6° Miserable II

La decisión de encontrarme con Mazhar Arslan me llenaba de nerviosismo y emoción. Mientras me miraba en el espejo, sabía que este encuentro era crucial, pero debía ser cuidadosa. No podía dejar que mi padre se enterara, así que me preparé con meticulosidad, cada prenda una declaración silenciosa de mi determinación.

Empecé por elegir una blusa de seda color marfil, suave al tacto y con un ligero brillo que capturaba la luz. El tejido se ajustaba a mi figura, realzando mis curvas sin ser demasiado revelador. La elegí porque quería proyectar elegancia y confianza, sin parecer demasiado provocativa.

A continuación, busqué una falda negra que llegaba justo por debajo de las rodillas. Era ceñida, pero cómoda, permitiéndome moverme con libertad. La combinación de la blusa y la falda creaba una silueta sofisticada, perfecta para la imagen que quería dar. Para complementar mi atuendo, decidí ponerme unos pendientes de perlas que había heredado de mi madre. Eran un símbolo de elegancia y tradición familiar. Con cuidado, los coloqué en mis orejas, sintiendo cómo añadían un toque de delicadeza a mi look.

Finalmente, elegí unos tacones negros, altos pero manejables. Sabía que me darían una postura más segura y una presencia más imponente. Al calzarlos, me sentí más fuerte, lista para enfrentar lo que viniera.

Con mi vestimenta lista, era hora de arreglar mi cabello. Me dirigí al espejo y solté mi largo cabello oscuro, dejándolo caer sobre mis hombros. Decidí hacer ondas suaves, que enmarcan mi rostro y dieran un aire de frescura y desenfado. Tomé un rizador y, con movimientos precisos, creé ondas sueltas que caían con gracia. Una vez que terminé, pasé mis dedos por mi cabello, asegurándome de que se viera natural y no demasiado elaborado. Quería que mi apariencia reflejara mi autenticidad, sin perder la elegancia.

A continuación, apliqué un poco de maquillaje. Opté por un toque de base ligera, un poco de rubor en las mejillas y delineador que acentuara mis ojos. Quería que mis ojos, esos que habían capturado la atención de Romeo, brillaran con intensidad. Un labial nude completó el look, manteniendo el enfoque en mis ojos.

Antes de salir, me detuve un momento para observar mi reflejo. La mujer que miraba de vuelta parecía decidida y lista para enfrentar lo desconocido. No sabía que Mazhar Arslan era solo un empresario de renombre, un hombre que había despertado mi curiosidad y que prometía una vida diferente.

Con el corazón latiendo con fuerza, tomé una respiración profunda. Era hora de salir y enfrentar el mundo, de desafiar los límites que se me habían impuesto. Con un último vistazo a mi imagen, abrí la puerta y salí, lista para el encuentro que podría cambiar mi vida para siempre.

El trayecto hacia el restaurante era un laberinto de emociones. Cada giro de la carretera me acercaba más a Mazhar Arslan, y la anticipación se mezclaba con un ligero nerviosismo. Al llegar, el lugar se alzaba elegante y discreto, con luces tenues que creaban un ambiente íntimo.

Al entrar, el aroma de la comida turca me envolvió. El lugar era acogedor, con mesas bien dispuestas y una decoración que hablaba de tradición y sofisticación. Un camarero me condujo a una mesa en un rincón apartado, donde Mazhar ya me esperaba.

Cuando lo vi, mi corazón dio un vuelco. Él estaba sentado con una confianza innata, vestido con un traje oscuro que acentuaba su figura atlética. Sus ojos verdes brillaban con una intensidad que me hizo sentir como si estuviera siendo observado en cada detalle.

—Elif —dijo, levantándose para saludarme, su voz profunda resonando en el aire—. Me alegra que hayas venido.

Su mirada era penetrante, como si pudiera leer mis pensamientos. Me senté frente a él, sintiendo cómo la tensión entre nosotros crecía.

—Gracias por invitarme —respondí, intentando mantener la compostura, aunque mi corazón latía con fuerza.

Mientras el camarero traía la carta, Mazhar se inclinó hacia mí, su mirada fija en mis ojos.

—Quiero que sepas que este lugar es solo para nosotros esta noche. No hay distracciones, solo tú y yo.

Sus palabras tenían un peso que resonaba en mi pecho. Había una posesión en su tono, una declaración de intenciones que me dejó intrigada y un poco asustada.

A medida que la cena avanzaba, Mazhar se mostró encantador y atento, pero había algo más en su forma de actuar. Cada vez que se inclinaba hacia mí, su brazo se extendía sobre la mesa, como si quisiera marcar territorio. Su mirada no se apartaba de mí, y podía sentir que el ambiente se cargaba de una tensión palpable.

—Eres diferente a las demás —declaró, su voz suave pero firme—. Quiero que sepas que te quiero solo para mí.

Su afirmación me sorprendió. No sabía cómo responder. La idea de ser "solo para él" me generaba una mezcla de emociones: deseo, curiosidad, y un atisbo de preocupación.

—Mazhar, no sé si entiendo lo que eso significa —dije, tratando de mantener la calma. Mis pensamientos se agolpaban, y la realidad de su mundo comenzaba a asomarse en mi mente.

Él sonrió, pero su expresión era seria. Era un hombre que sabía lo que quería y no dudaba en ir tras ello. —Lo sé, Elif. Pero no te preocupes. Quiero que sientas lo que yo siento. Esta noche es solo el comienzo.

Mientras hablábamos, la atracción entre nosotros se intensificaban. Su cercanía, el roce de su mano sobre la mía, todo parecía un juego peligroso. Había algo en su mirada que me hacía sentir viva, pero también vulnerable.

A medida que la cena avanzaba, las palabras se desvanecen y el silencio se llenaba de una tensión eléctrica. Era consciente de que estaba cruzando una línea, pero la curiosidad por descubrir quién era realmente Mazhar Arslan me empujaba hacia adelante.

Cuando finalmente terminamos la cena, me sentí atrapada en un torbellino de emociones. No sabía si debía seguir adelante o dar un paso atrás. Pero una cosa era clara: Mazhar no era un hombre común, y mi vida estaba a punto de cambiar de maneras que nunca habría imaginado.

Mientras nos levantábamos de la mesa, la atmósfera se sentía cargada, como si el aire mismo estuviera vibrando con la tensión entre nosotros. Mazhar me miró con una intensidad que me hizo dudar, pero también me atrajo hacia él de una manera que no podía ignorar.

—Elif —dijo, su voz suave pero firme—. Hay un lugar más íntimo al que me gustaría llevarte. Un lugar donde podamos hablar sin interrupciones.

Mis instintos comenzaron a chocar. La idea de seguirlo a un lugar más privado me llenaba de inquietud. No sabía mucho sobre él, y la posibilidad de adentrarme en su mundo me asustaba. Sin embargo, había una parte de mí que anhelaba conocerlo más, descubrir los secretos que ocultaba.

—¿Qué tipo de lugar? —pregunté, tratando de mantener la voz firme, aunque mi corazón latía con fuerza.

Mazhar sonrió, pero había algo en su expresión que me hizo sentir vulnerable. Era consciente del poder que tenía sobre mí, y eso me hacía dudar.

—Un lugar donde podamos ser solo nosotros, lejos de las miradas curiosas. Te prometo que estarás a salvo.

Sus palabras resonaron en mi mente. ¿Realmente podía confiar en él? No sabía si era un empresario o algo más oscuro, pero había una atracción entre nosotros que era difícil de ignorar.

Miré a mi alrededor, buscando alguna señal de advertencia. El restaurante era elegante, pero el mundo exterior parecía distante. La idea de salir con un desconocido a un lugar más privado era arriesgada, pero la curiosidad me empujaba a seguir adelante.

—Está bien —dije finalmente, sintiendo que había tomado una decisión que podría cambiar mi vida—. Vamos.

Mientras caminábamos hacia su coche, la tensión entre nosotros era tangible. Mazhar abrió la puerta del automóvil y me invitó a entrar con un gesto elegante. Una vez dentro, el silencio se llenó de una mezcla de anticipación y nerviosismo.

—No te arrepentirás —murmuró mientras arrancaba el motor, y yo me sentí atrapada entre el deseo de conocerlo más y el temor a lo desconocido.

El trayecto fue breve, pero cada segundo se sintió como una eternidad. Las luces de la ciudad pasaban rápidamente por la ventana, y yo me perdía en mis pensamientos. ¿Qué me esperaba en ese lugar? ¿Era realmente seguro?

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