Romeo Mancinelli
Nunca imaginé que un día tan tranquilo se tornaría en una tormenta. El sol brillaba sobre las colinas del viñedo, y el aire estaba impregnado del dulce aroma de las uvas maduras. Era un momento perfecto para disfrutar de la paz que había construido con esfuerzo y sangre. Pero la tranquilidad es un lujo que no dura para siempre en este mundo.
Estaba sentado en mi oficina, revisando algunos documentos, cuando escuché un golpe firme en la puerta. Era Emilio, mi mano derecha, el hombre en quien confiaba ciegamente. Su rostro, normalmente sereno, mostraba una preocupación que no podía ignorar.
—Don Romeo —comenzó, su voz grave y tensa—, tengo noticias.
El corazón me dio un vuelco. Emilio nunca traía buenas noticias, y su tono lo decía todo.
—El Capo de la mafia turca, Mazhar Arslan, se encuentra en nuestro territorio. Lo han visto en un bar cerca del viñedo.
La mención de Mazhar hizo que una oleada de ira recorriera mi cuerpo. Era un hombre astuto y peligroso, conocido por