se acercó a ella con su mirada neutral, con su postura imponente y la miró de arriba a abajo de manera despreciable como si fuera un bicho más del montón.
—Señora Elizabeth, pensé que nos veríamos en la iglesia —dijo Abigail con educación.
Finalmente serían familia y no quería que su matrimonio se viera afectado por culpa de esa mujer.
—Sería lo último que haría, primero muerta antes de ir a esa iglesia a presenciar la peor estupidez que mi nieto piensa cometer —ella espetó con rabia, pero con aparente tranquilidad—. Jamás apoyaría semejante barbaridad.
—¿Entonces si no está de acuerdo qué hace aquí? —ella cuestionó sintiendo impotencia—. No pienso llegar tarde a mi matrimonio por usted, Rafael me espera y no pienso permitir que él crea que no voy a llegar —Abigail dijo intentando volver al carro, pero el chofer no lo permitió.
Elizabeth sacó de su bolso un sobre y lo lanzó al suelo mientras que en su rostro se curvó una sonrisa lo suficiente peligrosa.
La miró con desdén y se cruzó de brazos esperando que Abigail se lanzara al suelo.
—¿Qué es esto? —preguntó Abigail, ella solo comenzó a reír.
—Este es el pase para la libertad de mi nieto, con esto te vas a alejar. No voy a permitir que mi nieto se case con la hija de un asesino —aseveró la mujer.
Abigail sintió como un baldado de agua fría cayó sobre ella, se sintió pequeña frente a esa mujer y sus empleados.
—Veo que ni siquiera te inmutaste… no sé si me quieres ver la cara de tonta o en realidad tu memoria se bloqueó. ¿Qué crees que diría Rafael cuando se diera cuenta que tu padre fue el responsable de la muerte de mi hijo, de su padre? —Abigail tensó su cuerpo—. Contéstame, me imagino que no se lo has dicho porque de lo contrario no estarías así vestida de blanco, gastando mi dinero en semejante payasada —ella la señaló con desaprobación, con asco.
—No sé de qué habla —ella comenzó a reír con notoria elegancia y maldad.
—Mira niña idiota, te advierto que no pienso dejar que la vida de mi nieto se arruine por culpa tuya, no voy a dejarlo, no voy a permitirlo. Por lo que veo seguirás con tu estúpida idea de que no sabes a lo que me refiero aún teniendo aquí las pruebas, te voy a poner las cosas más fáciles niñita, o te devuelves por tu camino y no te casas con mi nieto o hago un par de llamadas y desconectarán a la escoria de tu padre… ¡Qué triste vivir conectado, vivir sedado porque su enfermedad no le permite nada más! tú decides.
—Con mi papá no se meta señora, porque no sabe lo que soy capaz de hacer —ella esbozó una sonrisa.
Abigail sintió una opresión en su pecho, todo esto era demasiado para ella.
—Claro que sí sé de que eres capaz, tengo aquí las pruebas, tu y tu familia deben ser igual de delincuentes. No soy una mujer a la que le guste repetir las cosas, pero estás advertida niñita en donde te cases con mi nieto, en ese mismo momento tu papá pasará a una mejor vida.
—Usted no se atrevería a hacerlo… —Abigail titubeó.
—Claro que me atrevería, cuando me enteré que mi nieto se iba a casar con una empleaducha como lo fue su madre decidí que haría hasta lo imposible por detenerlo. No voy a dejar que mi nieto cometa el mismo error que mi hijo. Esta vez, así tenga que usar todos los recursos que estén a mi alcance voy a evitar que él se equivoque. Y no me importa mancharme las manos, por la felicidad de mi nieto soy capaz de cualquier cosa.
—Si eso fuera verdad, no estaría impidiendo que nos casemos, soy yo la felicidad de su nieto.
Elizabeth soltó una sonora carcajada, dio un par de pasos con elegancia y negó.
—No me conoces nada niña, puedo ser tan peligrosa, como poderosa.
Abigail sintió un escalofrío recorrerla por completo. Ella tomó su teléfono y lo puso en altavoz mientras la sonrisa llena de satisfacción en su rostro se ensanchaba un poco más.
—Doctor, ¿Cómo está? Aquí con Elizabeth Jones, sí habló conmigo días atrás, solo quería recordarle que tendrá su aguinaldo por comportarse a la altura conmigo, por sus servicios, pero sobre todo por el trato que tengamos con Gerard…
Abigail le quitó el celular de sus manos y lo lanzó al suelo, en esos momentos no le importó nada, no le importó más que salvar al único familiar que le quedaba, por encima de la mujer más importante del hombre que amaba.
—No se atreva a ponerle un dedo encima a mi papá porque o si no...
—¿Por qué o sino que? —ella gritó—. A mí no me amenaces, no eres más que una insípida empleada que quiere escalar de cualquier manera. ¿En realidad crees que mi nieto te va a tomar en serio luego de saber quién eres en verdad? Aquí no vengas a exigir, las mujeres como tú no terminan bien… No me hagas perder más el tiempo y vete lejos, lo más lejos que puedas de mi nieto.
—Entiendo que usted me odia, pero de hay a que le importe muy poco la felicidad de Rafael es algo que no voy a comprender, él va a sufrir.
—Ya me aburriste, me aburriste niña… Si necesitas dinero, te lo daré. —Ella sacó un cheque y lo lanzó al suelo—. Vete lejos. Quédate con las pruebas, me imagino que quieres ver que tanto sé de tu vida. Tengo un par de copias más por ahí. No quiero que mi nieto sepa que yo tuve algo que ver con esto, te lo advierto. Porque no solo se muere tu padre, si no que también te mueres tú… Y Rafael también sufrirá las consecuencias.
Ella le hizo señas a su chofer y se subió en el carro mientras que Abigail se quedó allí mirando el desastre que había a su alrededor.
Tomó las dichosas pruebas, y sus ojos se llenaron de lágrimas, ella se había puesto en la tarea de averiguar cada parte de su vida.
Limpió las lágrimas que salieron repentinamente rodando por sus mejillas, mientras buscaba fuerza para tomar decisiones.
—Señorita ¿continuamos? —dijo el chofer tocando su hombro, haciendo que ella volviera a su cruel realidad.
—Sí por favor llévame a la iglesia —pidió, él simplemente movió su cabeza asintiendo y luego se subió esperando que ella se subiera al carro.
Abigail tomó los documentos y se subió al carro, su cabeza no dejaba de dar vueltas, las palabras de esa señora seguían rondando una y otra vez.
Al llegar, se veían las personas alrededor, sus invitados, prácticamente todos de él y de su prestigiosa familia.
Ella bajó del carro y allí lo vio, sus ojos oscuros como una noche intensa, la observaban desde su lugar, su rostro tenía una sonrisa genuina y enamorada.
Las personas a su alrededor la miraban, sus rostros eran falsos, sus sonrisas eran falsas, simplemente estaban ahí por Rafael. De fondo vio a su abuela sonriente como todos los demás invitados, la mujer estaba ahí lista para ver todo en primera fila.
Abigail caminó acercándose a él, con pasos firmes y decisivos, con un nudo en la garganta que no se podía comparar con absolutamente nada.
—Estás hermosa… estás espectacular —él dijo entre susurros.
Ella absorbió las ganas de llorar y su rostro se endureció.
—Tú también te ves muy bien…Rafa, necesito hablar contigo, pero no aquí.
Él arrugó su entrecejo, ella no era la mujer que conocía, se veía distinta, fría.
—¿Sucede algo? el sacerdote nos está esperando, tardaste un poco más de la cuenta… Sin embargo, aquí teniéndote enfrente debo decir que la espera no fue en vano, no me canso de verte, no tienes idea lo mucho que anhelo que seas mi esposa… que seas solo mía.
—Rafa, no me voy a casar contigo.
Abigail se puso de pie con su ayuda, sentía sonidos aturdidores en su cabeza. Intentó caerse, el cuerpo le ganó. Pero Arthur la sostuvo fuertemente evitando que eso sucediera. —Te dije que saldrás normal, sin estar con pendejadas ¿Entendiste? Y más te vale que no intentes nada, no creo que quieras que tú hijo pague las consecuencias. Ella dio uno que otro paso a su lado caminando hacia la salida, al llegar a su escritorio se encontraron de frente con Rafael quién estaba dejando unos documentos sobre la mesa. —¿A dónde se supone que fuiste Abigail? No puedes abandonar tu puesto de trabajo de esa manera. Te recuerdo que estás en horario laboral —espetó.—Lo siento Rafael es mi culpa ella no se siente bien y me ofrecí a ayudarla. —No eres médico, si no se siente bien que vaya al hospital. Ella lo miró intentando decirle algo con su mirada. A pesar de todo, en el único en el que confiaba era en Rafael. —Eso es justo lo que vamos a hacer —Arthur respondió con una sonrisa. —Así no es
Arthur la miró e intentó que ella se calmara luego de darle un vaso con agua. Abigail no paraba de pensar en qué había pasado, y por qué Rafael había cambiado tanto. —¿Ya te sientes mejor? —Sí. Solo que… ocasionalmente despertamos con el pie izquierdo. —Suele pasar. Creí que estabas molesta conmigo. Por lo que pasó ayer…—Eso no fue nada. Te dejé claro que no puede pasar nada entre nosotros… Estoy enamorada de alguien más. —Te juro que no volverá a pasar. No llegaré a besarte de nuevo en tu casa sin tu consentimiento. Ya entendí que… no hay espacio en tu corazón para mí. Ya lo sé, pero eso no quita que sea tu amigo, que quiere ser tu amigo. Él habló con una calma fingida, una que daba control en el momento, quedaba esa tranquilidad que ella quería.—Creo que es momento de irme… solo fue una crisis del momento. —Espera, yo pienso lo contrario.—Te agradezco en verdad lo que hiciste por mí, estaba muy mal en el momento… y te pido por favor que…—Sí, nadie se va a enterar. Déjame
Abigail llegó hasta la oficina contra el tiempo. La noche había sido caótica, Gabriel no paraba de toser. Agradecía enormemente tener a su amiga para poder trabajar, porque de lo contrario sería muy difícil hacerlo con su hijo así enfermo.Miró su teléfono y no pudo evitar sentir un poco de sorpresa ante la falta del mensaje o alguna llamada por parte de Rafael, en verdad pensó que tal vez podrían estar un poco más… juntos. Al caminar vio la puerta de la oficina de Rafael entreabierta, con las cortinas cerradas y la oficina completamente apagada. Rápidamente fue y preparó un café, y entró con pasos cortos intentando ver si estaba despierto o si continuaba dormido. Cuando le vio con los ojos abiertos, se ubicó frente a él. —Te traje tu café, cargado y con dos de azúcar —ella dijo intentando poner una sonrisa. Cuando lo vio, se sintió un poco mal, él no se veía nada bien. —¿Dormiste aquí? —No, llegué pasando las 12. Deja el café ahí y sal de la oficina. Ella dejó el café sobre l
Horas antes Zoe entró a urgencias luego de que fue trasladada en ambulancia. Ella escuchó a lo lejos la voz de Rafael, en ese momento comprendió lo que había hecho, comprendió qué había sido una gran estupidez y que pudo haberle costado la vida.Una enfermera se acercó a ponerle líquidos, Zoe la agarró con fuerza del uniforme evitando que ella pudiera soltarse de su agarre.—¿Señorita se encuentra bien? —No. No me encuentro nada bien. Yo… creí que estaba embarazada, pero no lo estoy. Mi esposo está afuera y él piensa que sí estoy embarazada. —No la estoy entendiendo —habló la mujer. —Que… él no puede enterarse que no estaba embarazada porque me deja. Llevamos intentando tener un bebé desde hace mucho, entiendo que él no puede enterarse. Zoe hizo una mueca de dolor, y la volvió a sujetar para que se acercara a ella. —Yo… yo le puedo dar mucho dinero. Si él pregunta por mi bebé, quiero que diga que lo perdí. Por favor. —Señorita yo no puedo hacer eso. Entiendo que eso va en con
Rafael bajó su cabeza, era doloroso perder a alguien sin siquiera conocerlo. Perder a alguien que tenía su misma sangre, alguien que podría ser la luz en sus ojos fácilmente. Zoe tapó sus ojos con sus manos mientras lloraba sin parar. De cierto modo ella tenía razón. Él también era culpable, no había sido honesto con ella desde el principio, sus sentimientos no habían sido honestos con ella. La había usado de la manera más cruel, enamorándola y teniéndola a su lado. Mientras que su corazón estaba enfocado en otra persona. Sus sentimientos tenían nombre propio. Nunca fue sincero con eso y ahora le estaba costando, ahora le estaba tomando factura cada una de sus malas decisiones. Y ahora la culpa inevitablemente lo iba a seguir. Su hijo… su primer hijo, solo se había quedado en una ilusión. —No tienes idea en estos momentos el odio que siento por ti… y como el odio se pelea con mi amor por ti. —Sí, acepto que me odies. Pero no acepto que me eches toda la culpa. No soy el único cu
Rafael salió del despacho con gran rapidez al escuchar el golpe, vio a personal del servicio reunidos y en ese momento imagino lo peor, se hizo paso y miró a Zoe, ella estaba inconsciente allí.—¿Qué sucedió? Una de las empleadas estaba impactada, demasiado como para hablar, sus ojos estaban llenos de lágrimas y en su rostro había una sorpresa para nada buena. —¿Qué sucedió? —volvió a preguntar él esta vez subiendo su tono de voz, la mujer lo miró y negó con su cabeza—. ¡Habla de una buena vez! —Estaba pasando y la señora… la señora se lanzó por las escaleras —dijo la mujer tartamudeando. Rafael sintió un frío recorrerlo por completo al escucharla, rápidamente se agachó para verificar si estaba… viva.—Llame a una ambulancia ya —ordenó y comenzó a revisarla— aguanta Zoe, aguanta por favor. Ella abrió sus ojos y le dio una sonrisa e intentó tocar su rostro —Mi bebé, por favor salva a mi bebé —ella susurró, con voz débil.Rafael sintió la desesperación recorrerle todo su cuerpo, n
Último capítulo