—Así que… ¿debo vivir con ustedes dos? —preguntó Zendaya con incredulidad, sentada en la camilla mientras el médico revisaba sus últimas ecografías.
—No es una sugerencia, señorita Madews —dijo el doctor, con seriedad—. Su cuerpo es Luna inestable. Necesita las feromonas de estos dos lobos constantemente, o su embarazo será riesgoso. Especialmente si… ambos son padres. No lo sabremos hasta que nazcan.
Zendaya sintió un escalofrío recorrerle la espalda. Jean y Leonard se miraron, tensos. Ninguno dijo nada. Ninguno pensaba abandonar la batalla por su amor, pero primero estaba su vida y la de los bebés.
—Bien, pero debemos tener reglas de convivencias.
—Estamos de acuerdo.
Llegaron juntos al modesto apartamento de Zendaya en Queens. Ella abrió la puerta con manos temblorosas.
—Mamá, ya llegué —dijo con suavidad, entrando al pequeño espacio cargado de aroma a lavanda y medicamento.
Mila Sterling estaba sentada en el sofá, arropada con su manta preferida Viendo una telenovela de lobos ardi