Cuatro años después
Abigail corrió con fuerza, la noche había sido caótica una vez más. De nuevo iba corriendo a su trabajo, ser la secretaria de presidencia no era nada sencillo. Su vida era una completa rutina todos los días, pero estaba bien así, tranquila y medianamente feliz.
Al llegar, su jefe el señor Miller estaba bebiendo una taza con café. Cuando la vio soltó una carcajada.
—Creí que no ibas a venir para la reunión de hoy —dijo el hombre mirando la computadora.
Ella se sintió apenada, desde que estaba trabajando en esa empresa él se había comportado como un verdadero padre para ella. Y le tenía un gran cariño, uno que era correspondido por él.
—Lo siento, es que Gabriel…
—¿De nuevo no te dejó dormir? —ella negó con su cabeza.
—Estuvo muy enfermo. Pero me quedaré más tiempo por el tiempo que llegue tarde, lo prometo.
—No hay problema, lo importante es que Gabriel esté bien. Abigail hoy viene mi hija con su esposo y quiero que estés a su disposición, espero contar con tu apoyo —pidió con paciencia.
Ella hizo una mueca de tristeza y se sentó frente a él.
—Sé que quiere irse, que ya está cansado y busca disfrutar su vejez, pero debo decir que me hará mucha falta. Trabajar con usted fue lo mejor que me pudo haber pasado y no sé si pueda acostumbrarme a un nuevo jefe.
El hombre se puso de pie y se hizo frente a ella, le dio una mirada fraternal y acarició su cabeza.
—Estaré viniendo por aquí de vez en cuando, adicional estoy completamente seguro de que lo harás muy bien, eres una muy buena empleada —dijo él, con una sonrisa genuina—. Confío en ti, en que seas de gran apoyo para él y para mis hijos.
—Pero no será lo mismo sin usted señor. Amo trabajar en esta empresa, por su comprensión, por su apoyo y su cariño.
—Pero no vas a estar sola aquí mi hijo estará acompañándote como siempre y mi hija vendrá con su esposo. Te garantizo que todos te van a tratar como una más de la familia, como siempre lo has sido. —Ella sonrió.
Él le dio un abrazo lleno de melancolía. Era el último día que trabajaría para su jefe, ella esperaba que al menos pudiera continuar con su trabajo.
Era lo único que tenía y que le ayudaba a mantener todos sus gastos.
Luego de que organizara algunas cosas en la oficina de su jefe, ella bajó el auditorio en donde iban a hacer la presentación formal del nuevo integrante de la empresa.
Abigail estaba bastante nerviosa, la hija de su jefe era una mujer que no había tratado con familiaridad, solo la había tratado máximo dos veces y era claro que no era muy amable… solo esperaba que su esposo fuera completamente diferente a ella.
El auditorio se llenó de cada uno de los empleados, Abigail se ubicó en una de las sillas de atrás, encargándose de gestionar absolutamente todo.
Las luces del escenario se pusieron tenues cuando el presidente se ubicó al frente, recibiendo un aplauso agradable de cada una de las personas sentadas allí.
Dio algunas palabras de aliento a sus empleados, para luego presentar a su hija y finalmente al hombre que lo iba a reemplazar.
Abigail tenía una sonrisa en su rostro, se encontraba feliz, la empresa era como su segundo hogar. Y aunque iba a extrañar a su jefe, estaba feliz por él.
No obstante, esa sonrisa se borró rápidamente cuando el hombre subió al escenario y se hizo al lado de aquella mujer.
Abigail sintió como todo su cuerpo comenzó a sudar inesperadamente, era como el más cruel de los espejismos.
Rafael estaba frente a ella, ignorando por completo su presencia.
Estaba ahí con un poco más de barba de lo que recordaba, pero causando los mismos sentimientos en ella.
Abigail sintió que le faltaba el aire, necesitaba respirar… no podía estarle pasando eso. No después de haber empezado de cero y haber dejado su vida atrás, el amor que sentía por él atrás.
Los aplausos a su alrededor la aturdieron, sin esperar más salió de aquella sala tratando de buscar oxígeno.
¿Cómo iba a enfrentarse a él luego de haberlo dejado plantado en el altar?
El temor se apoderó de su cuerpo, se encerró en uno de los cubículos de la empresa esperando que esto fuera un mal sueño.
Una pesadilla que esperaba pronto pudiera disolverse.
Comenzó a escuchar el ruido de las personas, la reunión había terminado más pronto de lo que imaginó.
Solo podía pensar que si eso era verdad ¿Qué pasaría con ella ahora y con su trabajo?
No podía irse de la ahí, le debía una gran cantidad de dinero a la empresa luego de pedir un préstamo para su padre, adicional que en ningún lado iba a encontrar un salario similar… definitivamente estaba completamente perdida.
Solo podía pensar en ese momento en Gabriel y en su padre. Ellos dependían por completo de ella.
Su teléfono comenzó a sonar al ver en la pantalla que era su jefe, temía lo peor.
Ella respondió luego del tercer llamado, su voz estaba temblorosa y la ansiedad en su cuerpo la estaba sobrepasando.
—¿En dónde estás Abigail? Creí que ibas a estar en la oficina. Quiero presentarte formalmente con el esposo de mi hija, ella también está aquí esperándote.
“Su esposo” escuchar esas palabras le dolía… Él se había casado.
Ella apretó sus ojos. ¿Por qué le tenía que pasar eso?
—Abigail ¿Estás ahí? —el hombre insistió.
—Ehh sí, aquí estoy —respondió ella con su corazón completamente agitado.
—Necesito que estés aquí, deben conocerte, empezarás a trabajar con ellos en un par de días.
—Señor, no me siento nada bien, quería pedirle si me puedo retirar —dijo con baja voz.
—Abigail, ellos te están esperando. Preséntate y luego te retiras. Les dije que eras la mejor de las secretarías. Te espero aquí, no tardes más de cinco minutos. No me hagas quedar mal.
La llamada terminó dejándola con una crisis interna terrible.
Mientras tanto, en la oficina de presidencia levantaron sus copas para celebrar.
—No tienes idea lo agradable que es contar con tu presencia en nuestra empresa Rafael.
—Es un gusto. Expandirnos de este modo será bastante satisfactorio para todos —respondió Rafael con seriedad, como siempre.
—No solo te entregué a mi hija Rafael, sino que ahora te entrego mi empresa y mi legado. Espero que lo hagas muy bien, no solo con la empresa, espero que sigas haciendo muy feliz a mi hija, la luz de mis ojos. Confío plenamente en ti —habló el hombre mientras colocaba una de sus manos en su hombro.
—Claro, no pienso defraudarlo.
La puerta de la oficina se abrió, Abigail entró con su rostro bajo, vio de espaldas al par de hombres allí y se dirigió hasta donde ellos estaban y con pasos torpes cortó la distancia.
—Aquí estás —mencionó su jefe—. Rafael déjame presentarte a tu nueva secretaria, una mujer incondicional, leal y la mejor de todas.
Rafael se giró, al verla allí frente a él, la copa entre sus manos se cayó estrellándose con el suelo.
—Rafael, te presento a Abigail Taylor.