La Esposa Heredera Rechazada

La Esposa Heredera RechazadaES

Romance
Última actualización: 2025-07-13
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Resumen
Índice

Liana siempre creyó que el amor podía surgir del sacrificio. Aceptó casarse con Massimo, el hombre que amaba en silencio, sabiendo que su matrimonio era una farsa destinada a proteger una herencia y un linaje. Durante tres años vivió como la esposa perfecta, madre de una niña que se convirtió en el centro de su universo… hasta que descubrió que todo había sido un plan meticuloso. Danna, su hermana mayor y el verdadero amor de Massimo, no solo regresó, sino que también vino dispuesta a tomar lo que, según ella, le pertenece: al hombre, al estatus… y a la hija que Liana llevó en el vientre por un pacto encubierto que jamás aceptó del todo. Rodeada por una familia manipuladora, un esposo que nunca la amó y una hermana que la traicionó sin remordimiento, Liana deja de ser la esposa sumisa y se convierte en una madre dispuesta a todo. Con cámaras ocultas, estrategias legales y la inesperada ayuda de un hombre del pasado, Liana comenzará a desenmascarar a quienes creyeron que podrían borrarla. Pero en esta guerra de mentiras, poder y secretos familiares, descubrir la verdad es solo el primer paso. Porque esta vez… nadie le quitará a su hija. Y Massimo… Oh, Massimo… pagarás por todo el daño.

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Capítulo 1

Capítulo 1

Hoy era un día muy importante para mí y para Massimo. Hoy era el día de nuestro aniversario número tres. Oficialmente teníamos tres años de casados y una niña de dos años. Una pequeña con los ojos igual de verdes y brillantes que su padre, todo lo contrario a los azul intenso míos. 

Con algo de emoción terminé los últimos detalles de la mesa y coloqué la cena, luego fui hasta la habitación y me vestí mientras tarareaba una suave canción.

La madre de Massimo al saber que era nuestro aniversario se había ofrecido a cuidar a Oliv, nuestra bebé. 

Ciertamente no podía decirlo en voz alta, pero si me lo preguntaban, ella era la única que me había tratado bien en esta familia cuando llegué, bueno, me trataba incluso mejor que mi propia familia.

Yo amaba a Massimo, me había dado a nuestra pequeña y de alguna manera había estado enamorada de él desde que me encontraba en la secundaria, en aquel entonces donde él ni siquiera volteaba a darme una mirada.

Pero él y yo nos habíamos casado por conveniencia, porque de lo contrario, hubiese perdido la herencia de su padre y él y su madre se hubieran quedado en la calle. 

La verdad aquí es que Massimo nunca me había amado y tal vez nunca me amaría, no mientras tuviera a Dianna, su verdadero amor en su corazón. Dianna había estado en el extranjero, estudiando para su doctorado cuando surgió la urgencia del matrimonio con la muerte repentina de su padre y yo, Liana, la hermana menor, había sido solo el reemplazo de momento. 

Recuerdo que Danna me había maldecido cuando se enteró y abandonó a Massimo para siempre a su suerte. Pero lo había hecho desde siempre, desde la secundaria. Mientras yo andaba detrás de Massimo sin recibir su atención, él seguía de la misma forma a mi hermana, recibiendo lo mismo que recibía yo a cambio. 

Pero mi familia, o mi desgraciada familia. Ellos no podían permitir que la herencia de Massimo estuviera fuera de sus interesadas garras, por eso me habían obligado a casarme con él, porque aunque lo amaba desde las sombras, no podía permitirme estar casada con él mientras amaba a mi hermana. 

Así que prometieron que yo no me entrometería. Que le daría un hijo para cumplir con las estipulaciones y cuando Danna regresara yo me haría a un lado. 

Mi hermana regresó al año siguiente y creo que se arrepintió de haber desaparecido. Pero si dices amar a alguien no desapareces y lo dejas esperando por ti, solo para que tú disfrutes tu supuesta libertad. 

La cuestión aquí es que, Massimo nunca había sido malo conmigo y aunque solo tuvimos intimidad una noche y nunca había estado con nadie más que él, al menos me respetaba en ciertos aspectos y nunca faltaba a nuestras cenas de aniversario. 

Con las manos temblorosas me senté en la mesa y miré el reloj cuando dieron las nueve de la noche, luego las diez, luego las once. 

La comida se enfrió, las velas se derritieron y yo me quedé esperando a que en algún momento Massimo cruzara por esa puerta, pero nunca lo hizo. 

A las once y media, apagué las velas con los dedos temblorosos. La cera derretida había formado pequeños lagos sobre el mantel, y el aroma de la cena, que antes me parecía acogedor,  ahora me daba náuseas.

Me levanté en silencio, recogí los platos y los llevé al fregadero sin probar bocado. Mientras el agua corría, el nudo en mi garganta crecía, y las lágrimas, finalmente, se deslizaron por mis mejillas.

No era la primera vez que se ausentaba… pero sí era la primera vez que sentía que ya no tenía sentido esperar. Tal vez porque esta vez no había excusas. No había una llamada. No había un mensaje. Solo su ausencia… y un vacío que no me dejaba respirar.

Me quité el vestido despacio, sintiéndome ridícula. Había tardado más de una hora eligiéndolo. Quería verme bonita. Quería que, por un instante, me viera con los ojos con los que alguna vez miró a Danna.

Pero ni siquiera en su ausencia pude sacarle a Danna de la cabeza a Massimo, ni mi hija ni yo bastamos, no fuimos lo suficiente. Y ahora, que ella habìa regresado hacìa unos días, dudaba de que volviera a elegirme a mí en algún momento,  había regresado para arrebatarme todo lo que había construido sin siquiera decir una palabra, sin siquiera dejar notar su presencia de forma física,

Me miré en el espejo. Mis ojos estaban hinchados, y mi maquillaje corrido. No parecía una esposa. No parecía una mujer amada. Sólo parecía una sombra, un recuerdo que ya no dolía porque se había acostumbrado al olvido.

Esa noche no dormí. Me senté en el sillón del cuarto de Oliv, observando todas las decoraciones y recordando aquella noches en las que Massimo y yo decidiamos acostarla juntos, aunque luego saliéramos y cada uno se dirigiera hacia habitaciones separadas. Me pregunté si algún día me culparía por haberla traído a este mundo sin amor. Si algún día me miraria con resentimiento por haber sido solo una pieza más en el juego de intereses de los adultos.

Cuando el reloj marcó las cinco de la mañana, escuché la puerta de la casa abrirse con cuidado. Pasos sigilosos. El leve crujido del piso de madera.

Massimo había llegado.

Pero yo de alguna manera,  ya no era la misma mujer que había preparado la cena horas antes.

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