Elif Pellegrini
La mañana continuaba su curso, y cada flecha que lanzaba me llenaba de una nueva energía. El Don me observaba con aprobación, y yo sentía que cada tiro no solo mejoraba mi técnica, sino que también fortalecía mi confianza. Sin embargo, en medio de mi concentración, una voz interrumpió el momento.
—Es hora de la reunión con los socios —susurró Emilio, acercándose sigilosamente. Su tono era bajo, casi conspirativo, como si no quisiera romper la atmósfera que habíamos creado.
Me volví hacia el sonido, y vi cómo Emilio se acercaba a Romeo, que estaba en un rincón del jardín, observando la escena con interés. La expresión de Romeo era seria, y en su rostro se reflejaba la tensión habitual que lo acompañaba en estos momentos.
—Deberías escuchar todo desde la habitación de seguridad. —continuó Emilio, su mirada fija en Romeo.
El Don y yo nos miramos en un instante de confusión. La atmósfera que habíamos construido se desvaneció, reemplazada por la sombra de la responsabilida