Elif Pellegrini
En el cielo de la mafia, la tempestad era la furia del Don, un cielo de plomo que se desplomaba sobre sus enemigos. El miedo, como una sombra alargada, acechaba en los callejones oscuros, donde el poder de la mafia era ley. La sangre, tinta roja en el lienzo de la ciudad, narraba las brutales verdades del imperio mafioso. El poder, cual rayo incandescente, surgía del cielo nocturno, iluminando el camino de los líderes mafiosos. La tempestad era el rugido del león herido, el Don, cuyo poder se extendía por todo el territorio. El miedo, cuál niebla espesa, envolvía a aquellos que osaban desafiar el poder de la mafia. La sangre, cual río carmesí, arrastraba las esperanzas de aquellos que se cruzaban en el camino del Don. El poder, cual sol implacable, quemaba a aquellos que se acercaban demasiado, recordándoles su lugar. La tempestad era la danza macabra de la mafia, donde el cielo se vestía de tragedia y el poder reinaba. El miedo, cual lobo hambriento, acechaba a la sombra del poder, listo para devorar a los incautos. ¿Poético no? Soy Elif Pellegrini, primogénita y única hija de Marcelo Pellegrini, consigliere de la mafia italiana. O mejor dicho, el abogado del diablo. Mi familia se destaca por más de dos décadas al ser defensores legales de estos criminales. No puedo negar que vivo una vida extraordinaria a través de la corrupción. Ropa de marca. Coches de último modelo. Joyas valiosas. Todo lo que te puedas imaginar, los privilegiados como yo, lo tenemos ¿El problema de todo esto? ¡Claro que lo hay! Al salvarle el trasero más de una vez a los Mancinelli nos une como vínculo para toda la vida, ellos no les conviene que mi padre los deje de representar y a mi padre que lo metan bajo tierra con vida. O es un ganar ganar, o perder perder. Así de sencillo. — Mia figlia. — saluda mi padre sentándose de cabecilla para desayunar. "Hija mía" — Buen día padre ¿Cómo amaneces? — Bien dentro de todo el trabajo que tengo — toma un sorbo de café —. Hoy nos reuniremos con los Mancinelli, después de tantos años, podrás conocer a mi mejor amigo y Don de la mafia italiana. — ¿Emilio no es el jefe? — pregunto curiosa. Niega con una sonrisa. — Emilio solo es una marioneta del Don, nadie conoce su rostro. Excepto él, el servicio y yo. — Definitivamente ustedes viven en una mentira que creen que es verdadera. — ruedo los ojos — En fin, no me interesa conocerlo papá. A Marcelo se le oscurecen los ojos ante mi negativa. Mi padre me consiente en todo, soy una verdadera mimada; sin embargo, negarle lo poco que él me pide, es una ofensa. — Elif... — sentencia. — Una hora y me voy. Asiente no muy convencido. Ambos terminamos de desayunar en silencio, él leyendo el periódico y yo pensando cómo viajar sin que mi padre me ponga seguridad para todos lados ¿Y si me escapo? Me encontrará ¡Ahhh, es frustrante! Tengo veintidós años y pareciera que fuera una niña ante los ojos del hombre que me engendró, no tengo amigos, ni un familiar con el que me lleve bien. Solo somos mi papá y yo desde que mi madre murió. Al final, Marcelo se despide teniendo que ir al bufete de urgencia quedándome sola en el comedor y todos los inmensos cuadros que me rodean. Cojo mi Iphone e ingreso a i*******m, veo vestidos que me llaman la atención, zapatillas de infarto y noticias que pueden ser amarillistas. "¡Italia en movimiento! Con el rumor de que la mafia está en las calles, ponen en tensión a los ciudadanos de la ciudad de Sicilia. Todos ven, pero callan por su propio bien ¿Tendrán algo que ver la familia Mancinelli?" Ahora entiendo porqué mi padre salió prácticamente corriendo, las canas que tiene Marcelo son provocadas por el estrés que esa familia le provoca. Mi abuelo murió de un infarto, mi tío de un derrame cerebral y mi tía prefirió estudiar medicina antes que terminar como ellos; desde mi perspectiva, Marta fue inteligente, por ello, vive una vida relativamente tranquila que de lo único que se tiene que preocupar es de sus pacientes. Quise elegir el mismo camino que ella, pero la medicina es muy fuerte para mi pequeño cerebro. Ser abogada... Pues es algo a lo que mi padre me obligó desde niña, y más siendo la primera mujer Pellegrini que lo es. Cabe destacar, que tampoco es mi vocación, lo es la poesía y la pintura, un arte inexplicable que me hace desconectar con mi realidad. Exhalo y me voy a mi habitación para ver qué me pongo para la hora de falsa en el viñedo de los Mancinelli. [...] Por el problema que hubo hoy con la prensa, mi padre no le dará tiempo de pasar por mí. A lo que mi guardaespaldas me llevará hacia el viñedo sin poder refutar. El rugido del motor resonaba en mis oídos, una sinfonía mecánica que marcaba el compás de mi ansiedad. Mis manos, posadas sobre el regazo, se retorcían nerviosas, aferrándose a un bolso que parecía pesar una tonelada. A través de la ventana, el paisaje siciliano se deslizaba ante mis ojos, un tapiz de verdes colinas y pueblos pintorescos que contrastaba con la tensión que atenazaba mi pecho. El chofer, un hombre corpulento de rostro pétreo, conducía con una calma que yo envidiaba. Sus ojos, ocultos tras unas gafas de sol oscuras, parecían escrutar el camino con una intensidad felina. Apenas habíamos intercambiado un par de palabras desde que había subido al coche, un silencio que sólo contribuía a aumentar la atmósfera de misterio que me rodeaba. A medida que nos adentrábamos en el corazón de la isla, el paisaje urbano daba paso a una campiña salpicada de viñedos y olivares. El aire se volvía más fresco, impregnado del aroma de la tierra y las flores silvestres. A pesar de la belleza del entorno, mi mente no podía apartarse de la imagen del Don Mancinelli, el hombre cuyo nombre pronunciaban con respeto y temor en los bajos fondos de la ciudad. ¿Cómo sería su rostro? ¿Qué clase de hombre se escondía tras la leyenda? Las preguntas se arremolinaban en mi cabeza como abejas en un panal, aguijoneando con su insistencia. Había escuchado tantas historias sobre él: algunas hablaban de un hombre cruel y despiadado, capaz de ordenar la muerte de un hombre con un simple chasquido de dedos. Otras, en cambio, lo describen como un líder astuto y carismático, un hombre que había construido un imperio a base de inteligencia y determinación. Bueno, lo escuché de la boca de mi padre. La incertidumbre me carcomía por dentro. No sabía qué esperar de aquel encuentro, pero una cosa era segura: mi vida estaba a punto de cambiar para siempre. Lo presiento. El coche giró bruscamente, abandonando la carretera principal y adentrándose por un camino de tierra flanqueado por altos cipreses. El final de mi viaje se acercaba. Cuando el vehículo se detuvo frente a una majestuosa villa de piedra, mi corazón latió con fuerza en mi pecho. La mansión, con sus muros cubiertos de hiedra y sus ventanas cerradas, parecía guardar secretos inconfesables. El chofer salió del coche y me abrió la puerta con una reverencia. —Hemos llegado, señorita Elif —anunció con voz grave. Tragué saliva y asentí con la cabeza, incapaz de articular palabra.