Mundo ficciónIniciar sesiónTrás cometer un error que amenaza con desmoronar el legado de su familia; una de las más poderosas de la mafia siciliana, Angelo Provenzano tiene que ver cómo su hermano Leonardo, el heredero perfecto, el hijo leal, el favorito de su padre, se ofrece a casarse con la hija del enemigo, quedando ante todos como un héroe. Cansado de vivir bajo su sombra, Angelo toma la decisión de sabotear sus planes, seduciendo a la prometida de su hermano. Pero lo que empieza como una venganza, se convierte en deseo… y luego en algo más peligroso. Emily Lennox siempre supo que no se casaría por amor. Criada entre flashes y guardaespaldas, ha aprendido a sonreír y obedecer. Pero, cuando la vida la enfrenta a los dos hermanos, descubre que el deseo puede ser un juego peligroso que podría destruirlos a todos.
Leer másLeonardo
—¿Dónde está? —pregunta mi padre, abriendo la puerta de un empujón.
Está furioso y no lo culpo, mi hermano cada vez da más problemas y no parece querer sentar cabeza por más que se le pide que ponga los pies en la tierra y se comporte como lo que es: un heredero de la mafia siciliana.
—Papá, déjalo dormir un poco, es inútil hablar con él ahora. —Trato de apaciguar aunque sea un poco su coraje, con tal de que no explote contra Angelo y termine desheredándolo de una buena vez—. Hablaré con él cuando esté sobrio.
—No. ¡Ya basta! —dice, tirando de la almohada, provocando que la cabeza de mi hermano rebote contra el colchón—. ¡Despierta, irresponsable! Has ido muy lejos esta vez, Angelo. Dame la cara y soluciona esto como un hombre, carajo.
—¿Hombre? ¿Dónde? —murmura adormilado y con burla el susodicho, reviviendo aún más la ira del hombre que sujeta el puente de su nariz con frustración.
Está harto, puedo notarlo en cada mirada que le brinda y, por más que me gustaría abogar por mi hermano al igual que en las tantas otras ocasiones en las que ha cometido imprudencia tras imprudencia, admito que esta vez se pasó de la raya.
—Solo mírate, tienes la cara destrozada… —Mi padre baja el tono de su voz al ver las heridas en el rostro de Angelo. La decepción y la preocupación son evidentes en su mirada—. ¿Cómo mierdas fuiste tan idiota para irte a los golpes con un hombre como Elijah Lennox? ¿Sabes el poder que tiene esa familia?
—Pensé que nosotros éramos el poder —balbucea con sorna, y yo solo ruedo mis ojos, sorprendido por su manera de cabrear a nuestro padre con cada palabra que sale de su boca.
—Podemos tener mucho poder, hermano, pero no somos más grandes que un gobierno —espeto seriamente—. Ya es hora de que aprendas a comportarte y dejes de avergonzar a mi padre con cada estupidez que se te ocurre.
Apenas lo digo, me arrepiento.
Sé que siempre ha tenido cierto complejo de inferioridad con respecto a mí por ser adoptado, pero eso no quita que sus actos lo hagan hundirse cada vez más ante los ojos de nuestro padre.
Angelo profiere esa sonrisita suya que aparenta no afectarse por nada, pero lo conozco lo suficiente para darme cuenta de lo mucho que le ha dolido mi comentario.
—Claro, si fuera más como el perfecto de su hijo mayor, no se avergonzaría de mí, ¿cierto?
—Angelo —lo reprende mi parte.
—Solo queremos ayudarte, ¿no te das cuenta?
—¡Grazie! —balbucea teatralmente—. Ahora, si no les molesta, ¿podrían salir de mi habitación?
—Hola… —murmura una chica que sale del baño envuelta en una sábana, y mi padre se frota la cara, frustrado con el comportamiento de mi hermano.
—Ah, hola… —Se detiene Angelo, pues obviamente no recuerda su nombre.
—Alexa —completa ella, enviando una mirada indignada al desvergonzado de mi hermano.
—Hablaremos más tarde de esto —dice mi padre y sale de la habitación azotando la puerta, hecho una furia.
—¿Te quedas, hermano? —cuestiona Angelo de manera sugerente—. Podemos hacer un trío… ¿Qué dices?
La chica solo se encoge de hombros, dándome a entender que también está de acuerdo, y no puedo hacer más que negar con mi cabeza y salir de la habitación sin responder.
Es increíble cómo puede ser tan desobligado e irresponsable. Si bien, el mayor peso de la organización —después de mi padre— lo llevo yo, mientras que él solo se sienta sin hacer nada por interesarse en los asuntos de la Cosa Nostra como debería. Sale de fiesta cada noche, se gasta una pequeña fortuna apostando, bebiendo, y saliendo con mujeres diferentes cada que se le pega la gana. Necesita una lección.
Mi padre me espera en el pasillo cuando salgo de la recámara.
—Hijo, necesitamos hablar. ¿Puedes venir a mi oficina? —pregunta, y no puedo dejar de notar el cansancio en su voz.
Asiento, sabiendo que debe de tratarse de algo realmente serio, solo al ver ese gesto que le conozco tan bien. Sus ojos tan parecidos a los míos se han oscurecido, y las ojeras pronunciadas bajo sus párpados me dicen que lo que sea que le esté preocupando es tan importante como para no dejarlo descansar como es debido.
Llegamos a su despacho y tomamos asiento en la pequeña sala de estar. Lo que me resulta todavía más sospechoso es que, apenas entramos, mi madre hace acto de presencia y toma su lugar junto a mi padre.
—¿Se puede saber qué es tan importante que requiere de la intervención de mamá? —pregunto con sospecha.
—Amor, necesitamos que hables con tu hermano —comienza mi madre.
—Lo sé, lo intentaré…
—No —interrumpe mi padre—, lo que necesitamos es que lo convenzas de algo.
Mi ceño se frunce al no comprender a dónde quieren llegar con su súplica.
—El hombre al que golpeó es hijo de una de las familias más importantes en el país. Su padre tiene bastante poder en el gobierno, y tu hermano nos ha puesto en la mira —dice mamá con preocupación.
—¿A qué se refieren? —cuestiono con seriedad—. Hablen claro, no estoy entendiendo. He escuchado hablar de Elijah Lennox, pero…
—Su familia ha enviado una amenaza —me informa mi padre sin darle más vueltas—. Si no resolvemos esto, tendremos a todo el aparato militar y político encima por lo que ha hecho tu hermano. —Mi padre coloca los codos sobre sus rodillas y se retuerce el cabello con evidente frustración, antes de continuar hablando—: Han pasado años desde que no recibíamos una amenaza tan seria como la que hemos recibido de parte de Benjamin Lennox, el Presidente del Estado Mayor Conjunto. ¿Sabes el poder que tiene ese hombre? No necesita dar órdenes directas. Le basta con una llamada. El tipo es un veterano condecorado. Un general de cuatro estrellas, ¡por todos los santos! El presidente lo consulta hasta para respirar.
«Mierda».
—¿Qué podemos hacer? —indago, la tensión apoderándose de mis nervios—. ¿De qué quieren que convenza a mi hermano?
—Necesitamos ofrecer algo como tregua —resuelve, aunque creo que ya lo tiene más que planeado—. Una unión entre las familias sería lo ideal.
—No estarás pensando en casar a mi hermanita con el hijo de ese hombre, ¿o sí?
—Por supuesto que no, merda —pronuncia, haciendo una mueca de asco—. Benjamin tiene una hija, y Angelo tiene que pagar por su error. Necesita un escarmiento.
No digo nada mientras sopeso la idea. Y no puedo detener a tiempo la sonora carcajada que escapa de mi garganta al pensar que mi hermano accederá a casarse con una perfecta desconocida, solo para reparar un error que no tuvo la decencia de evitar.
—Lo siento —digo de manera entrecortada por la risa—. Sé que no es gracioso, pero… ¿Angelo? ¿Casándose?
—Tiene que hacerlo —espeta papá con autoridad—. Lo hará si no quiere que lo desconozca como miembro de la familia.
—¡Luka! —advierte mi madre, sorprendida—. Jamás haríamos eso, de seguro habrá alguna manera de…
—Esta vez no la hay, Alina —responde.
Toda la diversión abandona mi cuerpo en el momento en que mi padre ha llamado por su nombre a mi madre, y no por sus habituales apodos: amore, cariño, cara, bella. Nunca lo había visto tan preocupado como ahora, para ser sincero.
—Yo lo haré —resuelvo sin detenerme a pensar ni un segundo en mis palabras.
«Joder, ¿qué hice?», pienso, pero ya es tarde para retractarme.
—Hijo, esto es serio, no bromees con algo así —murmura mi madre, afligida.
—Sé que lo es, madre —aseguro con valentía y compromiso—. Todos aquí sabemos que, aunque hable con Angelo y le explique la situación, él no accederá a casarse.
Mi padre guarda silencio y, aunque no lo diga, sabe que tengo razón. Soy el mayor, seré su sucesor, y hace mucho que acepté mi papel dentro de la organización.
Se hacen sacrificios por un bien mayor y yo estoy dispuesto a darlo todo por nuestra familia.
—Amor… no es la manera en que hubiese querido que te unieras a alguien —lloriquea mi madre—. Siempre soñé con verte feliz junto a una mujer que tú eligieras.
—Mamá, ¿no hicieron lo mismo ustedes? —pregunto, recordando la manera en que ellos se conocieron—. Y, míranos aquí. Ustedes son felices, tienen tres hijos que aman y todo salió bien. ¿Por qué no habría de sucederme lo mismo a mí?
—Es verdad —concuerda mi padre—. De hecho, es lo mejor —espeta convencido.
—Entonces, es un hecho —declaro—. Informa a la familia Lennox sobre la tregua y, si aceptan, anunciaremos la boda en cuanto todo esté acordado.
Mis padres me observan impresionados. Mamá derrama lágrimas silenciosas que limpia con apuro, mientras que papá se pone de pie, instándome a hacer lo mismo, y me da un fuerte abrazo que me descoloca, antes de decir:
—Eres todo un hombre, Leonardo. Estoy muy orgulloso de ti.
—¡Emily! —grito, captando las miradas de todos. La chica se queda boquiabierta al verme y juro por Dios que el gesto me parece lo más tierno que he visto nunca.—¿Angelo? —balbucea acercándose a mí. Su mirada se pasea por los alrededores, como si acabara de cometer un delito y tratara de cerciorarse de que nadie la ha visto.—¿Qué haces aquí a esta hora? —pregunto con verdadero interés.—Yo… —Pasa un mechón de su cabello por detrás de su oreja con nerviosismo y muerde su labio inferior.No puedo evitar que mis ojos se queden pegados en la manera en que lame sus labios, y algo en mi interior despierta ante ese gesto.—Tomo clases nocturnas de literatura —murmura en un susurro que me hace fruncir el ceño.—¿Literatura? ¿Y por qué parece que acabaras de deshacerte de un cadáver? —pregunto con diversión.No encuentro qué tiene de malo o vergonzoso tomar clases de literatura. Es un poco raro que lo haga de noche y en este preciso lugar, para ser sincero, pero no encuentro el delito en el
AngeloLa música inunda mis sentidos en cuanto cruzo las puertas dobles del club que manejo. Los guardias de la entrada me dan los pormenores: cuántas personas hay dentro, quiénes sobresalen entre la multitud, los reservados están ocupados por hijos de los hombres más poderosos de la ciudad y todo parece ir en orden. Me encuentro con Noah en nuestra mesa de siempre, en la zona VIP, desde donde podemos ver gran parte del club y podemos estar lo suficientemente lejos del sonido ensordecedor de los altavoces. —¿Qué te pasa? —pregunta al ver la manera en que me desplomo sobre el sillón—. Traes una cara…—Jodida mierda, hermano. —Saco un cigarrillo del paquete y lo coloco en mi boca, lo enciendo, le doy una calada y exhalo todo el humo por la nariz, antes de continuar—. Estoy frito.—Es Al, ¿cierto? —pregunta, dando un trago a su whisky.—Sí. No sé cómo decirle que no estoy interesado en ella de esa forma —confieso.—Te dije que hablaras con ella desde hace tiempo, antes de que creciera
AngeloEstaciono frente a la acera, y entro con apuro al ver que casi es hora de servir los alimentos a los indigentes de la ciudad que buscan algo qué llevar a sus estómagos vacíos. Apenas pongo un pie dentro, todas las miradas se posan sobre mí. Nunca antes había estado aquí, así que es una reacción normal, supongo.Una amable mujer se acerca, restregando sus manos en su delantal.—¿Podemos ayudarle en algo, joven? —Soy voluntario —digo colocando en mi rostro la sonrisa más cordial que puedo fingir, y a ella le brillan los ojos con agradecimiento.—¡Oh, genial! —exclama emocionada—. Entonces… ¿puedes ayudarnos en la cocina? Aún hace falta preparar algunos alimentos.—Por supuesto. Será un placer. Mi sonrisa titubea al saber que tendré que realizar el trabajo de verdad, pero no doy pie a sospechas y la sigo hacia la cocina llena de personas que lavan, cortan, guisan y empacan alimentos en cadena. Parecen jodidas hormiguitas trabajando en una perfecta sincronía. La mujer me indic
AngeloApenas termina el circo del compromiso, tomo mi motocicleta y salgo de la casa sin rumbo fijo. Las ruedas conocen mi destino antes que yo y, para cuando me doy cuenta, ya estoy en la intersección donde se llevan a cabo las carreras clandestinas.El rugir de los autos, el olor a neumático quemado y la música inundan mis sentidos, haciéndome sentir en calma. A menudo vengo aquí cuando necesito distraerme de la pesadilla de la familia Provenzano. Aún puedo escuchar en mi mente la sarta de adulaciones hechas hacia mi hermano durante la reunión, y el estómago se me revuelve al saber toda la atención extra que se llevará en adelante con los compromisos que debe cumplir.Estaciono mi motocicleta y me acerco a mis amigos, quienes se encuentran recargados en el Nissan GTR de Noah. Saludo a todos y saco un cigarrillo para relajarme de toda la mierda que traigo en la cabeza.—¿Qué pasa, hombre? Te ves mal —dice mi amigo, conociéndome tan bien—. ¿Problemas en el paraíso? —espeta sonriend
°✾Emily✾° El auto avanza en silencio por las calles iluminadas de la ciudad, como si supiera que está llevando a una familia rota hacia su sentencia.Las luces de los faroles se reflejan en los cristales polarizados, y por un momento, me imagino que son flashes. Como los de siempre. Como los que me han seguido desde que aprendí a sonreír por obligación.Elijah no ha pronunciado ni una palabra desde que salimos de casa. Pero no hace falta, su mandíbula apretada habla por él. Sus nudillos blancos, sus ojos fijos en la ventana.—No importa lo que estés pensando en este momento, Elijah —dice nuestro padre sin girarse—. Sácatelo de la cabeza. No estamos jugando. Esta noche no hay espacio para tus provocaciones.Mi hermano no responde. Ni siquiera parpadea.Pero yo lo conozco. Sé que cada palabra de nuestro padre revive una chispa de ira más en su pecho.—Los Provenzano son intocables entre los suyos —continúa—. No se les intimida. No se les desafía. Esta cena es más que una formalidad. Es
AngeloUna semana ha pasado desde “el problema”, y por fin se ha llegado a un acuerdo con la familia Lennox, quienes se han hecho los difíciles, pero aun así han aceptado unir a su hija con el estirado de mi hermano. Esta noche se harán las presentaciones, y todo el mundo en la casa anda vuelto loco.Veo a Leonardo desde el marco de la puerta con recelo: cómo acomoda su perfecta corbata, en su perfecto traje de diseñador, listo para recibir a la que será su futura esposa sin siquiera demostrar su apatía ante su deprimente situación.«Todo un mártir», resoplo para mis adentros.—¿Vas a quedarte ahí, o vas a pasar y decirme cómo me veo? —pregunta, dándome una mirada de soslayo.—Estás perfecto, hermano. Como siempre. —Suelto un suspiro sarcástico mientras avanzo en su dirección—. ¿Estás nervioso?—Sí, un poco, si te soy sincero —exhala, pasándose los dedos por el cabello, acomodando cada hebra en su lugar.—No me digas que ya te arrepentiste de casarte —me burlo.—No —se apresura a deci
Último capítulo