Jean soltó una risita grave y la besó en los labios, lento, profundo, acariciándole la mejilla con ternura. Al separarse, sus ojos azules la miraban brillantes de deseo.
—¿Cuál beso te gustó más ayer? —preguntó con una sonrisa traviesa, ladeando la cabeza.
Leonard se incorporó un poco, sus orejas se movieron y sus ojos dorados la observaron con expectativa.
—Sí, dime… ¿quién besa mejor, luna? —preguntó con fingido tono herido, sacando el labio inferior en un puchero adorable que no concordaba con su gran cuerpo musculoso.
Ella tragó saliva, con sus mejillas encendidas.
—Ambos… besan delicioso… —susurró, avergonzada.
Leonard sonrió satisfecho, pero su mirada brilló con un fuego juguetón. Sin aviso, se deslizó bajo la sábana. Zendaya sintió un escalofrío recorrerle la espalda cuando su lengua cálida y húmeda lamió su trasero con lentitud, recorriendo con deleite cada rincón de su piel expuesta.
—¡Leonard! —gimió ella, cubriéndose la boca con ambas manos mientras su cuerpo temblaba.
Jean