La vida de Regina Stirling da un giro de ciento ochenta grados cuando un accidente automovilístico la deja en coma. Las máscaras se empiezan a caer a su alrededor y entonces descubre que aquellos que le profesaron amor durante tantos años, únicamente estaban aguardando el momento propicio para despojarla de toda su fortuna. Su esposo, Nicolás Davies, no está dispuesto a perder la oportunidad de solicitar el divorcio y quedarse con todo, haciendo entonces que su tía, Mónica Stirling, asuma como su representante legal. Ambos se confabulan y se reparten su riqueza como perros hambrientos. Sin embargo, ninguno de ellos contaba con que, Regina, luego de cinco años en coma, despertaría un día para reclamar lo que por derecho le pertenece.
Leer más—Es posible que la paciente no despierte jamás…
El rostro impasible de Nicolás Davies no mostró ninguna emoción ante las palabras del médico. Cualquier otro hombre en su posición se hubiera mostrado afectado, después de todo era su esposa de quien estaban hablando, pero este no parecía ser su caso. En definitiva, era como si sus problemas acabaran de solucionarse mágicamente, como si, de algún modo, alguien, algún ente divino, le hubiese concedido lo que tanto había anhelado. «¡Regina no despertaría!», pensó con una sonrisa tirando de sus labios. —¿Qué recomienda? —le preguntó al médico, tratando de mantener la compostura y evitando decir lo que tanto quería y eso era un: “¡Desconéctela de inmediato!”. Hacer eso sin duda llamaría mucho la atención y lo último que necesitaba era a la policía merodeando. Así que, por el momento, debía mantener el teatro de esposo abnegado, por lo menos, unos meses más. —Podemos esperar a ver cómo evoluciona y… —Esperemos entonces —lo cortó ásperamente, y se giró hacia la puerta. No le importaban las habladurías del hombre ni su insulso intento de darle esperanzas. No necesitaba esperanzas. Lo único que necesitaba era que Regina no despertara. La puerta se cerró bruscamente y el doctor observó con asombro como aquel esposo abandonaba la habitación. En su larga trayectoria profesional había tratado con una innumerable cantidad de familiares de sus pacientes, de todo tipo y actitudes, pero esta era la primera vez que veía a un hombre tan desinteresado y déspota. ¿Acaso no era la mujer que amaba la que se encontraba en esa cama de hospital? Porque se atrevería a jurar que ese no era el caso… […] Cinco años después… Cuando los ojos de Regina se abrieron luego de haber permanecido cerrados durante cinco largos años, sintió un pinchazo inmediato en las sienes. La fuerte luz le hizo fruncir el ceño y tardó aproximadamente quince segundos en lograr enfocar su entorno. Al inicio todo era borroso y brilloso, demasiado brilloso… Su boca comenzó a balbucear incoherencias, las cuales se escucharon como sonidos guturales, mientras la habitación se movía en gran agitación. Escucho la voz distante de una mujer. —¡Despertó! ¡Despertó! Luego más personas entraron en la habitación, todas con expresiones de asombro y consternación. Rápidamente, se sintió como si estuviera en medio de una feria de circo, con la excepción de que ella no era la espectadora; en este caso, era la principal atracción. —¿Recuerdas en qué año estamos? —le preguntó un hombre con voz seria, un hombre de bata blanca, y entonces todo comenzó a hacer clic en la perturbada mente de Regina. «¡Estaba en un hospital!», pensó con desesperación, tratando de visualizar a su esposo en medio de los doctores y enfermeros que se hallaban en dicha sala. Los recuerdos comenzaron a invadirla de forma brusca, recordó entonces que era de noche e iba en el auto al lado de su marido, ambos reían como solían hacerlo. Nicolás era un hombre muy dulce, el esposo perfecto a su parecer, aunque debía admitir que aquel era un juicio muy precipitado. Después de todo, tan solo llevaban unos pocos meses de casados. Pero esa era su percepción y no la cambiaría por nada del mundo, amaba a ese hombre con todo su corazón. —¿Dónde está? —aquellas fueron las dos primeras palabras que logró pronunciar. El doctor frunció el ceño al principio, ya que su voz se había escuchado demasiado rasposa y difícil de descifrar. —¿Dónde está? —repitió con mayor soltura y desesperación, puesto que había logrado recordar el accidente, la manera en la que el auto se volcó y en la que luego todo se volvió negro para sus ojos. —No comprendo de quién está hablando… —¡De mi esposo! —gritó las palabras. ¿Cómo era posible que no supieran de su esposo? Se suponía que ambos habían llegado heridos. Al menos que… ¡No, no, por favor, no! —¿Él está bien? ¡¿Está vivo?! El silencio se prolongó por varios segundos y el doctor adoptó una expresión seria e ilegible, aquel tipo de expresión que solían usar las personas cuando estaban a punto de dar malas noticias, así que el cuerpo de Regina se estremeció al ser consciente de esto último. —¡No! —lloró, negándose a escuchar palabras tan atroces. Su esposo no podía estar muerto. No lo soportaría. —Señora… por favor… —Regina —la voz firme y autoritaria de su tía Mónica, interrumpió su ataque de histeria. —Tía… Regina cada vez entendía menos lo que estaba sucediendo. La última persona que había esperado ver en esa habitación era precisamente a su tía. Mónica le había profesado su odio abiertamente desde que era tan solo una niña y su abuelo había muerto, dejando la fortuna de la familia únicamente en manos de su padre, quien era su hijo favorito para ese entonces. Lograba recordar a duras penas las muchas disputas que hubo por el dinero de la familia, pero, aunque su tía Mónica invirtió mucho en abogados, no logró quedarse con nada del patrimonio Stirling. Cuando sus padres murieron en un accidente de avión cuando tenía tan solo diecinueve años, todo el dinero quedó en sus manos. —Es un gusto ver que mi querida sobrina se ha despertado —dijo la mujer con sarcasmo. Era demasiado obvio que verdaderamente no se alegraba por esto—. Es asombroso. ¡Una bendición! ¿Quién lo diría luego de…? —hizo un gesto contando con la mano—. ¡Cinco años! —¡¿Cinco años?! —Sí, cinco años, un divorcio y… ¡Sorpresa! —sonrió anchamente como la víbora que era—. Soy tu representante legal, querida sobrina. Así que comprenderás que han ocurrido algunos cambios en la empresa. —Pero… ¡Ah! Regina sintió un repentino dolor de cabeza y gritó debido a la fuerte punzada que la atravesó sin previo aviso. —Señora, debe irse —apremió el médico al ver lo que estaba causando, pero Mónica se negó a marcharse. No se iría sin soltar todo el odio que sentía primero. Con dificultad y dolor, Regina logró escuchar las últimas palabras de su tía: —¿Y adivina qué, Regina? Tu querido Nicolás está a punto de casarse con una chica muy bonita —soltó las palabras, jactándose ante su sufrimiento, porque sabía perfectamente que amaba a Nicolás con toda su alma—. Estoy invitada a la boda. Aunque, bueno, evidentemente, tú no asistirás. Dudo mucho que Nicolás quiera invitar a su exesposa en coma. ¡A esa misma exesposa que decidió abandonar!Los días siguieron su curso rápido y monótono, y ya ni siquiera parecía que hacía unas pocas semanas estaba en medio de un dilema emocional: atrapada en una oficina con Nicolás, besándose en contra de todo su buen juicio, para luego recibir una propuesta de matrimonio por parte de Ismael. ¡Todo era una locura!Así que no le quedó más opción que sumergirse en el trabajo, tratando de olvidar sus preocupaciones románticas.Afortunadamente, el proyecto fue todo un éxito, lo cual representaba un bálsamo en medio de tanto caos.Como resultado: la empresa, su empresa, estaba respirando de nuevo.Ese éxito, sin embargo, venía con un precio a pagar: la obligación de asistir a innumerables eventos, reuniones y cenas de negocios. Pero no podía acudir sola, por supuesto que no. A todos esos compromisos tenía que asistir Nicolás también, justo como una molesta sombra. Las palabras entre ellos eran apenas cordiales, intercambios profesionales que no iban más allá de lo estrictamente necesario. Ha
Regina se metió en el primer baño que encontró disponible, cerró la puerta de golpe y se apoyó contra la misma, deslizando su cuerpo hasta caer sentada en el suelo.—¡Estúpida! ¡Estúpida! —se reprendió a sí misma, con las lágrimas brotando de sus ojos, aunque intentaba contenerlas, pero era inútil. Los puños de sus manos apretaron contra sus muslos y la frustración que sentía por su estúpido actuar le envenenó el alma, al parecer no había aprendido nada.—¿Cómo pudiste? ¿Cómo pudiste ser tan ciega, tan débil? —siguió diciéndose sin compasión. El recuerdo del beso, de su propia entrega pasional, la avergonzaba demasiado. ¿Cómo podía haberse dejado llevar por un hombre que intentó matarla, que la dejó en un coma, que la traicionó y le robó su dinero?¡Mil veces, tonta!Después de todo lo que le había hecho, aun así, en sus brazos, se había sentido como aquella chiquilla enamorada, como la misma idiota que una vez fue. Era una contradicción, una traición a sí misma. Así que, por lo v
Alicia sabía perfectamente sobre la impotencia que le causaba a Nicolás el recuerdo de ese día en particular, pero aquella era su arma secreta; siempre apelaba a su remordimiento para mantenerlo bajo su control. Pero de la misma forma en que sabía que esa era su debilidad, también sabía que él no la tocaba por el mismo motivo. Y era obvio que la promesa de que mantendrían intimidad después de la boda era solo una mentira; luego de que se casaran, él conseguiría una nueva excusa para seguir evadiéndolo. Y eso le frustraba tanto…Porque sabía que él nunca la miraría como una mujer deseable, al menos no de la manera en la que miraba a Regina. Para él, ella sería siempre la amiga, la hermana, la compañera de la infancia, la que lo acompañó en su peor momento.Y eso le enfurecía.La consumía.Porque quería más.Lo quería todo.Quería su pasión, sus besos, quería sentirse apetecible bajo su mirada.Pero, en su lugar, siempre la veía con cariño, con amor fraternal. Sin decir una palabra m
—Alicia, yo… Nicolás se encontró repentinamente sin palabras. La pregunta de Alicia, le exigía honestidad, pero le había golpeado una inesperada verdad. En ese instante, se dio cuenta de que no, de que esto no era simplemente por el dinero. Su ambición seguía allí, el deseo de hacer justicia, de recuperar la fortuna de su familia, pero algo había cambiado. Porque también había en un deseo más profundo, más innegable: deseaba a Regina.¿Pero solamente la deseaba carnalmente? Ese cuestionamiento quedó en el aire, porque si fuera simplemente un asunto carnal, entonces ya estaría saciado desde antes. Había tenido a Regina desnuda tantas veces en su cama, la había hecho suya innumerablemente veces y no podía contarlas ya. Eran demasiadas.Así que no. Había algo más. No supo cuándo había sucedido esto, si fue antes, cuando se enamoraron y se casaron en medio de su venganza, o si fue ahora, cinco años después, cuando ella finalmente despertó del coma que se la había arrebatado por ta
Y como si su solicitud para que la besara hubiera sido escuchada, lo inevitable ocurrió. Nicolás acortó la última distancia que los separaba, y sus labios se encontraron finalmente.En ese instante, la mente de Regina se apagó por completo. No había pasado, ni dolor, ni traición. Nada. Era como si el tiempo hubiera retrocedido, llevándola de vuelta a ese parque donde lo conoció por primera vez, donde se ilusionó con la idea de un amor inocente. Se sintió de nuevo enamorada, embriagada, extasiada por la suavidad con la que el hombre acariciaba su mejilla. Su palma se sentía grande y dulce, mientras sus dedos aferraban su rostro, profundizando el beso. La manera en que la besaba era lenta, reverente, como si no hubiera prisa alguna, como si deseara disfrutar de cada roce de sus bocas. —Me enferma… Me enferma seguirte… —gimió en medio del beso, las palabras salieron ahogadas y se maldijo por eso. ¿Por qué tenía que mostrarse tan débil? ¿Por qué no podía aparentar que su contacto no
La noticia de la enfermedad de Alicia golpeó a Nicolás profundamente.No dejaba de pensar en eso.La preocupación era como una sombra que lo perseguía a cada paso que daba.Así que cuando llegó a la empresa esa mañana, simplemente parecía más una marioneta que una persona en sí.El bullicio habitual se distorsionó en su mente, junto con los rostros de sus empleados.—Señor Davies, ¡el lanzamiento del proyecto ha sido un éxito rotundo! —informó su asistente corriendo detrás de él para alcanzarlo—. Los números son extraordinarios, la respuesta del mercado es increíble. ¡Superamos todas las expectativas!Regina, quien se encontraba cerca, al oír la noticia sobre el éxito del lanzamiento, se acercó rápidamente, sintiendo una oleada de felicidad invadirla. Había trabajado incansablemente para eso. Así que se permitió una pequeña sonrisa. Pero su alegría se fue disminuyendo cuando detalló la expresión de Nicolás. El rostro del hombre estaba sombrío, pensativo, con una tristeza que no podía
Último capítulo