Ariana siempre ha sabido que su destino estaba sellado por su manada. Como la hija del Beta, su deber era proteger a su gente, incluso si eso significaba ignorar sus propios deseos. Pero el día en que sus ojos se encuentran con los de Killian, el Alfa de la manada enemiga, su mundo se derrumba. El vínculo es inmediato, una llamada irrefutable de la luna, pero aceptar a Killian significa traicionar a su gente. Él es el hombre que ha sido criado para odiar, el líder de aquellos que han amenazado a su manada durante años. Sin embargo, la conexión entre ellos es innegable, y mientras los secretos y traiciones se desmoronan a su alrededor, Ariana se ve obligada a elegir: su lealtad o su amor. Pero en un mundo donde la sangre dicta el destino, desafiar a la luna podría significar la muerte.
Leer másEste libro es el segundo tomo de la trilogía Almas de Lobo, si deseas entender lo que ocurre en este es necesario leer el primero, Cautiva del Alfa que se encuentra también en la Plataforma.
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El aire era helado. Las paredes irregulares de cristales congelados distorsionaban las sombras provocadas por las pocas gotas de agua que usaban huir desde el techo. El delgado suelo transparente que amenazaba con romperse. Un lugar tan inhóspito, extraño y solitario donde nadie le gustaría estar.
Unos lentos pasos rompían el agotador silencio. La figura avanzaba por los diversos caminos que formaban un laberinto como si aquello fue su rutina diaria. Las luces proyectadas levemente se reflejaban en las largas mechas de cabello plateado alrededor de la inmensa e imponente figura. Litus, alfa de la manada de hielo se sentía como en casa.
El lobo avanzó confiado, aquel extraño lugar formaba parte de los terrenos de su manada desde hacía tantos años que se había perdido dentro de los registros familiares pero eso no hacía que perdiera su valor como tesoro. Su hermano siempre se había negado de entrar allí. Siendo alfa de la manada de fuego, a pesar de ser gemelos tenían gustos totalmente diferentes.
Sus pasos eran medidos y suaves cuidando de no romper la fina capa de hielo que cubría los 30 kilómetros de profundidad de aquella extraña cueva. Nadie sabía su verdadero origen, ni su extensión completa pero escondía profundos secretos. Uno de ellos era lo que ahora tenía delante de él. Sus oscuros orbes verdes se iluminaron al estar nuevamente delante del estanque de almas perdidas. Habían pasado 10 años desde la última vez que había estado allí, junto con ellos que le habían acompañado.
El agua tenía una coloración grisácea y a la vez cristalina. A su alrededor había diversas piedras de hielo que hacían que la temperatura fuera aún más baja allí dentro formando una leve costra de cristal atrapando todo lo que podía estar dentro. Se arrodilló y puso sus dedos sobre la superficie y tocando con cuidado. Apartó la mano de golpe y se levantó alarmado. Tragó en secó.
La supuesta costra no estaba, se había derretido y la temperatura del agua era varios grados más caliente. Frunció el ceño y retrocedió. La superficie del agua comenzó a moverse en diversas direcciones como si lo que estuviera atrapado allí adentro quisiera salir pero ¿Era hora?
Estaba preocupado, aunque su rostro solo se endureció. Uno de sus trabajos actuales era mantener dentro aquello y no dejarlo salir hasta que estuviera en su mejor estado, pero parecía que ya era muy tarde para contenerlo. Tal vez habían hecho mal las predicciones así que solo retrocedió más dándole espacio.
Los movimientos del estanque se debilitaron hasta que el agua quedó imperturbable. De pronto, desde el centro, una sombra se fue proyectando acercándose hacia la superficie desde las profundidades. Su avance era constante y poco a poco fue emergiendo. Primero la cabeza cubierta de negro cabello, después el rostro joven, el torso desarrollado, la estrecha cintura, las redondeadas caderas, las torneadas piernas y por último, los pies que se acercaron al borde y se detuvo completamente fuera del estanque.
La figura femenina alzó el rostro enmarcado por el empapado y largo cabello que contrastaban con sus orbes plateados totalmente vacíos. Litus solo pudo tragar en seco. Era una imagen embriagadora y a la vez imponente. A pesar de ser un alfa con más de 400 años sus rodillas instaban a doblarse y mostrar temido respeto pero no lo hizo, tampoco era como que aquella figura se lo impusiera.
El lobo desenrolló la enorme y gruesa capa que llevaba en sus brazos y la extendió. Dio unos pasos hacia la mujer y cubrió hasta los pies con ella amarrándola enfrente. Aún no podía creer que sus ojos la tuvieran delante, con ese aspecto. La última vez que la había visto apenas le llegaba a la cintura, ahora, era solo una cabeza por debajo de él.
-Abrígate, acabas de despertar y tu cuerpo necesita recuperarse-
La mujer giró el rostro hacia él y esbozó una leve sonrisa, falsa que al menos rompía la fría expresión en su hermoso rostro. Él no se molestó porque ella fingiera, tenía sus razones muy claras como para no poderla hacer de verdad.
-Por favor, por aquí- le señaló el camino aunque ella terminó caminando suave a su lado adaptándose otra vez a mover sus piernas después de 10 años congelada.
Su cuerpo se sentía brutalmente transformado en todos los sentidos. Sus dedos entumecidos sin poderlos mover. Su espalda tiesa haciéndole difícil caminar pero aun así no se detuvo. El viento frío y violento goleó su rostro cerrando sus ojos. El alfa se puso frente a ella cortando la corriente de aire y ella los pudo abrir los ojos, de nuevo, la nieve había salpicado sus rojos labios y oscuras pestañas.
-¿A dónde desea ir?- le preguntó el lobo haciéndole señas con la mano a los canes detrás de él que se iban acomodando para iniciar el viaje.
-A casa- fue lo único que salió de sus labios.
***
Nebraska estaba parada junto a su esposo mientras escuchaba el dramático discurso que daba un lobo delante de ellos y parte de la manada en el salón central de la mansión. Era un lobo joven y sus lágrimas desacreditaban su aspecto varonil. Estaba arrodillado en el suelo y rogaba por ser recogido por el alfa Hades alegando a lo benévolo que era. Pero la loba a su lado a pesar de no mostrar desagrado tenía los labios apretados.
Los dedos de ella se enredaron con disimulo con los de Hades y le hizo un leve movimiento de negación con la cabeza. Su sexto sentido le decía que algo no encajaba en su historia demasiado perfecta. Supuestamente había sido expulsado de la manada de Crystal donde regía Asule, el más viejo de todos ellos y aunque era sabido que era sumamente estricto no se conocía ningún caso de violencia como alegaba el lobo. Incluso era de todas las manadas la que mejor estaba ubicada en tierras de cultivo y caza por lo que los recursos eran abundantes. Y esto era un hecho sabido por todos por lo que los espectadores estaban mirando confusos como su alfa iba a actual, tal vez decía la verdad pero nadie podía decir nada con exactitud.
Hades apretó la frente, podía oler el nerviosismo viniendo del lobo pero no sabía exactamente por qué. También había otra fragancia, una extraña y que no podía identificar ocultando el verdadero olor del intruso.
-Por favor alfa respóndame, quiero saber que voy a hacer en mi futuro- el lobo se arrastró más cerca de él pero se detuvo al escuchar un gruñido por parte de Leoxi que estaba a un lado de su hermano, Siran se mantenía del otro lado de Nebraska sin perderle movimiento.
-Debemos averiguar bien tu posición. No estoy negando que puedas ingresar a la manada, cualquiera puede formar parte de la familia pero no puedo hacerlo simplemente porque dices de Arisu está siendo cruel. Sabes que acusar a un alfa sin pruebas está en contra de la ley lobuna- su tono era autoritario.
-Lo se alfa, lo sé muy bien, por eso- una sonrisa salió de los labios del lobo que escondía su rostro entre el cabello para moverse rápido después- por eso es que no me importa hacer eso- el lobo se lanzó rápidamente contra Hades sacando un cuchillo tan afilado que hasta él mismo se hirió y arremetió sin miedo.
Leoxi reaccionó como siempre rápido y se interpuso entre su hermano y el agresor. Hades había lanzado a Nebraska detrás de él y todos comenzaron a gruñir cuando el atacante se detuvo en la mitad del camino y cayó en el suelo dando un fuerte gritó apretándose la cabeza.
-¿Qué es esto?- sentía que su cabeza quería colapsar –AHHHHHH- sal de mi cabezaaaaaaa- se contorsionaba en el suelo hasta que con un último grito se quedó con los ojos en blanco y tieso. Su respiración era leve pero estable. Había quedado en shock.
Leoxi se acercó y se arrodilló pero algo le hizo girar su rostro al escuchar una aguda voz.
-No te preocupes, no está muerto, solo lo puse a dormir-
Todas las miradas se giraron hacia la menuda mujer que caminaba entre ellos después de entrar por la puerta sin que nadie se diera cuenta. Cubierta por una gruesa capa solo dejaba visible su cabeza y el larguísimo cabello negro. Se detuvo al lado del cuerpo sonriéndole con la misma sonrisa que le había dado a aquel alfa, lo que esta vez a su tío.
Nebraska salió de detrás de Hades y caminó hacia ella, su rostro estaba desfigurado de la impresión.
-¿Priscila?-
-He vuelto a casa Ma-
ArianaHan pasado algunos años desde que dejamos atrás las sombras del pasado. Ya no vivimos en la constante incertidumbre, ni tememos lo que el mañana nos traerá. Hoy, cuando miro a Killian y a nuestro hijo, todo lo que alguna vez temí parece lejano, como si nunca hubiera existido. Pero sé que no fue así, que todo lo que superamos no se borra, solo se convierte en la base de lo que somos ahora. Y en estos momentos de tranquilidad, de amor, sé que cada sacrificio, cada lágrima, valió la pena.El sol entra suavemente por las ventanas del salón, iluminando nuestra casa, nuestra vida. La casa que construimos no solo con ladrillos y madera, sino con la fuerza de lo que hemos sido y lo que hemos decidido ser. Un hogar. Un refugio.El sonido de los pasos de Killian en la escalera me hace sonreír, como siempre lo hace. Ya no necesito mirar para saber que es él. Su presencia llena el espacio de una manera que es imposible de ignorar.—¿Ya estás lista? —su voz llega suave desde la entrada, esa
KillianEs curioso cómo la vida cambia sin que te des cuenta, cómo pasas de estar atrapado en una carrera frenética por sobrevivir a simplemente estar, a respirar. A veces, cuando miro a Ariana y a nuestro hijo, me pregunto cómo llegamos hasta aquí, a este punto en que la paz se ha instalado por fin en nuestras vidas, reemplazando la tormenta constante que nos perseguía.Hace un par de años, no habría creído que esto fuera posible. No con mi pasado. No con mis errores. Pero aquí estamos, juntos, más fuertes que nunca.Ariana está a mi lado, como siempre. Aunque, por primera vez, no solo la siento como mi compañera, sino como mi igual. Mi ancla y mi viento. Mi todo. Y hoy, mientras la veo cargar a nuestro hijo en brazos, no puedo evitar sonreír como un idiota.Todo lo que quiero, todo lo que necesito, está aquí. Mi familia. Mi legado.—¿Te has dado cuenta de lo que hemos logrado? —me dice ella, acercándose con pasos suaves, los ojos brillando con una mezcla de amor y orgullo.Sonrío, a
ArianaDesperté con la sensación de estar justo donde debía. No era algo que me pasara seguido. Siempre había tenido esa inquietud bajo la piel, ese zumbido sordo que te recuerda que la felicidad tiene fecha de caducidad. Pero esta vez… no. Esta vez sentía la paz como una sábana tibia sobre mi cuerpo desnudo, arropada no solo por las sábanas de lino francés, sino por el peso —cómodo y cálido— del brazo de Killian enredado en mi cintura.Sus dedos dormidos se movieron apenas, como si incluso dormido supiera que no quería que me alejara.Lo miré, tan cerca que podía ver las pestañas enredadas y una sombra de barba empezando a dibujarse en su mandíbula. Parecía más joven cuando dormía. Menos atormentado. Como si el hombre que había enfrentado su pasado con la fiereza de un guerrero pudiera, por fin, descansar.Y, egoístamente, me gustaba pensar que yo tenía algo que ver con eso.Me giré un poco, solo para mirarlo mejor. Dios… qué injusto era. Tenía ese tipo de belleza oscura que hace que
KillianEl silencio.Por primera vez en mucho tiempo, el silencio no era una amenaza, ni un preludio de desastre. No era el filo de una tormenta contenida ni el vacío que llega justo antes del grito. Era simplemente… paz.Ariana duerme a mi lado, su respiración pausada, cálida sobre mi cuello. Su cuerpo, suave y ligero, enredado al mío como si el mundo se hubiera reducido solo a este momento. A ella. A nosotros.Y al pequeño que duerme en la habitación contigua, con su respiración más fuerte que la de ella, como si ya estuviera entrenando sus pulmones para gritarle al mundo que ha llegado.Mi hijo.Sigo sin poder creerlo del todo.No sabía lo mucho que me faltaba hasta que lo sostuve por primera vez. Tan pequeño. Tan jodidamente perfecto.Y ahora… todo lo que soy gira en torno a ellos.—Estás despierto —susurra Ariana sin abrir los ojos.Sonrío. Me descubre aunque intente contener hasta el aliento.—Tú también.—Te sentí pensar.Me río por lo bajo, ronco.—¿Tan fuerte pienso?—Cuando
ArianaLo primero que sentí al abrir la puerta fue su aroma. Ese inconfundible olor a madera quemada, cuero, y una pizca de pecado. Killian. No había pasado ni un segundo y ya mi cuerpo lo reconocía. Era como si mis células se encendieran al compás de su presencia, como si todo mi ser supiera que había vuelto a casa.La diferencia esta vez era que no había odio en mí. Ni rabia. Ni siquiera miedo. Solo una calma extraña, como la brisa después de una tormenta arrasadora. Había vuelto. No porque me necesitara. No porque él me lo pidiera. Volví porque lo elegí. Con todo lo que eso significaba.Y él lo sabía.—Hola —dije apenas, apenas un susurro que se coló entre los muros de su guarida.Él levantó la vista del suelo. Tenía la mandíbula tensa, los ojos rojos, y ese brillo apagado que me rompía el alma.—¿Estás aquí? —murmuró, como si no se atreviera a creerlo.—Sí —tragué saliva—. Estoy aquí.Un paso. Otro. La distancia entre nosotros se redujo hasta que estuve lo suficientemente cerca co
KillianEl silencio es más cruel que cualquier grito.Lo descubrí la primera noche sin ella, cuando la ausencia de su voz convirtió mi apartamento en un mausoleo. Cada rincón olía a ella. Cada sombra tenía su forma. Incluso el café amargo de la mañana sabía como sus reproches suaves cuando quemaba el desayuno. Pero ya no estaba.Y lo peor era que no la culpaba.Todo esto—la sangre, los secretos, las decisiones que tomé sin consultarla—era una bomba de tiempo que finalmente explotó. Y el daño colateral fue Ariana.—No la pierdas, imbécil —me repetía en bucle, como un mantra inútil.Pero el eco era lo único que respondía.Me había convertido en un fantasma con piel. Vagaba de una habitación a otra, tocando los objetos como si así pudiera invocarla. No podía llamarla. No todavía. Tenía que dejarla respirar, aunque cada minuto que pasaba sin ella era como arrancarme la piel con las uñas.—Estás hecho mierda, Killian —dijo Mason, entrando en mi oficina sin llamar.Ni siquiera fingí dignida
Último capítulo