En la orilla de la desesperacion

Zendaya salió de la clínica con pasos lentos, como si el aire que la rodeaba pesara más que su cuerpo. Recuerda todo lo que hablo con el doctor cuando recibio el diagnostico.

—¡¿Embarazada yo!? ¡Nooo! ¡Debe ser un error, doctor! —exclamó Zendaya, incorporándose de golpe de la silla. Su bolso todó de sus piernas.

El médico, un hombre lobo de mediana edad con gafas rectangulares y bata impecable, no perdió la compostura. Cerró la carpeta con calma y la miró con seriedad mientras la ayudaba a levantar sus cosas del suelo. Luego volviieron a tomar asiento.

—No es un error, señorita Madews. Esta clínica es de renombre y yo hago mi trabajo con precisión. Repetimos la prueba dos veces. Está usted embarazada. Lamento que el resultado no sea el que esperaba, pero es confiable.

Zendaya se llevó ambas manos al rostro, con los ojos abiertos como platos.

—¡No puede ser! ¡Yo soy virgen! ¡Jamás he estado con un hombre lobo Alfa ! —su voz subió en desesperación, como si decirlo con fuerza pudiera desmentir la realidad.

El doctor ladeó la cabeza, visiblemente confundido.

—Entonces… le recomendaría hacerse una evaluación más profunda. A veces… ocurren cosas excepcionales. Sobre todo si usted pertenece a una variante biológica especial…

—¿Variante?

—¿Está segura que no ha estado cerca de ningún hombre lobo Alfa en los últimos dos meses? —preguntó el doctor, entrecruzando los dedos con expresión severa.

A menos que fuera la virgen con poderes o un caso especial no había forma de que haya quedado embarazada de la nada. Aunque hay. casos que embriones quedan dentro del feto antes de nacer y dan a luz a sus propios hermanos luego.

Zendaya tragó saliva. Dudó. Bajó la mirada, se mordió el labio.

—Pues... eso... —susurró, bajando la voz—. Estuve en celo. Y en dos ocasiones, en menos de 24 horas… dos amigos hombres lobo Alfas que conozco de niña me ayudaron a calmarme. No me penetraron… pero… yo dejé salir feromonas… y ellos… ellos se masturbaron… y según lo que vi ambos en las diferentes ocasiones se frotaron contra mí.

El doctor la observó en silencio, con los ojos entrecerrados tomando notas.

—¿Dos amigos hombres lobos alfas, señorita?

—Sí, doctor. Pero… ¿cómo voy a ir y decirles después de estar 5 años lejos de sus vidas?: “¡Hola, estoy embarazada y no sé cuál es el padre!” —alzó las manos en señal de derrota, con la voz temblando de indignación y angustia—. ¡Van a pensar que estoy loca! ¡O que lo hice a propósito!

El doctor respiró hondo y sacó una nueva hoja del expediente.

—Señorita Madews… escúcheme con atención. Usted no solo está embarazada… está esperando dos bebés licantropos.

Zendaya se quedó inmóvil. El mundo giró.

—¡Por los cielos!

—Además… al ser usted una Luna, va a necesitar la presencia de feromonas licantropos Alfa cercanas durante la gestación. Si no los reúne pronto… sus bebés podrían no desarrollarse por completo. Esto es grave y estará en peligro.

—¿Y si se odian entre ellos…o no quieren saber nada de mi? —susurró.

—Entonces... debe actuar pronto, o el destino decidirá por usted.

Zendaya bajó la mirada. El sudor frío recorriéndole la espalda.

De pronto, el dolor en su estómago ya no era solo físico.

Era miedo puro.

El zumbido del tráfico le perforaba los oídos, los murmullos de la gente eran lejanos, flotantes. En su mente solo resonaba una frase:

“Está usted esperando dos bebés licantropos.”

Se sentó en la cafetería frente al edificio de análisis. Habia ido a su rutina regular para hacerse los analisis de rutina. La taza de café humeaba frente a ella, intacta. Apretó el celular entre las manos. Lo desbloqueó. Entró en sus contactos. Jean. Leonard.

Ambos nombres estaban allí, como heridas mal cerradas.

Los miró. Dudó. Y volvió a bloquear la pantalla.

—No puedo… —murmuró, casi sin voz.

¿Cómo iba a decirles? Cinco años desaparecida. Ningún mensaje. Ningún cierre. Y ahora aparecer con un: “Hola, estoy embarazada y no sé cuál es el padre, pero quizás seas tú.”

No. No podía.

Además, ellos tenían sus vidas.

Leonard, con su imperio de jets. Jean, brillando como estrella mundial. Zendaya solo era una asistente de vuelo con uniforme prestado y miedo acumulado.

Y ahora, con dos vidas creciendo dentro de ella.

Recordó la advertencia del médico.

“A los seis meses no podrá seguir volando. La empresa no asume riesgos con embarazadas a término.”

Tres meses.

Tres meses para ocultarlo.

Tres meses para tomar una decisión.

Y su madre… su madre necesitaba la operación urgente. El cáncer seguía avanzando.

Al llegar a casa, todo olía a medicina, unguentos y lamentaciones.

—Zenya, ¿eres tú? —la voz de su madre, suave pero fatigada, salió desde la habitación.

—Sí, mamá. Te traje unas galletas de avena… las que te gustan —Zendaya entró y se agachó junto a la cama.

Mila Sterling le acarició el rostro con dedos temblorosos, aún dulces.

—Estás más pálida de lo normal mi pequeñal loba. ¿Todo bien?

Zendaya tragó saliva.

—Sí… solo cansada, nada más.

Irina, su tía, apareció desde la cocina con la bata de enfermera aún puesta.

—Hoy fue otro día difícil, pero mamá resistió bien la terapia —le informó con una sonrisa leve.

Zendaya asintió. Miró a las dos mujeres de su vida… y sintió que su alma se apretaba.

No podía fallarles.

No podía flaquear.

Esa noche, sentada en la sala con las luces apagadas, Zendaya abrazó una almohada contra el pecho.

—¿Cómo se le dice al mundo que está cambiando… cuando nadie está listo para escucharlo? Una virgen embarazada de dos alfas sin siquiera haberla penetrado—susurró al silencio.

Y por primera vez, lloró de verdad.

No solo por el miedo.

No solo por los bebés con caracteristicas unicas sin saber quien es el padre o si ambos son los padres.

Sino porque, en el fondo… no quería enfrentarlo sola.

Pero aún no podía decirlo.

No todavía. Al menos debia esperar unas semanas mas para saber si se conservaban.

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