Liana siempre creyó que el amor podía surgir del sacrificio. Aceptó casarse con Massimo, el hombre que amaba en silencio, sabiendo que su matrimonio era una farsa destinada a proteger una herencia y un linaje. Durante tres años vivió como la esposa perfecta, madre de una niña que se convirtió en el centro de su universo… hasta que descubrió que todo había sido un plan meticuloso. Danna, su hermana mayor y el verdadero amor de Massimo, no solo regresó, sino que también vino dispuesta a tomar lo que, según ella, le pertenece: al hombre, al estatus… y a la hija que Liana llevó en el vientre por un pacto encubierto que jamás aceptó del todo. Rodeada por una familia manipuladora, un esposo que nunca la amó y una hermana que la traicionó sin remordimiento, Liana deja de ser la esposa sumisa y se convierte en una madre dispuesta a todo. Con cámaras ocultas, estrategias legales y la inesperada ayuda de un hombre del pasado, Liana comenzará a desenmascarar a quienes creyeron que podrían borrarla. Pero en esta guerra de mentiras, poder y secretos familiares, descubrir la verdad es solo el primer paso. Porque esta vez… nadie le quitará a su hija. Y Massimo… Oh, Massimo… pagarás por todo el daño.
Leer másHoy era un día muy importante para mí y para Massimo. Hoy era el día de nuestro aniversario número tres. Oficialmente teníamos tres años de casados y una niña de dos años. Una pequeña con los ojos igual de verdes y brillantes que su padre, todo lo contrario a los azul intenso míos.
Con algo de emoción terminé los últimos detalles de la mesa y coloqué la cena, luego fui hasta la habitación y me vestí mientras tarareaba una suave canción.
La madre de Massimo al saber que era nuestro aniversario se había ofrecido a cuidar a Oliv, nuestra bebé.
Ciertamente no podía decirlo en voz alta, pero si me lo preguntaban, ella era la única que me había tratado bien en esta familia cuando llegué, bueno, me trataba incluso mejor que mi propia familia.
Yo amaba a Massimo, me había dado a nuestra pequeña y de alguna manera había estado enamorada de él desde que me encontraba en la secundaria, en aquel entonces donde él ni siquiera volteaba a darme una mirada.
Pero él y yo nos habíamos casado por conveniencia, porque de lo contrario, hubiese perdido la herencia de su padre y él y su madre se hubieran quedado en la calle.
La verdad aquí es que Massimo nunca me había amado y tal vez nunca me amaría, no mientras tuviera a Dianna, su verdadero amor en su corazón. Dianna había estado en el extranjero, estudiando para su doctorado cuando surgió la urgencia del matrimonio con la muerte repentina de su padre y yo, Liana, la hermana menor, había sido solo el reemplazo de momento.
Recuerdo que Danna me había maldecido cuando se enteró y abandonó a Massimo para siempre a su suerte. Pero lo había hecho desde siempre, desde la secundaria. Mientras yo andaba detrás de Massimo sin recibir su atención, él seguía de la misma forma a mi hermana, recibiendo lo mismo que recibía yo a cambio.
Pero mi familia, o mi desgraciada familia. Ellos no podían permitir que la herencia de Massimo estuviera fuera de sus interesadas garras, por eso me habían obligado a casarme con él, porque aunque lo amaba desde las sombras, no podía permitirme estar casada con él mientras amaba a mi hermana.
Así que prometieron que yo no me entrometería. Que le daría un hijo para cumplir con las estipulaciones y cuando Danna regresara yo me haría a un lado.
Mi hermana regresó al año siguiente y creo que se arrepintió de haber desaparecido. Pero si dices amar a alguien no desapareces y lo dejas esperando por ti, solo para que tú disfrutes tu supuesta libertad.
La cuestión aquí es que, Massimo nunca había sido malo conmigo y aunque solo tuvimos intimidad una noche y nunca había estado con nadie más que él, al menos me respetaba en ciertos aspectos y nunca faltaba a nuestras cenas de aniversario.
Con las manos temblorosas me senté en la mesa y miré el reloj cuando dieron las nueve de la noche, luego las diez, luego las once.
La comida se enfrió, las velas se derritieron y yo me quedé esperando a que en algún momento Massimo cruzara por esa puerta, pero nunca lo hizo.
A las once y media, apagué las velas con los dedos temblorosos. La cera derretida había formado pequeños lagos sobre el mantel, y el aroma de la cena, que antes me parecía acogedor, ahora me daba náuseas.
Me levanté en silencio, recogí los platos y los llevé al fregadero sin probar bocado. Mientras el agua corría, el nudo en mi garganta crecía, y las lágrimas, finalmente, se deslizaron por mis mejillas.
No era la primera vez que se ausentaba… pero sí era la primera vez que sentía que ya no tenía sentido esperar. Tal vez porque esta vez no había excusas. No había una llamada. No había un mensaje. Solo su ausencia… y un vacío que no me dejaba respirar.
Me quité el vestido despacio, sintiéndome ridícula. Había tardado más de una hora eligiéndolo. Quería verme bonita. Quería que, por un instante, me viera con los ojos con los que alguna vez miró a Danna.
Pero ni siquiera en su ausencia pude sacarle a Danna de la cabeza a Massimo, ni mi hija ni yo bastamos, no fuimos lo suficiente. Y ahora, que ella habìa regresado hacìa unos días, dudaba de que volviera a elegirme a mí en algún momento, había regresado para arrebatarme todo lo que había construido sin siquiera decir una palabra, sin siquiera dejar notar su presencia de forma física,
Me miré en el espejo. Mis ojos estaban hinchados, y mi maquillaje corrido. No parecía una esposa. No parecía una mujer amada. Sólo parecía una sombra, un recuerdo que ya no dolía porque se había acostumbrado al olvido.
Esa noche no dormí. Me senté en el sillón del cuarto de Oliv, observando todas las decoraciones y recordando aquella noches en las que Massimo y yo decidiamos acostarla juntos, aunque luego saliéramos y cada uno se dirigiera hacia habitaciones separadas. Me pregunté si algún día me culparía por haberla traído a este mundo sin amor. Si algún día me miraria con resentimiento por haber sido solo una pieza más en el juego de intereses de los adultos.
Cuando el reloj marcó las cinco de la mañana, escuché la puerta de la casa abrirse con cuidado. Pasos sigilosos. El leve crujido del piso de madera.
Massimo había llegado.
Pero yo de alguna manera, ya no era la misma mujer que había preparado la cena horas antes.
Al llegar a casa con Oliv me encontré con Massimo en la sala. Lucía cansado, pero se veía de alguna forma radiante, feliz. Una felicidad que solo le había visto expresar el día en que Oliv nació. Su mirada se enfocó en la niña y ella sonrió al ver a su papá.—Papi —exclamó extendiendo sus manitas y con cuidado la dejé sobre los brazos de su papá. —Hola mi pequeña. Que bonita estás con ese vestido.El estómago se me apretó y me pregunté por qué yo no pude ser la mujer que él necesitaba para ese cuadro de familia soñada que había creado en su cabeza. Por qué no encajaba en él si no había hecho más que darle todo lo que tenía. Soltando un suspiro él me miró por unos momentos antes de mirar hacia la cocina. —Filipa, ven aquí por favor. Cuando nuestra niñera se acercó fruncí el ceño al ver cómo le entregaba a Oliv y la enviaba a dormir a la niña. —Necesitamos hablar. Suspirando dejé caer las bolsas con las cosas de Oliv que llevaba y me acerqué hasta el sofá para sentarme. —¿En qué
La noche de la gala terminó como empezó: con mentiras y sonrisas falsas. Pero no era igual.Yo no era igual.Volví a casa con la sangre fría y las manos heladas. Nadie sospechó que me había quedado unos segundos de más en un pasillo oscuro, escuchando cómo el padre de mi hija planificaba arrebatármela para criarla con la mujer que más daño me había hecho en la vida.Oliv seguía en casa de su abuela. Me sentí aliviada de no tenerla cerca. No quería que me viera así. Tan rota. Tan… peligrosa.Me encerré en la habitación, me desnudé con calma y dejé el vestido dorado en el suelo. No lo colgué. No lo cuidé. Porque esa noche no era para recuerdos bonitos. Me miré en el espejo. No lloré. Ya no me quedaban lágrimas. Solo una determinación que no había sentido antes. La de una madre que no dejará que le arrebaten a su hija.Me senté frente a la computadora y abrí una carpeta que creé en ese instante:“Plan C: Custodia”.Sabía que la familia Mancini tenía el poder, los contactos, los abogados
Lo que acontecía era extraño por sí mismo. Mientras más avanzaba la noche, más podía sentir el reconocimiento en las personas a mi alrededor. Observaban mi vestido, mi cabello, mi labial rojo y la forma tan sutil en la que me movía por la alfombra como si flotara. Pero todo era una máscara, una máscara de mentiras que llevaba encima mientras sentía las luces tragarme poco a poco. Las risas falsas, las miradas largas y mis incesantes ganas de largarme de ese lugar me hacían sofocarme. Pero lo que me tenía más alerta eran esos cuchicheos que lograba escuchar al pasar junto a aquellas personas tan soberbias y llenas de poder. Escuchaba los murmullos a mis espaldas como una orquesta venenosa:—¿Esa es ella? ¿La esposa?—Siempre se vestía como si fuera parte del decorado…—¿Desde cuándo tiene ese cuerpo?Y yo solo sonreí.Caminé por la alfombra como si flotara. El vestido dorado se movía como luz sobre mi piel. No era provocador. Era una declaración.Estoy aquí. Mírenme bien.La esposa
El reloj marcaba casi las seis de la mañana cuando escuché el chirrido de la puerta cerrándose. Massimo ya se había marchado. No subió a la habitación. No se disculpó. No intentó explicarse más allá de lo que ya había dicho.Por primera vez en años, el silencio en la casa no me dolía. Se sentía… útil. Necesario.Fui a mi habitación y me duché con calma. De algún modo, el agua caliente me devolvió una parte de mí. No a la esposa sumisa. Ni a la madre agotada. Sino a la mujer que llevaba años dormida bajo la piel.Después, mientras secaba mi cabello frente al espejo, sonó mi celular. Era un mensaje de voz de la madre de Massimo.“Hola, querida. Solo quería asegurarme de que estés bien. Oliv durmió como un ángel. Esta mañana le preparé sus pancakes favoritos y ahora estamos pintando juntas. Tómate el día con calma. Sé que anoche fue especial para ti.”Su voz era dulce, como siempre. La única de esa familia que alguna vez me trató como a una persona y no como a una pieza en su juego.Resp
El sonido de la puerta al cerrarse fue suave, casi culpable. Los pasos de Massimo, medidos. Sabía que estaba entrando tarde. Sabía que yo lo había estado esperando.Armándome de valor me puse de pie y solté un suspiro pesado antes de enfrentarme de una vez por todas a Massimo. Había callado demasiado tiempo, esta vez era momento de escuchar la cruda realidad de su propia boca y no por los susurros de todo el mundo y mis propias especulaciones. Necesitaba saber en donde quedábamos mi hija y yo ahora que Danna había decidido regresar.Con pasos silenciosos bajé las escaleras de la mansión a oscuras, intentando que no notara mi presencia todavía . Cuando me volví a la sala, lo vi allí, quitándose el abrigo, con ese gesto ensayado de hombre cansado que intentaba fingir normalidad.—¿Dónde estabas? —pregunté con voz baja, pero firme.Massimo se tensó. No me miró de inmediato. Solo se acomodó el cuello de la camisa y dejó las llaves sobre la consola de la entrada.—No es hora para interro
Hoy era un día muy importante para mí y para Massimo. Hoy era el día de nuestro aniversario número tres. Oficialmente teníamos tres años de casados y una niña de dos años. Una pequeña con los ojos igual de verdes y brillantes que su padre, todo lo contrario a los azul intenso míos. Con algo de emoción terminé los últimos detalles de la mesa y coloqué la cena, luego fui hasta la habitación y me vestí mientras tarareaba una suave canción.La madre de Massimo al saber que era nuestro aniversario se había ofrecido a cuidar a Oliv, nuestra bebé. Ciertamente no podía decirlo en voz alta, pero si me lo preguntaban, ella era la única que me había tratado bien en esta familia cuando llegué, bueno, me trataba incluso mejor que mi propia familia.Yo amaba a Massimo, me había dado a nuestra pequeña y de alguna manera había estado enamorada de él desde que me encontraba en la secundaria, en aquel entonces donde él ni siquiera volteaba a darme una mirada.Pero él y yo nos habíamos casado por conv
Último capítulo