Despedida

El rostro de Rafael cambió, parpadeo un par de veces y bajó su cabeza para luego volverla a mirar. Esas palabras lo dejaron en shock, nunca pensó que iba a escuchar algo así. 

Abiagil enterró las uñas en sus dedos, quería gritarle la verdad, sobre su abuela, sobre todo, pero también tendría que contarle la verdad sobre su padre y él jamás la perdonaría. 

—¿Qué fue lo que dijiste amor? —Rafael se acercó a ella, completamente seguro de que había escuchado mal—. ¿Estás bien Abi?

—Dije que no me voy a casar contigo —repitió, sonando lo más convencida posible—. No me casaré.  

—Abi ¿esto es una broma? —él se rió con agriedad—.  Me estas diciendo que no te vas a casar conmigo así vestida de blanco, después de dos años de relación, después de que planearamos toda una vida juntos ¿es en serio? —él intentó mantener el control, manejar su voz, su ansiedad y todo lo que estaba sintiendo en ese momento. 

—Rafa no es una broma, me di cuenta que casarme contigo sería el peor error de mi vida. 

Él abrió sus ojos ante la frialdad con la que ella hablaba, la miró fijamente buscando esa complicidad en su mirada, pero fue en vano, no encontró nada. 

Ella por su lado, mantuvo una seriedad impecable, convenciendose así misma que lo que estaba diciendo era la única verdad. 

—¿El peor error de tu vida? —él sacó todo el aire que acumuló sus pulmones y la miró de nuevo—. ¿Abigail qué sucede? tú no eres así, te conozco bien mi amor. Habla conmigo, lo que sea que esté pasando lo podemos solucionar.  

Él la tomó de la mano, pero ella se soltó sintiendo como su tacto quemaba. Se soltó porque tal vez sentirlo la podría hacer fallar y hacer que todo se complicara. 

—Siento tanto de verdad decirlo hasta ahora, lo siento, mientras estuvimos juntos fui muy feliz, pero ya no. No me imagino una vida a tu lado, no eres lo que busco. 

—Abigail… Abi amor si es miedo lo que tienes en estos momentos es algo normal. Nos amamos, nos amamos como un par de locos, eres mi vida, eres la persona con la que quiero envejecer —él habló con desesperación. 

—No es miedo, no eres lo que yo busco —ella habló entre súplicas—. Contigo me voy a quedar estancada en la vida, necesito a alguien que me dé lo que necesito y ese no eres tú. Perdóname, lo siento. 

—¿Es por otro hombre? —su voz se quebró. 

—Quiero buscar a alguien mejor para mi vida —mostró una calma totalmente falsa—. Lo que siento no es tan fuerte como para casarnos. 

—De verdad no lo entiendo, estábamos bien, estás aquí… anoche fuiste mía una vez más. Y ahora simplemente me estás diciendo que no soy lo que buscas. ¿Pretendes que te crea? —él hizo una pausa y tomó aire—. Porque no te creo, tus besos, tus caricias, tus palabras… nada de lo que dices ahora tiene sentido. 

—No me importa si no me crees, no quiero estar más contigo. No quiero seguir cometiendo errores, y tu eres un error, lo mejor es acabar con esto. 

Sus palabras le dolían más a ella que a él, pero lastimarlo era la única manera de que él la dejara ir. 

La mirada de Rafael se cristalizó, mostrando dolor, desconcierto y rabia en sus ojos. Subió las manos intentando tocarla, pero algo lo detuvo. Las personas a su alrededor murmuraban sin saber que pasaba. 

—¿Es tu última decisión Abi? responde, porque si es así, la respetaré. ¿Es tu última decisión?

—Es mi última decisión.

Ella terminó por decir y dio media vuelta para caminar de nuevo hasta el carro, escuchó palabras vagas de algunas personas en el camino. Ella tenía la esperanza de que él la estuviera siguiendo y que le insistiera de nuevo.

Sin embargo, él quedó allí mirándola desconcertado, mirándola dolido, ella le dio una última mirada, una en donde confirmaba que esto tenía que acabar no solo por él, también por su padre, por ella y por el amor que había entre los dos.

Una última mirada entre ambos fue la despedida, dolorosa, pero necesaria. 

Ella llegó hasta su casa, necesitaba irse de ahí, escapar lejos antes de tenerlo de nuevo frente a ella. Miró una vez más las fotos de los dos y cada uno de los recuerdos que quedaban en esas cuatro paredes. 

Al abrir la puerta, dos hombres la estaban esperando, los reconoció notando que eran empleados de Elizabeth. Ella intentó pasar de largo, pero uno de ellos la tomó con fuerza del cabello y le dio un golpe en su abdomen. 

—Solo queremos asegurarnos que se vaya lejos —dijo el otro y le dio otro golpe—. Si intentas volver… morirás.  

Ella se agarró con fuerza al caer al suelo, viendo como ellos se iban como si nada pasara. Limpió sus lágrimas dispuesta a irse lejos con la promesa de dejar a Rafael en el pasado.

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