Mundo de ficçãoIniciar sessãoZendaya Madews Sterling fue una niña loba prodigio rusa criada en Nueva York gracias a una beca de excelencia. Desde los seis años compartió aula, secretos y juegos con dos hombres lobos Alfas de su manada, Jean Bernard Moreau, que se convirtió en un carismático británico destinado al estrellato, al terminar la universidad, y Leonard Zugasty Bennett, Ceo y dueño de su propia linea de jets, un apasionado italiano con alma de fuego. Los tres, de culturas distintas y orígenes sociales muy diferentes, formaron un lazo irrompible. Lo que Zendaya nunca imaginó es que, mientras para ella todo era amistad pura, para ellos dos siempre fue amor silencioso, feroz y contenido. Ambos crecieron amándola desde la distancia de sus propios miedos cuando corría por el patio convertidos en lobos, sabiendo que confesarlo podría destruir su triángulo perfecto. Pero el destino, caprichoso como siempre, los separó a los 18 años por decisión de sus padres. Cinco años después, tras vidas muy distintas y caminos opuestos, una serie de coincidencias los vuelve a cruzar. Lo que antes eran miradas inocentes de amigos, ahora se transforman en deseos reprimidos y emociones al borde del colapso. En medio de reencuentros ardientes, celos acumulados y sentimientos que resurgen con violencia, algo inexplicable sucede: Zendaya queda embarazada... sin haber perdido su virginidad. Confundida, asustada y atrapada entre dos lobos Alfas que comienzan a luchar por lo que siempre creyeron suyo, Zendaya deberá descubrir la verdad de su cuerpo, su linaje y de los sentimientos que negó durante años. ¿Puede una Luna embarazarse sin ser poseída por dos hombres lobos? ¿Y si su cuerpo respondió solo al deseo? ¿Y si el amor de sus dos lobos Alfas dominantes fue tan fuerte... que dejó huella sin tocarla del todo?
Ler maisFlash back de dos meses en el futuro.
—¡¿Embarazada yo!? ¡Nooo! ¡Debe ser un error, doctor Lican! —exclamó Zendaya, incorporándose de golpe de la silla. Su bolso todó de sus piernas. El médico, un hombre lobo de mediana edad con gafas rectangulares y bata impecable, no perdió la compostura. Cerró la carpeta con calma y la miró con seriedad mientras la ayudaba a levantar sus cosas del suelo. Luego volviieron a tomar asiento. —No es un error, señorita Madews. Esta clínica es de renombre y yo hago mi trabajo con precisión. Repetimos la prueba dos veces. Está usted embarazada. Lamento que el resultado no sea el que esperaba, pero es confiable. Zendaya se llevó ambas manos al rostro, con los ojos abiertos como platos. —¡No puede ser! ¡Yo soy una loba virgen! ¡Jamás he estado con un Alfa! —su voz subió en desesperación, como si decirlo con fuerza pudiera desmentir la realidad. El doctor ladeó la cabeza, visiblemente confundido. —Entonces… le recomendaría hacerse una evaluación más profunda. A veces… ocurren cosas excepcionales. Sobre todo si usted pertenece a una variante biológica especial… —¿Variante? —¿Está segura que no ha estado cerca de ningún lobo Alfa en los últimos dos meses? —preguntó el doctor, entrecruzando los dedos con expresión severa. A menos que fuera la virgen con poderes o un caso especial no había forma de que haya quedado embarazada de la nada. Aunque hay. casos que embriones quedan dentro del feto antes de nacer y dan a luz a sus propios hermanos luego. Zendaya tragó saliva. Dudó. Bajó la mirada, se mordió el labio. —Pues... eso... —susurró, bajando la voz—. Estuve en celo. Y en dos ocasiones, en menos de 24 horas… dos hombres lobo Alfas que conozco de niña me ayudaron a calmarme. No me penetraron… pero… yo dejé salir feromonas… y ellos… ellos se masturbaron… y según lo que vi ambos en las diferentes ocasiones se frotaron contra mí. El doctor la observó en silencio, con los ojos entrecerrados tomando notas. —¿Dos hombres lobos Alfas amigos, señorita? —Sí, doctor. Pero… ¿cómo voy a ir y decirles después de estar 5 años lejos de sus vidas?: “¡Hola, estoy embarazada y no sé cuál es el padre!” —alzó las manos en señal de derrota, con la voz temblando de indignación y angustia—. ¡Van a pensar que estoy loca! ¡O que lo hice a propósito! El doctor respiró hondo y sacó una nueva hoja del expediente. —Señorita Madews… escúcheme con atención. Su situación es grave. Usted no solo está embarazada… está esperando dos bebés licántropos. Zendaya se quedó inmóvil. El mundo giró. —¡Por los cielos! —Además… al ser usted una Luna, va a necesitar la presencia de las feromonas lobos Alfa que la fecundaron cercanas durante la gestación. Si no los reúne pronto… sus bebés podrían no desarrollarse por completo. Esto es grave y estará en peligro. —¿Y si se odian entre ellos…o no quieren saber nada de mi? —susurró. —Entonces... debe actuar pronto, o el destino decidirá por usted. Es una loba inteligente piense en algo y olvídese del que dirán. Sea atrevida y viva la vida. Zendaya bajó la mirada. El sudor frío recorriéndole la espalda. De pronto, el dolor en su estómago ya no era solo físico. Era miedo puro. TIEMPO PRESENTE... El cambio de turno fue inesperado. Zendaya apenas había terminado un vuelo agotador a São Paulo cuando Luciana, su jefa licántropa de tripulación, se acercó con el rostro apurado. —¡Zendaya! Cambio de turno, cariño. Te vas a Boston ya mismo—avisó Luciana, su jefa de vuelo, con voz autoritaria desde la puerta del vestidor con su acostumbrado tono de loba alfa de su manada. —¿Boston? ¡Pero acabo de llegar! —protestó mientras guardaba su uniforme en la taquilla. —Vuelo privado. La azafata asignada se enfermó del estómago. Se comió una carne cruda. Tienes buena cara y cuatro idiomas. La paga es buena. Es solo un vuelo tranquilo de lobos ejecutivos... Zendaya frunció el ceño. Deseó ser ella la del dolor de estómago. No pensó más en eso. Horas más tarde, subió al jet elegante de fuselaje blanco con detalles cromados, estirándose el cuello del uniforme y repasando el protocolo. Cuando abrió la puerta, su mundo se detuvo. Su loba rugió. —¿Leonard...? —susurró al ver a alguien sentado en la primera fila. Él se giró desde el sillón de cuero, aún con la gorra de piloto entre las piernas y el uniforme azul marino abotonado hasta el pecho. Sonrió como si acabara de ver un fantasma hermoso. —¡Zendaya Madews! ¿Qué rayos haces aquí? —Trabajo aquí. Bueno… hoy cubro un vuelo especial. ¿Y tú? ¿Piloto? Leonard soltó una risa grave mientras la abraza y besa su mejilla. Luego regresa al asiento. —Es uno de mis jet's, en realidad. A veces me gusta pilotarlo yo mismo. Es mi pasión, hoy estaba cansado, voy a casa a ver a mis padres. Pero basta de mí, cuéntame algo de ti. Pensé que estarías en alguna empresa gigante y cafés de madrugada. Ella se encogió de hombros. —Casi. Pero pasaron muchas cosas… y terminé estudiando como sobrevuelo, nos mudamos a otro barrio y perdí mi teléfono en la mudanza, perdí todos mis contactos, y de paso me tocó crecer rápido. Mami enfermó. Esto paga las cuentas. Se miraron por unos segundos que lo dijeron todo. Él se levantó. Era más alto de lo que recordaba. Más hombre también. Sus ojos azules ya no eran traviesos: ahora ardían con madurez. Su lobo le susurraba la bienvenida. —Siento lo de tu mamá —murmuró. —Gracias. ¿Y tú? ¿Sigues en carreras o solo tu propio Ceo? —Sí… y no. Invierto, viajo, me escondo de periodistas. A veces me pregunto si hice bien en solo estudiar mi pasión por volar. A veces me pierdo —dijo, medio en broma. Ella rió. Era como hablar con el Leonard de la secundaria, pero con barba, una mirada penetrante y hombros más anchos. El vuelo fue tranquilo. Hablaron. Se pusieron al día. Zendaya olvidó que trabajaba. Mientras atendía a los demás. Al aterrizar en Boston, mientras los técnicos rodeaban el jet, él le hizo una seña. —Oye… ¿te tomas algo conmigo esta noche, no llevo tanta prisa? —¿Una copa? —Una copa. Asi nos ponemos al día. Ella no quería contarle tanto en su vida, pero el insistió en que se tomarán algo y ella no pudo negarse. Luego de la primera copa en un bar de especies, la segunda copa llegó hasta acabarse una botellas. Luego una segunda. El bar del hotel era íntimo, con luces cálidas y una música suave de fondo. Zendaya no se sentía ebria, pero el calor bajo su piel subía con cada mirada de Leonard. El estar expuesta tanto tiempo a sus feromonas, luego de cinco años de no verlo la vuelve loca. No sabe porqué él no se controla, tal vez la extrañaba. —¿Recuerdas cuando fingiste estar enferma para no exponer en biología y te quedaste convertida en cachorra? —soltó él entre risas. —¡Fue tu culpa! ¡Dijiste que me ibas a ayudar con las láminas! —Y terminé pintándolas con las sobras… Ambos rieron hasta que ella se tocó la frente. Ardía. Su cuerpo se estremecía. —Leonard… algo está mal. Me siento rara. Caliente, y no es el vino. Él se puso serio. Su nariz olfateó de forma apenas perceptible. Sus pupilas se dilataron. —Zendaya... creo que estás en celo. —¿Qué? Es imposible...no es la fecha. —Dios… ¿Tienes supresores? Ella negó, su respiración ya entrecortada. —Es mi primera vez, que me llega fuera de mi casa. Yo… no sé qué hacer—sus ojos cambiaron. —Vamos a mi habitación está en el hotel arriba del bar. Confía en mí, ¿sí? Tengo supresores que te pueden servir para que no te conviertas en mujer lobo delante de todos. Entraron al ascensor y minutos después estaban en su habitación. Leonard le pasó un vaso de agua con el medicamento, pero sus manos temblaban. Ella se sentó en la cama, sudando, y sus muslos temblaban. Un deseo desconocido la estaba devorando desde adentro. Ella se tomó el medicamento pero ya era tarde, había dejado salir muchas feromonas, y había olido las de él. Su ropa interior estaba empapada. —Lo siento —susurró ella, tapándose el rostro con sus orejas de loba visibles—. No quiero que pienses que esto es…¡carajos esto duele como el demonio! El la besa y deja salir más feromonas. Ella se sorprende. —Hueles tan bien. —Entonces úsame para calmarte. Y te ves hermosa. No te avergüences de hacer tu transformación delante de mi. —No deberíamos. Somos amigos. —Shhh… —Leonard se arrodilló frente a ella, tomándole la cara entre las manos—. No voy a marcarte. Solo quiero ayudarte a calmar. Sabes que sufrirás más si no dejas que te ayude. Tomaste el supresor muy tarde. Déjame ayudarte a sentirte mejor. Solo libérate. —Yo soy virgen. Se supone que quería llegar así a mi matrimonio. Sus ojos se iluminaron. —No haremos el amor hasta el final. Ella asintió, y él, conteniendo sus propios instintos, tomó la bata del hotel y con suavidad le ató las muñecas. Sus labios temblaban, pero su mirada era firme. La desnudó como si fuera una obra de arte frágil, tocando poco, besando más. Su cola se movía de un lado a otro. Hundió el rostro en su intimidad con delicadeza salvaje. Zendaya temblaba, jadeaba, se arqueaba cada vez que tocaba su cola y su entrepierna. Leonard murmuraba su nombre con cada gemido. Pero él no fue más allá. Se transformó. Saco sus orejas y cola. Sus uñas crecieron un poco y sus colmillos se asomaban en su boca. Bajó la cremallera solo para liberar la presión, y sin penetrarla, frotó su erección contra su flor palpitante, buscando un poco de alivio. Ella estaba toda rosada allí abajo. Un manjar que los dioses le pusieron al frente pero su voz interna le decía que se controlara. El clímax lo alcanzó en segundos, la semilla caliente y abundante se deslizó por su piel, y parte de ella… bajó por error hacia el interior del cuerpo de Zendaya. Él se detuvo. Fascinado. Respirando agitado. Viendo cómo la había ensuciado. —Perdón… no era lo que quería...dioses eres tan hermosa. Sería perfecto que te la echara dentro. Zendaya se había dormido segundos antes de él decir eso, deshecha, rendida. Leonard la desató, la cubrió con la sábana, y se sentó a su lado a esperar que despertara pero una llamada interrumpió el momento era su madre, sin más opción dejó su tarjeta sobre la mesa. Pensaba regresar antes de que ella se fuera, cuando terminara sus asuntos urgentes. Leonard Zugasty Bennett: Ceo y piloto de aviación. Decía la tarjeta dorada con negro, con un número de teléfono en letras doradas. El se arregló y salió de la habitación a toda prisa. Unas horas después. — Housekeeping ¿Puedo pasar? —La camarista tocó suavemente. Zendaya abrió los ojos descolocada. Su transformación ya había cedido. Dolor de cabeza. Ropa arrugada por todas partes. El perfume y las feromonas de Leonard aún impregnado en el aire. Y una tarjeta. La leyó. Se quedó en silencio. Y por alguna razón…pensó que él solo la llevo allí para usarla. Ya que se fue sin siquiera despedirse. Al regresar a su hotel, Zendaya entró a su habitación con paso lento, el corazón desacompasado y la cabeza en otro planeta. —¿Y tú dónde te metiste anoche? —preguntó Aisha, su compañera de habitación y también asistente de vuelo, una loba con dos lobitos mientras se secaba el cabello con una toalla—. Te estuve esperando para ir a cenar. Zendaya tragó saliva. —Me encontré con una amiga Licantropa de la secundaria. Me invitó a tomar algo, y... me quedé a dormir allá. Lo siento—miente. Aisha la miró de reojo. —¿Amiga, eh? —Ajá. —Pues prepárate, porque esta noche vamos al concierto de mi lobo Idol favorito. Nos regalaron dos entradas para la zona general VIP. Tenemos 24 horas hasta el siguiente vuelo. Se transformará en plena tarima. ¿Qué dices? Zendaya parpadeó. ¿concierto? ¿pase Vip? suena bien. —¿Vestido rojo o azul? ¿botas o tacos? —Comentan entre risas, mientras sacan todo de la maleta dos horas antes del concierto. —¿Cómo se llama el dichoso artista? —Jean. —¿Jean? — el nombre ya le había acelerado el pulso. ¿Sería su jean? —¡Sí! ¿No lo conoces? Es un dios en el escenario. Anda, podemos solicitar verlo en el camerino. Podemos tomar algo, bailar… olvidarnos del uniforme por una noche. Zendaya dudó solo un segundo. Luego asintió. No podía ser que fuera él. Su jean, su mejor amigo de la infancia al igual que Leonard.El silencio era tan denso que Leonard decidió romperlo.—Bueno… creo que los bebés ya tuvieron suficiente atención por hoy. —Su voz sonó suave, intentando aliviar la tensión—. ¿Verdad, Jean?Jean asintió y se inclinó sobre los cochecitos, pero antes de moverse, Nikolai levantó la mirada, con el ceño fruncido y una leve vacilación en la voz.—Zendaya… —dijo despacio, con la garganta cerrada—. ¿Cómo está tu madre?Y tu tía, ¿sigue viviendo con ella?Hace años que no sé nada de ellas.La pregunta cayó como un golpe sordo.Zendaya se quedó en silencio, mirándolo, y en sus ojos apareció esa humedad contenida que solo nace del dolor.Leonard bajó la mirada, comprendiendo enseguida. Jean, por su parte, alzó el rostro, percibiendo la tensión que se avecinaba.Zendaya respiró hondo, con los labios temblando.—Mi madre… —empezó, pero la voz se le quebró a mitad de la frase. Se obligó a seguir—.Murió hace unos meses.Nikolai la miró como si las palabras no tuvieran sentido.Por un instante, su
El murmullo volvió poco a poco al salón cuando Nikolai, con gesto cansado pero digno, se inclinó ligeramente hacia Zendaya.Su voz, antes imponente y resonante, se volvió casi un susurro:—No quiero incomodarte, hija. Solo vine a verte. He pasado demasiado tiempo buscándote, y… —hizo una pausa, la mirada fija en los cochecitos— no sabía si alguna vez tendría esta oportunidad.Zendaya lo observó en silencio.Su mente iba a mil.Lo recordaba vagamente: una figura alta, un perfume a madera y tabaco, unos brazos que la levantaban en el aire cuando era muy pequeña… luego, nada. Solo el vacío, los años de soledad con su madre, las ausencias, la falta de explicaciones.Jean se acercó, con una mano sobre el hombro de Zendaya, y Leonard, más prudente, tomó uno de los cochecitos para mecer suavemente a Jamil, que comenzaba a moverse.Aun así, ninguno de los dos apartaba la mirada de Nikolai.Su instinto de alfa estaba alerta, pero no agresivo. Era el tipo de silencio vigilante que solo nace del
Zendaya se quedó paralizada, con los ojos abiertos, sintiendo un escalofrío recorrerle la espalda. No lo recuerda del todo, pero había algo en esos ojos verdes que la estremecía hasta lo más profundo.Los murmullos se apagaron de golpe cuando la imponente figura del hombre se acerca más. Traje noscuro impecable, un ramo de flores blancas en un brazo, y uno de su seguridad con tres peluches. Su sola presencia hizo que varios invitados se pusieran de pie, como si de repente el aire se hubiera vuelto más denso.—Disculpe… —balbuceó Claudine, frunciendo el ceño con visible molestia—. ¿Quién dijo que es? ¿Quien lo invito a esta fiesta?El hombre levantó el mentón, altivo, y su voz retumbó con autoridad:—No me he equivocado de lugar si es a lo que se refiere ni estoy loco. Soy Nikolai ivanov, ya se lo dije, soy el padre de Zendaya. Finalmente he encontrado a mi hija.El silencio cayó como un bloque de hielo. Jean y Leonard se sobresaltaron, mirándolo con incredulidad. Reconocían el nombre:
Nikolas no deja de pensar en la imagen de Zendaya con los tres bebés en brazos quedaba grabada en su mente como un recordatorio del futuro que aún podía construir. Había perdido la comunicación con su madre la había abandonado, pero de alguna forma confía que será bien recibido. Ahora es un hombre así rico y poderoso.El club privado en la azotea del décimo piso, donde Jean y Leonard habían organizado una parrillada para celebrar el cuarto mes de nacidos de los trillizos estaba listo. La flores exóticas brillaban bajo la luz dorada, mientras los niños dormían plácidamente en sus cochecitos junto a Zendaya, quien vigilaba cada movimiento con una mezcla de orgullo y agotamiento. Mientras tanto, los amigos de la farándula de Jean charlaban con risas, y los colegas pilotos y mecánicos de Leonard comentaban sobre aviones y motores. El ambiente estaba lleno de vida, pero las tensiones familiares no dejaban de burbujear.Entre risas, charlas y el aroma de la carne asada, los padres de ambos
El instinto lobuno de ellos se desató. Jean gruñó suavemente contra su piel, sus orejas y colmillos se manifestaron, al igual que la cola que apenas se movía de un lado a otro. Leo, también transformado, la miraba con esos ojos brillantes que solo mostraba cuando su alfa interior dominaba.—Eres nuestra —dijo Jean con voz ronca.—Siempre nuestra —añadió Leo.Zendaya se rindió, se manifesto con sus colmillos y sus orejitas puntiagudas, dejándose guiar por sus besos, sus manos, sus cuerpos que se turnaban para adorarla. Cada vez que creía que el deseo iba a vencerla, Leo la sostenía con ternura, y Jean la llenaba de pasión. Era un vaivén perfecto, un equilibrio entre fuego y calma.La habitación se llenó de jadeos, de susurros, de risas ahogadas cuando uno de los bebés gimoteó por un instante en la cuna. Los tres se congelaron, conteniendo la respiración. Jean extendió la mano para bajar un poco el volumen del intercomunicador y rezó en silencio.El monitor mostró que el pequeño Jamil se
Los bebés dormían profundamente, sus respiraciones diminutas y regulares llenando el silencio con una armonía casi mágica. Ya habian pasado dos meses desde la llegada de zendaya y sus pequeños en su acogedor hogar. Cada dia posponian la rueda de prensa por temor a que no estuvieran listos para enfrentar los que se les podia venir encima.Zendaya estaba sentada en el sofá, exhausta, pero con una sonrisa tranquila; los trillizos finalmente descansaban y la casa estaba envuelta en un silencio cálido y protector.Leonard estaba arrodillado frente a la cuna de Jamil, el pequeño beta, acunándolo suavemente mientras sus manos se movían con cuidado, meciendo la cuna. Su mirada seguía cada gesto de Zendaya, y aunque intentaba concentrarse en la tranquilidad de los niños, no podía evitar notar cómo ella se movía con esa gracia tranquila.Jean, por su parte, estaba en el otro extremo de la habitación al lado de la cuna de Gerald y Galileo, acariciando la cabeza de uno acomodado en su espacio, mi
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